Tengo vida: reflexión frustrada sobre las relaciones humanas
Alberto Medina.
El teatro en España, como en el resto del mundo, sigue siendo todavía un espacio masculino, aunque poco a poco las mujeres van siendo cada vez más visibles. Todavía el 35% de las obras representadas en España son escritas por mujeres, el 20% son directoras, y todavía muchas de ellas sufren de la brecha salarial en puestos de alta responsabilidad en el Teatro.
Los pasados 17 y 18 de enero se representó en el teatro Echegaray de Málaga la obra teatral “Tengo Vida” escrita por María Beltrán. Con apenas 24 años la malagueña ha publicado varias obras teatrales, siendo considerada ya por algunos críticos especializados como una voz emergente en el teatro español.
“Tengo vida” es una obra de temática social (o al menos pretende serlo).
La trama se centra en Emilia (Paco Pozo), una mujer de 85 años que vive en una residencia de ancianos debido a la pérdida de memoria. Emilia piensa que Internet está destrozando la vida de toda la sociedad por lo que elabora un plan secreto para que caigan los servidores mundiales. En su camino se cruza con Brisa (Natalia Ruiz), una joven de 21 años con trastorno alimenticio, que se siente «presa» en un lugar que no le pertenece.
El actor Paco Pozo hace un buen trabajo al transformar su porte atlético en el cuerpo de una anciana. Sus movimientos delicados y torpes se unen con una voz ronca y decrépita. Incluso hubo público que pensó que actuaba una “mujer grande”. Como curiosidad, comentar que el papel de Emilia fue en realidad escrito pensando en el actor malagueño Antonio Zafra. El director Paco J. Corpas logró un trabajo excepcional con Natalia Ruiz, especialmente considerando su juventud, guiándola para transmitir cómo sentirse presa de la vida. Lo mejor de la obra, que es también una aportación al texto original, el monólogo final junto a la interpretación de la canción “The show must go on” de Queen.
A pesar de algunas luces de la obra, siento que hemos sido espectadores de una función que se queda “a medias”. Si la autora quiso que existiera denuncia social, nadie lo notó. Tampoco existió ninguna reivindicación feminista, siempre necesaria. Las risas del público quizás callaron temas como la sororidad intergeneracional. Una oportunidad perdida en las frías tardes de enero.
Tras Teatro
De María Beltrán
Con Natalia Ruiz y Paco Pozo
Música Daniel Lozano
Diseño de iluminación Gari Laritz
Dirección y puesta en escena Paco J. Corpas