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Personaje del año

Todos los años en el mes de diciembre, la conocida revista TIME elige su “personaje del año”, una especie de galardón sin premio que se convierte automáticamente en noticia mundial y que da el pistoletazo de salida a los resúmenes de los últimos 365 días, a las revisiones, a ese volver la vista atrás (siempre salpimentada de nostalgia y alivios, sonrisas y lágrimas) por el año que se va.

La revista comenzó su tradición, originariamente denominada como “El hombre del año,  en 1927. Sin embargo, fue evolucionando poco a poco a la par que las ideas, los derechos y las sociedades, hasta que en 1999 fue rebautizada como “Persona del año”, pues el título se había mantenido en género masculino incluso en los años en los que la distinción había recaído en una mujer.

Con vocación global, aunque indudablemente marcada por su perspectiva estadounidense (un sesgo quizá inevitable para una revista que mira el mundo desde Nueva York) la icónica portada anual del mes de diciembre ha retratado figuras mundiales: muchos presidentes y jefes de estado, deportistas, políticos, artistas (Taylor Swift, por ejemplo, fue la elegida el año pasado) también grupos (periodistas o científicos) e incluso ideas y movimientos ( el Me Too en 2017; la lucha contra el Ébola en el 2014,  las protestas civiles de la primavera árabe en el 2011; o el movimiento feminista en 1975)

Sin unas reglas establecidas, la revista utiliza el criterio de elegir “la persona, el grupo o la idea que, para bien o para mal, más ha influido en los acontecimientos del año” y para responder a las controversias surgidas a raíz de muchas de sus polémicas elecciones (desde Hitler en 1938 a Jomeini en 1979 entre muchos otros) sus editores aclaran que su criterio no es la virtud, sino el impacto, y que la elección del personaje no supone un respaldo o apoyo al personaje en cuestión sino remarcar su influencia y repercusión en la historia.

En este 2024, la revista le entrega la portada por segunda vez a Donald Trump y, en mi opinión, yerra. Si bien el regreso al poder del mandatario impactará de manera drástica y significativa en todo el mundo (y en temas como el medio ambiente, también de forma tristemente irreversible) la relevancia de sus cambios, aunque quizá no el tamaño, queda eclipsada por los ocasionados por una mujer de clase media de 72 años, anónima hasta hace pocos meses, que ha dado al mundo una lección inconmensurable de dignidad y valentía.

Con más gestos que palabras, Gisèle Pelicot ha transformado el mundo y sus ideas ofreciéndonos una nueva perspectiva, abriendo un camino ejemplar de cómo es posible crecer y engrandecerse en el trauma y el dolor. Con más actitud que discursos, ha mostrado a la sociedad la senda de la justicia (que no siempre depende o necesita el veredicto de un tribunal) de cómo rechazar la vergüenza y el estigma que casi siempre recae en las víctimas de violencia sexual, para transferirlo, corregido y aumentado, a quien únicamente le corresponde por la responsabilidad de sus actos: al criminal y perpetrador. Como ella mismo dijo ante el tribunal, explicando su petición de declarar a cara descubierta y que el juicio fuera público: “La vergüenza tiene que cambiar de bando”.

Su modelo de comportamiento, como mujer, como madre y como ciudadana, hubiera merecido la portada de la revista TIME. No por su virtud sino por su audacia, por su coraje y por el impacto que alguien sin una autoridad formal, sin un cargo o una alta posición en la jerarquía de poder mundial, ha sido capaz de alcanzar. Que si bien no ha cambiado el mundo tangible (aún), sí ha transformado algo mucho más difícil, la cultura y la consciencia de cómo pensamos y cómo debemos actuar. Porque al archiconocido lema nacional francés «Liberté, Égalité et Fraternité»  le ha añadido un nuevo y grandioso sustantivo: «Diginité». Vaya si eso no es un cambio.

Fernando Travesí 

Fernando Travesí

Escritor y dramaturgo galardonado con el Premio Nacional de Teatro Calderón de la Barca por su obra “Ilusiones Rotas”. Entre su producción teatral se incluyen “Palabras de amor, sangre en la alfombra”, “Tú, come bollos”, “Acuérdate de mí”, “El Diván”, "El espacio entre medias" y "La sensación de no saber estar", representadas en diversos escenarios españoles (incluyendo el de la Muestra de Teatro Español de Autores Contemporáneos) latinoamericanos y estadounidenses. En el ámbito narrativo, es autor de la novela “La vida imperfecta”, (Editorial Editorial Siltolá, España. Editorial Planeta, Colombia) premiada con el Premio de Novela Corta del Fondo de Cultura Económica (Colombia). Es también autor del libro "Peter, Niño Soldado" (Ed. Martínez Roca, Grupo Planeta 2004) y su más reciente publicación e el libro de relatos “El otro lado de las cosas (que ocurren bajo el cielo de París)” (Editorial Siltolá, España)

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