La mano en el fuego (Poesía integra), Juan Antonio Bermúdez
Por Bernardo Santos.
La editorial Libros de la Herida acaba de publicar la obra completa de Juan Antonio Bermúdez, el gran poeta, pero también el periodista experto en cine y gestor cultural afincado en Sevilla que falleció sorpresivamente en noviembre de 2022.
La edición ha sido preparada por los también poetas José María Gómez Valero y David Eloy Rodríguez, amigos de Juan Antonio, corresponsables de la editorial y, el segundo de ellos, autor del prólogo-río de 103 páginas, una apasionada mixtura de ensayo, hagiografía, texto autorreferencial del grupo poético y generacional La Palabra Itinerante y carta de despedida. Todo ello con una magnífica maquetación de Fran Seisdoble, ilustraciones de Patricio Hidalgo y una costeada y elegante edición que denota profesionalidad y cariño.
Amén de un apéndice con materiales diversos, el mayor valor de esta obra íntegra como así la llama, los editores en un juego de palabras entre las acepciones de completa y de honesta, es que pone a disposición del público la poesía de Bermúdez, una obra de gran calidad pero que era prácticamente inaccesible.
Se incluyen los cuatro libros publicados en vida, pero de los cuales solo uno estaba disponible, Sesión continua en el Salón Indien (De la Luna Libros, Mérida, 2015), pues el resto están agotados o descatalogados. Se trata de Compañero enemigo (Libros de la Herida, Sevilla, 2007), Lumbres, vislumbres (Palimpsesto 2.0, Sevilla, 2013) y Calle lenta (Ediciones del 4 de Agosto, Logroño, 2018).
Además, contiene 183 páginas de poesía inédita proveniente de un libro cerrado que Juan Antonio tenía pendiente de publicar con el título de El buen amor y otros árboles de hoja caduca, de otro libro en ciernes titulado Geografía del hogar y de numerosos poemas dispersos. No se incluye su obra, digamos, ensayística y sus colaboraciones periodísticas.
Juan Antonio es, quizás, el poeta más lúcido, fino e interesante que ha surgido en Sevilla en las últimas décadas. Hizo una poesía de profunda raíz crítica, impugnatoria del status quo, donde aflora siempre la fraternidad, la solidaridad, el amor, o como quiera llamarse a esa manera de afrontar las relaciones humanas, y donde aflora también siempre, y por eso mismo, la alegría de vivir, la acción de gracias, pese a todo.
Toda la obra de Bermúdez gira en torno a una propuesta: el amor vence al poder. Una verdad para él irrefutable y cuya poesía se encarga de (de)mostrar a partir de pequeños pensamientos y grandes experiencias o, si se quiere, grandes pensamientos que afloran de pequeñas experiencias. Una propuesta que parte de la observación de la realidad y de la lucidez de quien ha sufrido la injusticia, de quien es consciente de la demasiado frecuente posibilidad del horror. No es una propuesta idealista o apriorística.
Su poesía ensalza la primacía de la fragilidad frente a la fuerza, de lo pequeño frente a lo que aplasta, del cuerpo frente a la máquina, de lo frugal frente al consumo, de lo lento frente al sinsentido frenético, y así sucesivamente podríamos seguir desgranando facetas de la buena noticia que Juan Antonio descubrió y ansiaba transmitirnos. Sin embargo, la radicalidad del mensaje, la convicción de quien lo enuncia, no lleva a descuidar la forma y nos encontramos ante un poeta de altísima calidad. No se puede transmitir la esencialidad del amor a través de una poesía ramplona. Juan Antonio, por eso y también por su amor al lector, siempre trabajó mucho los textos, con ayuda, además, de su innata capacidad y de un vastísimo espectro de lecturas.
Poemas con la palabra precisa, la imagen sugerente, el ritmo y el tono adecuados. Poemas construidos con un objetivo claro, una planificación detallada y que, sin embargo, tienen una frescura casi de escritura automática, que fluyen con una naturalidad pasmosa. Poemas que se quedan en la cabeza y en las tripas mucho tiempo después de leerlos, que te sirven y de los que te sirves.
