Fragmentos volanderos

Nuevos fragmentos sobre la vanidad

 

 

La Bruyère decía que “el adulador no tiene buena opinión de sí ni de otros”. Sin embargo, paradójicamente e inversamente, el vanidoso tiene buena opinión de sí y buena de los otros (por eso confía en el criterio de los aduladores y los busca como un mendigo). Bien que a su vez lo más seguro es que al adulador, más allá de lo que se refiere a sí, no le importe ninguna opinión…

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Además de convertirse en un mendigo del adulador, el vanidoso mismo es el que más peligro corre. Ya advertía nuestro Baltasar Gracián que “la adulación es más peligrosa que el odio”. (Yo habría puntualizado diciendo que es la forma más peligrosa del odio).

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En esta línea de los caracteres podríamos también decir que la persona fuerte tiene buena opinión de sí y mala de otros, la persona insegura mala de sí y buena de otros… La vanidad tiene que ver con la inseguridad del carácter, el orgullo con su dureza, y la soberbia con su violencia. Por esa inseguridad, la vanidad necesita el halago.

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Ninguno de ellos se juzga correctamente… Sólo el desconfiado es un perfecto conocedor de sí mismo y de los demás.

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De todos modos, no soy tan cruel para pensar, como Gracián, que “como no alcanzan las superlativas perfecciones de los otros, los vanidosos páganse de su propia medianía”. Sencillamente, creo que todos, incluidos los que no alcanzamos superlativas perfecciones, amamos nuestras propias cosas ─aunque medianas─ porque son nuestras, porque son nuestra creación: se quieren como a hijos, aun comprendiendo que haya otros más guapos o más listos. Así, uno tiende a pensar que sus ideas son las mejores, sólo porque las ama… Pues eso, como ama a los hijos.

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De esta manera, y mal que me pese, considero que la persona vanidosa es la más feliz, en cuanto que la vanidad es la expresión de una complacencia de sí mismo, complacencia que es la sustancia de la felicidad.

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Una persona vanidosa ya no tiene necesidad de ser redimido por la sangre de Cristo y, así, ganarse el Cielo como todos los demás. Él ya lo tiene, él ya está en la Gloria Bendita.

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Es por lo que a veces puedes tener la sensación de que no es suficiente con despreciarlos. Y es natural que te asalte la duda de si el desprecio no les resbala como el agua sobre el impermeable (moral) que llevan puesto…

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En particular, de repudio debe ser objeto aquel que se vanagloria de su saber, pues no sabe que él y todos estamos sumidos en la ignorancia. Pero de un repudio aún mayor resulta aquel que se excusa o se victimiza de su no saber: y es que no hay tipo más reprobable que aquel que se justifica de algo por su ignorancia o su incultura, pues es él el único (o mayor) culpable de no haber intentado salir de ella.

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“A nuestra vanidad le gustaría que aquello que nosotros mejor hacemos la gente lo considerara precisamente como lo que más difícil de hacer nos resulta” (Nietzsche). Yo considero todo lo contrario: el orgullo de exhibir nuestras cualidades presentando como una capacidad natural lo que realmente nos ha costado un largo camino de instrumentalización.

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Nada de lo que es del vanidoso y no te afecte en tu vida merece gran seriedad, pero, ¡ojo!, todo lo que es del vanidoso y afecte a tu vida requiere gran seriedad y cuidado: te será necesario emplear el humor.

 

 

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