“Días de Luces y Cactus”, de Emma Prieto
Pablo Llanos.
Tras una trayectoria ya consolidada que ha dejado en las librerías tres volúmenes de relatos: «Extravíos» (Caligrama, 2017), «Escamas en la piel» (Adeshoras, 2018) y «Mecánica Terrestre» (Eolas, 2022) y los poemarios «Radiografía de ausencias» (Libros Indie, 2020) y «Respirar Escarcha» (Eolas, 2023), Emma Prieto ha vuelto a confiar en la editorial Eolas para publicar “Días de luces y cactus”, su cuarto libro de relatos que supone su afianzamiento en el panorama narrativo nacional del género.
En este libro encontramos las que ya son las señas de identidad de Emma Prieto: relatos cortos, una cantidad generosa de relatos (17 en esta ocasión) y una voz narrativa que maneja con soltura la prosa poética, las primeras personas asombradas, asustadas y sobrepasadas, el realismo surrealista y el ritmo vivo y constante. La literatura de “Días de luces y cactus” es inteligente, divertida, disfrutona. Es imposible decir de alguno de los cuentos que lo componen: “no me gusta” o “lo he dejado a medias”.
Cuando leí su anterior libro de relatos “Mecánica Terrestre”, intercambié mensajes con Emma Prieto en los que me atrevía a aconsejarle que escribiera relatos más largos. Que eso era lo que le faltaba para publicar en las editoriales punteras del género como Páginas de Espuma. Emma insistió en su idea: «Sí, mis relatos son más cortos. Lo cierto es que prefiero – también para leer – los cuentos más cortos, que se puedan leer del tirón. Intento que el relato concentre tanta intensidad que no sea necesario parar para leerlo. Cuando son largos y tengo que parar la lectura y volver en otro momento siento que me pierdo cosas.»
Después de leer “Días de luces y cactus” he de reconocer que estaba equivocado y que Emma tenía razón. Reconozco ahora en su obra un elemento literario, artístico que antes había pasado por alto: la intención. Cualquiera puede pedir a chatGPT que le escriba un relato de tres folios. En ocasiones, obtendrá un resultado que será difícil (incluso a ojos expertos) distinguirlo de creaciones humanas. Si bien los algoritmos pueden crear churros de lo que conocemos como prosa, carecen de intencionalidad. La creatividad, la literatura se distingue también por la intención (algo que quizás en la poesía llamamos “la poética” del autor y en prosa “el discurso” del autor). La intención de Emma es clara, perseverar en relatos de una longitud corta. Crear una poética con la extensión de los relatos, con su ritmo y con su intensidad.
La utilización del tiempo, la extensión, el equilibrio entre la ironía y la melancolía, entre el asombro y el susto, entre el realismo y el surrealismo, entre la ruralidad y la urbanidad están detrás de su visión de la vida, de la escritura y de la literatura.
Se percibe en la escritura de Emma Prieto ciertos rasgos de buena escritora: preparación, cuidado por el estilo, por el lenguaje, por el ritmo. Se adivina mucha preparación y muchas lecturas, pero sobre todo, un profundo amor por el género del relato breve que deja de manifiesto en el último relato del libro “Zona de Expurgo”, en el cual aparece la Emma más posmoderna con todo una fragmento del relato realizado con citas de textos como “Rayuela”, “Memorias de Adriano”, “Crimen y castigo”, “Tiempo de Silencio”. Para corroborar la intencionalidad de Emma Prieto en crear una poética propia del relato cabe recordar que ya su anterior libro de relatos terminaba también con un relato-manifiesto del género breve.
Alrededor de cierta relación con el hecho de escribir transcurren ciertos relatos. Y es que ese gesto de escribir, leer, contar es algo que nos acompaña a diario sin darnos cuenta. Así ocurre en La fragilidad de las metáforas, dónde el protagonista aprovecha el texto de los bizums para comunicarse con su ex, El lento fluir de la sangre, en el que entre las conversaciones de la protagonista con sus médicos se deslizan unas interesantes reflexiones sobre cómo contar,
“Definir para mi es como atornillar algo, parece sencillo, pero no logro poner la fuerza necesaria ni girar con eficacia.”
En San Jordi, un adolescente tiene que escribir un cuento y su madre le ayuda y en el emotivo Maneras de quedarse, una trabajadora social escribiéndole una carta a uno de sus usuarios. Sigue el juego en Criaturas Marinas donde una sirena escribe un largo mensaje con el móvil a su padre. Para acabar con el ya citado Zona de Expurgo en el que Emma Prieto riente homenaje a uno de sus maestros Eloy Tizón.
Todos los cuentos citados están narrados en primera persona, al igual que Juegos de niños, (con una referencia al poeta Ben Clark), el divertido Equipo de protección personal y el psicológico La generosidad necesaria. De hecho, casi todos los cuentos transcurren en primera persona excepto Islas a punto de hundirse: que cuenta con tres voces distintas narrando la huida de una adolescente enamorada de un hombre mayor, (un tema clásico al que se le da una interesante vuelta de tuerca), Futuro dorado.y Pensaba que esto sería diferente: La historia de un rider y una langosta en la que cierta metanarratividad nos lleva a descubrir que es un relato originalmente escrito en primera persona.
Y es que Emma Prieta ejerce ya cierta maestría en un tipo de voz muy característica que se proyecta desde cierto gap entre la crueldad y la ternura, entre el realismo y la fantasía, entre la urbanidad y la naturaleza. Una voz regalada a personajes que se enfrentan a miedos que no esperaban, que quizás no eran conscientes que tenían. Personajes frágiles a los que no es necesario apretarles mucho las tuercas para ponerles contra el mundo. Solo sacarlos de su rutina diaria. Grandes ejemplos de esto son en los relatos Brad (una mujer solitaria estafada por internet por un falso Brad Pitt), Suelta forzudo (La frágil frontera entre un hombre y un pájaro) Rehenes del verano. (Una jugadora de balonmano que carga con el asesinato de alguien que no sabe quién es.)
“Pensaba que cargaba con tu muerte. Ahora sé que te llevo en mi vida»
No quiero acabar estas anotaciones sobre mi lectura sin resaltar la habilidad de Emma Prieto para crear escenarios ecorrurales, donde la urbanidad, la naturaleza y la ruralidad se entremezclan. Sopladores de hojas, fuegos artificiales, vagones de metro transportando sirenas, plantas de interior, una forma única de entender la ciudad hasta convertirla en naturaleza.