Los Panero, una familia española
ESPAÑA EN SORDINA
LOS PANERO, UNA FAMILIA ESPAÑOLA
Leopoldo María Panero siempre pareció un niño mimado que decía pis y caca para que su madre se asustara y lo sacara de las comisarías. Pero cuando tenía tres años escribía poemas muy adultos sobre la muerte y la extrañeza.
Habla de Peter Pan porque él nunca dejó de ser Peter Pan. Un crío que defeca sobre la cama para que lo miren. Pregunta en todos los mercados por alguien que le dé una noticia sobre él mismo.
Habla repetidamente de echar su semen sobre el cadáver. Reivindica la muerte como la ausencia y la escapada de todo. En contra de la vida que para él era una cárcel. La vida y el lenguaje son una cárcel.
Era un niño de un cuento de hadas con lenguaje maldito. Aún era un niño maduro y cascado cuando les hacía felaciones a sus compañeros de manicomio.
Su madre, Felicidad Blanc era una mujer fascinante que escribió “Espejo de sombras”. Fue amiga de Cernuda en Londres y se hizo la ilusión de que Cernuda se había enamorado de ella. Y aguantaba las francachelas prepotentes de Leopoldo Panero padre.
Leopoldo Panero padre no fue tan franquista como lo pintaron. De hecho, fue represaliado por el franquismo. Yen Londres se encontró con exiliados españoles y defendió la cultura exiliada.
Y fue un poeta muy estimable. Respondió con su “Canto personal” al “Canto general” del Neruda de la etapa comunista. Cuando lo general amenazaba con comerse lo personal. Y yo se lo agradezco. Y a pesar de lo que sentía su mujer, escribió poemas emocionados y nostálgicos sobre ella.
Michi Panero sabía de música y despotricaba sobre todo en la película “El desencanto”. En su existencia perdida, fue lo mejor que supo hacer. Jaime Chavarri lo salvó.
Juan Luis Panero no fue maldito, pero escribió poemas hondos y auténticos. Detestaba a su hermano niño y el hermano niño lo detestaba él. Eran egos enfrentados, pero él vivió de verdad. Un médico le dijo que tenía cáncer y entonces se puso a viajar por el mundo. Y lo cuenta en un libro que no tiene alharacas, pero sí el sabor amargo de la vida.
Son una familia española. Se detestaban y se sostenían mutuamente. Vivían en una casa de Astorga que ahora está llena de fantasmas. Y los burócratas no son capaces de abrirlas unas horas. Quise visitarla pero solo vi la fuente tímida del patio.
Son una familia española. Llena de gritos y susurros, de clamores y de secretos. De pequeñas guerras civiles y de secretos entendimientos. De malentendidos y de vivencias detrás de las rejas.
Y en este país de funcionarios ninguno funciona abriendo su casa. Se sospechan todos los latidos y las tragedias y las soledades más allá de las rejas del patio.
ANTONIO COSTA GÓMEZ
FOTO: CONSUELO DE ARCO