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Isabelle Stoffel, entre mentiras y verdades de Agatha Christie

Horacio Otheguy Riveira.

Posguerra bajo niebla londinense, con el correspondiente conflicto de clases propio de las obras de la célebre escritora de policiacos que, sin proponérselo, daba consistencia al grado superior del género en la llamada novela negra, donde valiosas Damas del crimen poblaron -y pueblan- páginas inolvidables.

Christie fue pionera, y aún hoy sus personajes tienen la fuerza de la literatura atemporal, para la que ninguna trama local puede reducir los profundos perfiles psicológicos de gente codiciosa frente a seres socialmente desahuciados. Entre ambos estados -vivamente emocionales-, se exhiben detritus, muecas, dolencias… propias de clases sociales marcadas a fuego cuando la guerra dejaba al descubierto la crueldad extrema de la sociedad cristiana-capitalista.

 

Exquisito trabajo actoral

 

En Testigo de cargo -cuento antes que obra teatral- dos mujeres marcan el compás de un núcleo de hombres que responden a los firmes papeles de sus cargos sociales. Por un lado una anciana millonaria muerta -eje de la función, personaje ausente-, y por otro, la esposa alemana del acusado del asesinato de aquella, en esta ocasión a cargo de la suizo-española Isabelle Stoffel, quien afinó un acento específico que en la realidad hace tiempo que no tiene. Es el personaje más potente, cuyas intervenciones se desarrollan en una serie de escenas en las que sorprende siempre, y desde luego exige actoralmente una notable capacidad para componer con pocos detalles el perfil psicológico que obligue a inquietar, sorprender, tanto a sus juzgadores como al público que llena la sala del Teatro Fernán Gómez diariamente, aprobando con su silencio o murmuraciones una versión muy novedosa, ya que se ha eliminado la tradicional escenografía de un tribunal, sustituida por un espacio con banquetas al que los intérpretes llegan en ropa interior para vestirse en los laterales.

En una gran pantalla nos recibe la propia Christie -con una de sus sonrisas más tiernas e irónicas a la vez-, y de inmediato, como surgida de un lejano ensueño, atraviesa el escenario una joven pianista, que amenizará situaciones, además de incorporar un personaje sorpresa.

 

Teatralidad de supervivientes

 

La adaptación ha dejado de lado los aspectos más rudimentarios de una obra de juicios, logrando gran agilidad en un contexto donde el teatro queda al descubierto, al punto de que un mismo actor (estupendo Borja Maestre) es un testigo, y en un instante, otro muy distinto. Una teatralidad desnuda que entronca a la perfección con el fondo de crimen y misterio de la obra, cuyas «teatrales» mentiras y verdades en la versátil conducta de una mujer, forja su propia teatralidad.

Se puede recordar el cuento, así como otras versiones teatrales, e incluso la gran película de 1957, lo cual no afecta en absoluto el poder cautivante de esta apuesta del director Fernando Bernués (El nadador de aguas abiertas, Del color de la leche) que cuenta con un gran reparto que ha de habérselas con el estado puro del arte de la interpretación teatral, sin artilugios, cara a cara con las composiciones que exigen los personajes, y entre todos, el que lleva las riendas es el de Isabelle Staffel (En tierra, Festen), que encarna tormentos de guerra, simpatía y encantos femeninos, arrojo y rabia, hasta dar con un más difícil todavía…

Todos van bien a su alrededor: el abogado simpático con toque cínico, que ha hecho fortuna defendiendo criminales (Guillén Cuervo), el fiscal enérgico que cree tener las de ganar (Markos Marín) y el juez de Adolfo Fernández, medido, histórico (único con el vestuario «cardenalicio» de la época), sin trono, en una simple banqueta, imponiendo orden y respeto con su sola presencia.

Bruno Ciordia aborda de manera verosímil la bonhomía exagerada de su papel, acusado del asesinato de la dulce anciana a la que ayudó a cruzar la calle cargada de paquetes: una imagen clave que, como otras, tiene magia cinematográfica en la descripción verbal, mientras en la gran pantalla se proyectan ilustraciones admirables, propias de la época.

En definitiva, muy interesante producción de un clásico de suspense que, hoy como ayer, cuenta con una eficaz mirada socioeconómica de aquella brumosa realidad de segunda posguerra (tengamos en cuenta que transcurre en un Londres medio destruido por los bombardeos alemanes, a solo dos años de terminada la guerra).

 

 

 

 

Texto: Agatha Christie (1953)
Versión: Roberto Santiago
Dirección y espacio escénico: Fernando Bernués
Reparto: Fernando Guillén Cuervo, Isabelle Stoffel, Bruno Ciordia, Adolfo Fernández, María Zabala, Markos Marín, Borja Maestre Nerea Mazo
Diseño de iluminación: Ciru Cerdeiriña
Música original y audioescena: Orestes Gas
Diseño audiovisual: David González | 2VISUAL
Diseño de vestuario y caracterización: Elda Noriega (AAPEE)
Ayudante de dirección: Virginia Rodríguez
Diseño gráfico y fotografías: Javier Naval
Ilustraciones: Irune Aguirreazaldegui
Producción ejecutiva: Beatrice Binotti
Dirección de producción: Nadia Corral
Distribución: ConTablas Distribución

 

TEATRO FERNÁN GÓMEZ. DEL 19 DICIEMBRE 2024 AL 26 DE ENERO 2025

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