En este sentido, dada la vastedad de esta publicación y dado que, aunque insuficientemente para lo que se merecería, hay escritas algunas críticas y comentarios académicos sobre los libros publicados de Juan Antonio, lo que sigue se va a centrar en la poesía inédita que esta obra íntegra nos ofrece.
Por su título y estructura, los poemas contenidos en El buen amor y otros árboles de hoja caduca, organizado en siete secciones, cada una correspondiente a un árbol, pudiera parecer que fueran sobre naturaleza o ecología. Sin embargo, solo el último poema, llamado Aprendizaje, habla de los árboles, aunque muchos poemas incluyen observaciones y enumeraciones de animales y lugares naturales. Quiero creer que nombrar cada sección con un árbol, aun indicando el nombre científico de la especie, tienen más que ver con el simbolismo que ese árbol representa respecto a las experiencias de amor, y algo también de desamor, de los poemas que en esa sección se incluyen. Porque, efectivamente, se trata de un libro de poemas de amor. Amores profundos o más pasajeros, identificados en una o más personas, pero siempre amor sincero, incondicional, propositivo. Totalmente autorreferencial, pero extensible por analogía a todas las personas que aman sin cálculos, sin fronteras. No tanto por su heroicidad, que para Juan Antonio amar no significa ninguna heroicidad, sino como reconocimiento a su lucidez, al hecho de que han comprendido que amar así, sin materialismos ni cortapisas consumistas, sin celos y complicaciones, sin superyó, sin identidades, sin patriarcado ni capitalismo, es la única manera de ser feliz. Los poemas dan muchas vueltas por los lugares, los objetos, las comidas, las referencias de todo tipo que acompañaron el proceso de amar de Juan Antonio, el proceso de enamorarse y mantenerse unidos y evitar la ruptura, que, a veces, finalmente, llega, pero que debe abordarse desde el amor al hecho de haber amado. Y no importa tanta autorreferencia, muchas veces incomprensible para el lector, porque sabemos que, para Juan Antonio, solo nombrar, nombrar ese lugar, nombrar ese personaje, nombrar ese objeto, es suficiente para evocar a la persona amada, y eso nos enamora a nosotros con él, nos hace presentes en el lugar y el momento donde el amor se produce.
Los poemas de Geografía del hogar conforman un libro de auto encargo, entendiendo por tal cosa la propuesta, el reto, que un autor se hace a sí mismo para completar una obra con una determinada estructura o composición. Otros libros de Bermúdez también responden a este origen como Sesión continua… donde cada poema se construye a partir de una película, de la experiencia inmediata de verla, de su recuerdo, de su análisis o de una reflexión sobre alguno de sus elementos o el libro Lumbres, Vislumbres, donde los poemas surgen de un trabajo conjunto con otra poeta y cinco fotógrafos a partir de una lista de argumentos predefinida. En este caso, Juan Antonio se compromete consigo mismo a realizar poemas de longitud creciente, siguiendo la famosa sucesión de Fibonacci, es decir, que cada poema tiene la suma de los versos de los dos precedentes, probablemente, como se comenta en el prólogo, inspirado en el libro Alphabet de la poeta danesa Inger Christensen. Una apuesta tan ortopédica para nada desencadena un libro rígido o encorsetado. Sino que, a través de versos con métricas bastante clásicas, consigue un ritmo endiablado que da frescura y agilidad, sobre todo a los poemas últimos que, lógicamente, van siendo cada vez más largos y que nos hablan del hogar en un sentido amplio, donde el hogar es el cuerpo propio, la fusión de los cuerpos con la amada, la propia casa, pero también la comunidad de amigos y por extensión, el tiempo que nos hubo tocado vivir, el que vivimos y el que recordamos, la humanidad y el universo. Por ejemplo:
Y es que el hogar existe porque existen sus puertas,
el hueco que permite la visita y la fuga:
ascender y alejarse, descender y el regreso
al origen
que calienta, ilumina, reconoce.
