‘Vivir en zapatillas’, de Pascal Bruckner
Vivir en zapatillas
Pascal Bruckner
Traducción de María Belmonte
Siruela
Madrid, 2024
153 páginas
Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca
«Henos aquí invitados a retirarnos a nuestro interior porque el afuera es el abismo».
La conclusión es el inicio y es el tono mantenido a lo largo de este ensayo de Pascal Bruckner (París, 1948), que se revuelve contra la vida actual. Lo que hemos ido construyendo no es tan bueno, aunque sí puede ser muy confortable. «Antes la vida privada tenía necesidad del afuera, estaba inacabada, era su único privilegio. Ahora, secundada por la arborescencia de Internet, es solipsista y se embriaga consigo misma, con las sombras que ella toma por realidad». No es el primer intelectual que critica la vida moderna, algo que sucede desde hace siglos, aunque sí es de los pocos que están consiguiendo resumir todo lo que ha afectado, campo por campo, punto por punto, el confinamiento por el Covid-19 a la convivencia y a los impulsos personales. Bruckner entra en el asunto a través de Oblómov, el personaje indolente y bastante estúpido, aunque con un potencial intelectual enorme, de la novela de Goncharov. E intenta actualizar un espíritu, el de no salir de casa, que se está haciendo demasiado corriente: «El carcelero está en nuestra cabeza», nos advierte.
En realidad, de lo que trata este ensayo es de la paranoia. La define constantemente: «Pero bien podría prevalecer otra tendencia generada por la hidra del miedo: el triunfo de la reclusión, del estar acurrucado», «El Covid-19 ha resucitado las dos grandes fobias modernas: la paranoia, el miedo del otro y la hipocondría, el miedo de sí», «Si la casa se convierte en calabozo, mata el apasionante cuerpo a cuerpo con lo real, deja de ser el hogar para convertirse en un búnker». Y esta paranoia afecta a la sexualidad y a las amistades. Bruckner actualiza cómo están funcionando las relaciones sociales y personales, y los fundamentos con que nos vinculamos a los demás, a partir de la evolución de los principios de convivencia institucionales, de la legislación, de las evoluciones físicas, religiosas o psicológicas, de las nuevas aceptaciones y los límites nuevos. Se muestra vehemente a la hora de exponer sus preocupaciones —«Es sintomático de nuestro tiempo que ya no se hable más de cambio, sino de salvación»—, que tienen que ver con «las fronteras erizadas de fosos, barreras, matacanes». «La libertad se ha convertido en una carga de la que solo nos libra el cercado», expone en una singular paradoja que vuelve a definir la paranoia.
Habla de romper la somnolencia de los días idénticos como respuesta a una vida que se está volviendo ordinaria, urbana y demasiado bajo control. Nos recuerda que la soledad es una patología y la solitud un descanso, aunque adopten la misma forma. Y en el paso por su recorrido, va encontrando fuentes en poetas, filósofos, artistas, gente que nos muestra las versiones de todas las formas posibles de relacionarse con el mundo, mientras desglosa el significado de cada parte de lo que compone una casa o un hogar, el lugar del que nos resistimos a salir como se resistía Oblómov. Bruckner no es ajeno a la religión o a la espiritualidad, ni siquiera cuando regresa a la caverna de Platón o a los cuadros de Hopper. En realidad, nos está apuntando que hay salida mientras nos dicta, una y otra vez, que debemos reaccionar, que aún estamos a tiempo. En ese sentido, este libro es militante, porque confía en el ser humano.