Horacio Otheguy Riveira.
Muy bien comunicadas las duras historias que conviven en El Español: Historia de una escalera, de Buero Vallejo, 1949 y Natacha, escrita en 1930 con solo 24 años por Luisa Carnés, una novela ahora adaptada y dirigida por Laila Ripoll: diferentes épocas, mismo retrato trágico, visceral, de la miseria endémica de España, de lo moral a lo económico, de lo social a lo sentimental y sexual. La vida entera sumergida en un proceso donde Natalia trabaja desde niña y a los 23 años descubre en sí misma un miedo profundo a cualquier contacto con un hombre, catalogados todos como abusones y peligrosos.
Empleada en una fábrica de sombreros sostiene una familia típica de padre enfermo con medicamentos muy caros, y con su magro sueldo ha de afrontar la penuria de lamentosa madre, y su propio dolor de no ser nada ni nadie, sombra de sí misma… hasta que descubre las posibilidades de una relación con un hombre rico, un «buen hombre» que compra mujeres con facilidad pero siente por ella un amor-deseo profundo…
Tan profundo, quizás, como la pasión que Natalia siente por su primo, quien la rebautiza Natacha -en recuerdo de un personaje de novela rusa-: descubrimiento de sentimientos inexplorados con su vertiginosa revelación sexual…
Una ambientación expresionista
La atmósfera de la sucesión de escenas tiene forma expresionista, con la crudeza de aquel fenómeno estético de posguerra europea, y a su vez caricia poética en el diseño de iluminación y videoescena: esta suma sigue los pasos de Natalia que querría ser siempre Natacha protegida por besos sin otro destino que la felicidad espiritual y carnal, una confluencia desconocida por las mujeres de su familia, y en general en un mundo donde muy pocas posibilidades tenían todas ellas, fuera de la rutina de trabajos determinados y matrimonios más o menos acordados por las familias.
Luisa Carnés no escribió una obra maniquea, aunque indaga en muchos aspectos autobiográficos, a partir de la dura vida de un grupo familiar de trabajadores, por el contrario, cada personaje es claro vehículo de ideas y necesidades propias de la época.
En su adaptación teatral, Laila Ripoll, gran conocedora del teatro social, reconstruye la dramática historia que asume Natalia Huarte en un proceso de crecimiento minado de peligros y, a su vez, con vibrante ocasión de renacimiento.
Ningún matiz es ajeno a la actriz para desenvolverse en los distintos episodios, junto a un reparto de gran solidez, cobijado maravillosamente por las luces y sombras de un espacio real e imaginado de muy atractiva simetría, cuyas imágenes complementan un texto que avanza con el rigor de una gran síntesis dramática, sin hueco para el discurso novelístico original, cuyo significado último se mantiene en todo momento.

Luisa Genoveva Carnés Caballero —también conocida por los pseudónimos de Clarita Montes y Natalia Valle — (Madrid, 3 de enero de 1905- Ciudad de México, 12 de marzo de 1964) fue una escritora y periodista española. Militante comunista, se exilió en México al término de la guerra civil española.

La muchacha que aprende a soltarse para volver a cerrarse, y llegar a romperse en busca de una libertad… desconocida.

La caricia de un amo que guarda en el bolsillo mucho dinero con el que comprar su cuerpo virginal, su temerosa constancia con la desolación.

Para quienes no han vivido ninguna locura de amor adolescente, la revelación del lenguaje de sus cuerpos tiene mucho de aventura que no imagina consecuencia alguna…

De izquierda a derecha: Jon Olivares, Pepa Pedroche, Natalia Huarte, Fernando Soto, Isabel Ayúcar, Andrea Real. En el centro, Laila Ripoll.
Adaptación y dirección: Laila Ripoll
Reparto:
Natacha: Natalia Huarte
Gabriel Vergara: Jon Olivares
Madre/Doña Ada: Pepa Pedroche
Don César: Fernando Soto
Ezequiela/Salud/Pilara: Isabel Ayúcar
Almudena/Elenita: Andrea Real
Escenografía: Arturo Martín Burgos
Vestuario: Almudena Rodríguez Huertas
Iluminación: Paco Ariza
Espacio sonoro: Mariano Marín
Videoescena: Emilio Valenzuela
Caracterización: Paula Vegas
Ayudante de dirección: Héctor del Saz
Ayudante de escenografía: Laura Ordás
Ayudante de vestuario: Deborah Macías
Ayudante de iluminación: Carla Belvis
Residente de ayudantía de dirección: Inés Gasset
Asistente artístico: Paul Alcaide
Una producción del Teatro Español