Parece que Juan Antonio con el reto de la longitud creciente de los poemas, aparentemente frívolo, se plantea ocultar el reto absolutamente sólido de intentar hacer una poesía total, un libro definitivo. El Hogar es el todo y cada una de sus partes, aún las más diminutas, las más desapercibidas, las más despreciables: «El hogar de la piel es límite y es nudo, / y dentro cabe dios, el libro de los siglos, / el universo y la inmortalidad.»
Hogar es todo aquello donde hay vida o que a la vida favorece, tal como hogar es la propia poesía:
Y, al calor de este hogar, brotan las bravas
cascadas del relato
y brota la poesía, ese arbusto de sombra
bajo el que las aisladas, bajo el que los distintos,
se cantan y se cuentan.
Por último, quisiera detenerme en el poema titulado 89, de ochenta y nueve versos que cierra el conjunto. No es posible aquí hablar de la faceta profesional de Juan Antonio relacionada con el cine por su riqueza, su amplitud, su complejidad (valga como ejemplo de reconocimiento el hecho de que recibió el Giraldillo de Oro del SEFF y que el Ayuntamiento de Sevilla y ASECAN crearon premios con su nombre), pero sí es necesario identificarla porque su poesía está muy atravesada por esta experiencia y conocimiento que, a su vez emana, de un profundo amor, de una fascinación.
Pues bien, este poema, que me ha impresionado, es una carta de amor al cine representado en evocaciones de películas que nos atañen como generación, que son parte de nuestra educación sentimental y estética, de nuestra comprensión del mundo, a la vez que identifica en los recursos del cine elementos para comprendernos mejor a nosotros mismos, porque el cine es nuestro hogar. Juan Antonio cita cosas como, por ejemplo, el polvo de mármol como nieve y nuestra incapacidad para comprender la realidad, la noche americana que convierte el día en noche, contra todo el refranero, o la locura de rodar Dr. Zhivago en Soria y de nuestra innata tendencia a lo performativo, al disimulo de los defectos y a la invención de las capacidades:
… es Rosebud y es el péndulo de Estrella, / …. es Garbatella en Vespa y en agosto, / … es el cuarto 2046 / de un hotel de Hong Kong / donde canta un bolero Connie Francis, /… es la noria del Prater como un iris, / que espía la conciencia de la Europa quebrada. / … / es la sombra chinesca del vampiro, / es la luna en la noche americana. / … / los Urales o el pico del Moncayo.
Tras estos dos libros inéditos ya comentados, por último, aparece una colección de poemas sueltos que Juan Antonio no tenía pensado encuadrar de momento en ningún libro donde predominan los haikus y otros poemas breves. Así:
La marcha aturdida,
el paso zurdo,
ese traspiés
del soldado borracho
me representa
en los desfiles.
O como, por ejemplo, el magnífico poema titulado Un Fémur, que escribió específicamente para una reunión de poetas en defensa de la sanidad pública, probablemente uno de los últimos poemas que escribió y que puede leerse aquí: https://www.adspsevilla.es/artivismo/
Aunque Juan Antonio Bermúdez estuvo siempre atento a toda la poesía que se escribía en España como atestigua la evocadora poética que se publica entre los anexos, quizás no se produjo el reconocimiento contrario. Aunque fue incluido en diversos ensayos, análisis y textos referenciales, así como en antologías, aún es injustamente desconocido fuera de Andalucía, incluso me atrevería a decir fuera de Sevilla. Ojalá esta edición arregle ese descosido, ojalá facilite que los lectores de la poesía necesaria que haya por todo el estado se encuentren con Juan Antonio, lo disfruten, se pongan con él a pensar y sentir y no se lo pierdan.
La mano en el fuego
(Poesía integra)
Juan Antonio Bermúdez
Sevilla. Libros de la Herida, 2024