«¡Gloria!», de Margherita Vicario
JOSÉ LUIS MUÑOZ
Principios del XIX, exactamente 1800, y con Napoleón campando por la zona. En el orfelinato del Colegio de Sant Ignazio, regentado por monjas y Perlina (Paolo Rossi), un sacerdote muy riguroso con algún pequeño pecado de orientación sexual hacia el castrato Cristiano (Vincenzo Crea), una veintena de huérfanas forma una orquesta sacra a las órdenes de ese sacerdote malencarado y malhumorado y ensaya para la visita que les hará el Papa Pío VII recién entronizado. De esa orquesta de virtuosas del violín, Perlina excluye a una interna díscola, Teresa (Galatea Bellugi), llamada la Muda porque el sacerdote le impone un voto de silencio, a la que quiere casar a toda costa con un anciano acaudalado. La joven demuestra tener unas dotes extraordinarias para tocar un piano que acaba llegando a congregación y se enfrenta al rol que le quiere imponer la sociedad aristocrática de la época y acaba liderando el grupo de chicas.
La directora Margherita Vicario (Roma, 1988), actriz y cantautora con alguna experiencia televisiva, debuta en el largometraje con esta película naif que hace de esa pasión femenina compartida por la música su núcleo. ¡Gloria! le sirve para denunciar la discriminación que sufrieron en esos tiempos en la demarcación de Venecia huérfanas extraordinariamente bien dotadas para ese arte y que fueron ninguneadas, lo que al parecer es un hecho histórico constatado.
Una fotografía luminosa, una excelente ambientación de época, algún fragmento casi de cine musical, hacen de ¡Gloria! una comedia agradable de ver e ingenuamente optimista, pero también maniquea por cuanto las chicas son muy buenas y el sacerdote, aparte de desagradable físicamente, resulta ser muy mala persona.
El clímax, esperable, se alcanza en su escena final, cuando el Papa finalmente visita el colegio y se topa con una congregación musical que se rebela contra lo canónico y ataca sus oídos con piezas que decididamente tienen poco de sacras. Margherita Vicario se desmelena en esa secuencia, se lanza al ruedo y juega con la anacronía musical, lo que provoca un desenlace chirriante.
Lo mejor de ¡Gloria! se encuentra casi al principio, cuando la protagonista femenina, Teresa, extrae la música de cualquier sonido cotidiano; unas sábanas que se orean, palas que golpean la ropa a lavar, un estornudo, una tos, el cacareo de las gallinas… Mérito escaso para una película que es simpática y entretenida, sin más, pretende ser un canto feminista y es ligeramente homofóbica (la relación entre Cristiano y el cura Perlina no sale muy bien parada). ¡Gloria! estuvo nominada al Oso de Oro en el último festival de Berlín, algo que sorprende.