Teatro para leer de Oriol Puig Grau: Dibujo de un zorro herido
Horacio Otheguy Riveira.
Desarrollada en una de las Residencias del Centro Dramático Nacional, Dibujo de un zorro herido es una creación publicada en muy buena edición bilingüe (catalán-castellano) por el INAEM, gran sello editorial del CDN, sus producciones, coproducciones y residencias donde se facilitan trabajos con ambiciones de gran libertad creativa, al margen de las presiones de las producciones teatrales habituales.
Oriol Puig Grau desarrolla en esta obra papel todo un mundo muy personal, estructurado para una sola voz que se ocupa de expresar todas las voces que le rodean: maestro de escuela infantil con dificultad para dormir, se encuentra seducido en clave de paulatina abducción por el autorretrato de un joven muerto en accidente automovilístico.
El proceso de sus fugaces encuentros sexuales con otros hombres se cruza con el día a día de la escuela donde está de suplente. Conflictos variados, desarrollados vertiginosamente en un crescendo envolvente en el que domina la musicalidad de un lenguaje dinámico que parece salir en busca de la naturaleza del extraño protagonista; incómodo en su propia piel, necesitado de admiración como si en verdad tuviera los hermosos ojos verdes del hombre del cuadro.
Lectura muy recomendable por cuanto aporta al lenguaje del monodrama, y a la propia fuerza literaria del «teatro para leer», antes de que alguna representación plante estilo y filigrana.
Es, en definitiva, un excitante thriller con un protagonista a la deriva, prisionero de una belleza insondable, de uno o varios placeres insólitos, en cuyo recorrido abunda en planos posiblemente reales, cuando no probablemente delirantes, de fuera de todo mundo palpable.
«[…] Leo uno de los poemas del fanzine.
(Pausa)
Todo lo que soy es impulso y anhelo.
(Pausa larga)
Las gotas de agua deslizándose por las ventanas. Una chica se tapa la cabeza con una mochila. Fuera. Una mujer con paraguas…
(Pausa)
Chaqueta larga, color azul marino. Bolso de piel de Pedro del Hierro. Y el pelo peinado hacia atrás. Parece…
(Pausa)
Paso las páginas. Daniel. Su madre. ¡Esa mujer es la madre de Daniel!—Pare el autobús. ¡Por favor, pare el autobús! ¡Necesito bajar aquí!—Ahora no puedo.—En el semáforo. Por favor. Es una urgencia. No me puedo quedar aquí dentro. ¡Es una urgencia!—Y se abren las puertas. Y escondo el fanzine debajo del jersey para que no se moje con la lluvia. Acelero el paso para alcanzarla.
(Pausa)
El corazón me late en el labio. Me estoy mordiendo la mejilla. Dejo de hacerlo. El semáforo en verde. Los dos cruzamos el paso de cebra.—¡Perdona!
(Pausa)
Tú eres la madre de Daniel.
(Pausa)
De Daniel Gómez Mengual.—Sí.—Estuvimos juntos en la fiesta de Navidad.
(Pausa)
En la Christmas party…
(Pausa)
[..] En el vídeo… Cuando te presenta. Se nota que te admira. Que le enorgullece que seas tú… Y no otra persona… Quien haya tomado las decisiones e influido en la persona que es. Gracias a ti puede tocar la canción. Al piano. Gracias a ti tiene esa sonrisa.—Disculpa. ¿Me cobras?—Yo te invito.—Tengo un poco de prisa. No me podré quedar mucho rato.—Acabamos de sentarnos.—Lo siento.—¿Es por algo que he dicho?—Puede ser.—Solo…—Es un poco… Turbio… Que me pares en medio de la calle y me sientes aquí para hacer un soliloquio sobre el cuerpo de mi hijo. […]»