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Esta rara y absurda vida

 

Ricardo Álamo.– En un capitulillo de los «Sueños de invierno», de El hotel del Cisne, de Pío Baroja, el escritor donostiarra cuenta los descubrimientos modernos que vio en una exposición en París. Entre esos descubrimientos destaca unos cuantos que le llamaron poderosamente la atención, como un traduscopio, un ortodeoscopio («instrumento que sirve para ordenar todas las ideas y darles forma lógica, y que puede considerarse como un aparato de ortopedia mental»), un imaginoscopio y, especialmente, un criticoscopio, que vendría a ser algo así como un dispositivo para hacer la crítica exacta de las producciones literarias y científicas y ver si falta o sobra algo en un proyecto cualquiera. Evidentemente, ninguno de esos instrumentos han llegado nunca a inventarse, y sólo respondían a las artificiosas ensoñaciones mentales que Baroja quiso darle a una de sus novelas más surrealista y kafkiana. Pero, con todo, hay en la referencia al criticoscopio una idea que no me parece insustancial o inane, y es la alusiva a que el crítico literario tendría que observar con exactitud qué le falta o qué le sobra a la obra que va a reseñar.

Ciertamente, a la hora de hablar de un libro uno no debería estar sujeto a ninguna otra cosa que no fuera el afán de la búsqueda de la objetividad y de la exactitud, obviando o dejando de lado cualquier particularidad que nada tuviera que ver estrictamente con la obra de la que se ocupa.

Autoaforismos de un estúpido, de José Antonio Moreno Jurado (Sevilla, 1946), es un libro cuyo título, ya de por sí, es toda una declaración de intenciones, de intenciones provocativas e incitantes, pero quizás, también, contradictorias. Porque no parece que alguien que ha sido profesor universitario, Doctor en Filología Clásica, especialista en literatura griega y latina, poeta (ganó el premio Adonáis de poesía en 1973 y el Juan Ramón Jiménez en 1985), traductor del griego clásico (Platón, Aristóteles, Aristófanes), del griego moderno (Elytis, Seferis) y del griego del período bizantino (novelas de caballerías del tiempo de Comnenos, y que, además de todo ello, ha recibido a lo largo de su vida numerosos reconocimientos, honores, premios, becas de investigación, etcétera, etcétera, pueda autocalificarse como un «estúpido», por mucho que él mismo diga en uno de sus aforismos que siempre pagarás coherencia e independencia con olvido. Si realmente fuera así, no se entendería bien esa mención un tanto pesimista y desesperanzada de su propia existencia, dado el extenso caudal de trabajos meritorios que ha llevado a cabo hasta ahora. Pero parece ser que él sí considera que esos profusos trabajos y esas obras que ha realizado incansablemente no han tenido el eco público suficiente como para auparlo a una posición brillante dentro del mundillo académico y literario. De ahí que el último de los aforismos de su libro refiera precisamente que Yo escribo mi desesperanza. ¿Pero, desesperanza respecto a qué? Moreno Jurado lo tiene claro: ni la filosofía, ni la literatura, ni la religión, ni el dinero, ni el poder, ni la fama, ni siquiera la propia existencia, le han reportado ingredientes suficientes como para creer que el ser humano no sea otra cosa que un ser para la muerte o para la nada: «Siempre lloramos al nacer porque protestamos por nacer para la muerte», «Digo yo que a la mayoría le resulta divertido tener hijos para la muerte», «Puto espermatozoide que consiguió en su ignorancia condenarme a muerte». Obviamente, en todos estos latigazos desesperanzados resuena la voz de Heidegger, y de hecho uno de los aforismos cita la idea del ser para la muerte del filósofo alemán: «Cuando Heidegger, con su edificio de palabrería, afirma que el dasein (el ser ahí) sólo es para la muerte, entró en trance. Ya lo sabían hasta los egipcios». Como un ser trágico, pues, define Moreno Jurado al ser humano. Y, en línea con Sartre, también lo define como un ser angustiado: «Tanto nadé, en mi juventud, por las fecundas aguas del Existencialismo que incluso ahora, a mis 77 años, no puedo secarme por completo las gotas de la angustia».

Carácter es destino, decía Goethe, y se diría que el carácter (o las experiencias) de Moreno Jurado le han llevado a tener una visión apocalíptica de la vida, en la que nada se salva, ni siquiera el arte, cosa, por cierto, que hasta Schopenhauer, el más pesimista de los filósofos que ha habido, conceptuaba como uno de los pocos consuelos para redimirnos de una existencia hecha para el dolor y el declive. Moreno Jurado, en cambio, reputa en mayúsculas que la mayor estupidez del Ser es la existencia en todos sus órdenes, aunque en otra parte de su libro deja abierto un resquicio a que las obras de arte puedan dulcificarnos, que no salvarnos, de la estupidez de existir.

Si la existencia es una estupidez, ¿qué remedio nos queda para escapar de ella? Ser de hielo, ser una roca, ser un ser que no siente ni padece, ser indiferente a todo, como lo es la Naturaleza, que, por seguir con Schopenhauer, es pura voluntad inconsciente, puro impulso hacia ninguna parte. Moreno Jurado no habla del suicidio como solución al problema de la existencia humana, pero en cierto modo lo sugiere cuando llega a decir que debemos aceptar la Naturaleza tal como es y aceptar también nuestra propia naturaleza, que es pura e imparable degradación y putrefacción. De ahí que concluya que si no pensamos, si no somos un Ser para Pensar, seremos felices.
Resulta curioso, en fin, que en el prólogo del libro, el escritor sevillano advierta que aunque repartió sus años entre su propia poesía y el estudio y la traducción de la poesía griega de todas las épocas, no ha podido evitar “por carácter seguramente, dejar constancia por escrito” de su opinión sobre la enseñanza, sobre la ética y sobre la estupidez de todo lo que vive, porque todo el universo posee el síndrome de la estupidez.

Demasiado apocalíptico, demasiado desmoralizador, demasiado pesimista…, pero como decía Julio Camba, la mayoría nos conformamos con la idea de que en esta rara y absurda vida la cuestión es pasar el rato. Y Moreno Jurado seguro que ha tenido, a pesar de su desalentadora visión de la vida, sus buenos ratos.

 

José Antonio Moreno Jurado, Autoaforismos de un estúpido. Padilla Libros, 2024

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