Redacción.

Una ciudad pequeña, una familia señalada por sus vecinos y una historia de intrigas sindicales y policiales en la España franquista son el telón de fondo de El hijo del asesino. Pasado y presente se entrelazan con maestría en esta novela intensa y absorbente escrita por uno de los autores revelación del thriller nacional. Un thriller literario que encierra heridas familiares y secretos que se resisten a ser descubiertos.

  • Sinopsis

A muy corta edad, la vida de Daniel se vio truncada por un terrible suceso: una mañana de septiembre de 1975 su padre fue acusado del asesinato del empresario más importante de Reinosa. Tras ser detenido, el hombre confesó los hechos y se suicidó.

Incapaz de soportar ese peso, Daniel huyó y se instaló en Madrid, donde terminó trabajando como abo gado en un prestigioso bufete. Sin embargo, nunca ha superado la lacra de lo que sucedió. Treinta y dos años después del crimen, su mundo se derrumba de nuevo, y, sin nada a lo que aferrarse, decide volver al lugar donde creció.

Lo que no imagina es que al llegar se topará con un detalle inexplicable que le llevará a cuestionarse todo lo que supuesta mente ocurrió aquel lejano verano. ¿Y si, a pesar de todo, su padre no disparó contra ese hombre? ¿Y si él nunca fue el hijo de un asesino?

  • La novela

Una voz omnisciente relata esta historia en dos tiempos, y, saltando de noviembre del 2007 al verano 1975 una y otra vez, narra todas las circunstancias y consecuencias del crimen que marcará la vida de Daniel Somoza y su familia.  El hijo del asesino es un domestic noir que combina los elementos de misterio propios de las novelas policíacas clásicas con el ritmo y la profundidad de los thrillers actuales.

Pablo Alaña nos sumerge en la mente de Daniel, obsesionado con resolver el enigma de una muerte que sucedió hace treinta y dos años, pero también en los conflictos, rencores, anhelos y miedos de una comunidad que vive los últimos días de la España franquista.

La fragilidad de las relaciones, el peso del pasado y el dolor de las heridas que no se cierran, conviven dentro de los personajes en un contexto político convulso, lleno de mo vimientos sindicales clandestinos, protestas y reivindicaciones como antesala a un gran cambio político.

«Oyó que alguien se dirigía a él en tono autoritario, pero no se volvió. En su lugar, llo ró sin consuelo y vagó por los alrededores hasta que, en un callejón desierto, se dejó caer de rodillas. Entre estertores, admitió la terrible verdad, la que había pronunciado David, la que daba sentido a todo lo sucedido en las últimas horas: su padre había matado al señor Orduña. No había sido ningún accidente».