«Expediente Netanyahu», de Alexis Bloom
JOSÉ LUIS MUÑOZ
De rabiosa actualidad es este excepcional documental seleccionado por los Oscar que no estrena ninguna sala comercial, de momento, pero que se puede ver en Filmin, la plataforma que es una verdadera joya para cinéfilos y mentes inquietas. ¿Quién es Benjamín Netanyahu, Bibi, ese prófugo de la justicia internacional y quizá de la de su propio país?
Expediente Netanyahu es un film de la sudafricana Alexis Bloom que recoge, entre otros muchos testimonios, el interrogatorio policial del actual primer ministro de Israel por sus supuestos delitos de corrupción política a los que se enfrentaba y que quedaron pospuestos sine die por la masacre que desencadenó en Gaza con motivo de los sangrientos atentados del 7 de octubre. Mientras dure la guerra, el proceso no avanza, así es que hagamos que la guerra sea interminable.
El documental, ágil, nada aburrido, que se degusta como si de un thriller policial se tratara, pone al descubierto el político correoso que es Bibi, como popularmente se le conoce, su carisma casi cinematográfico, su odio a los palestinos desde que su hermano Yonatan, militar como él, falleciera en el rescate de rehenes en el aeropuerto de Entebbe (fue la única víctima del escuadrón), y resalta su carácter irascible (bien patente en esos interrogatorios policiales a los que se ve sometido en su propio despacho) y prepotente que se cree por encima del bien y del mal. Alexis Bloom, que consigue grabaciones de los interrogatorios policiales al círculo más próximo al primer ministro, recaba también la opinión de algunos de sus más cercanos amigos, como el productor de Hollywood israelita-norteamericano Arnol Milchan —Érase una vez en América, L.A. Confidential, Heat, Pretty Women y muchos otros éxitos— que obsequiaba al matrimonio Netanyahu con cigarros, champán y joyas.
Pero hay mucho más en este clarificador documental, como las suculentas respuestas de Sara, la tercera esposa del mandatario, realmente la primera ministra, a la que Bibi, según declara uno de los guardaespaldas, teme, una adicta al champán, según una de las colaboradoras de la familia, que contesta con desplantes a los interrogatorios policiales, cuestionándolos y haciendo alarde de su poder, o el hijo de ambos, Yair, más ultraderechista que su propio padre, que se perfila como su sucesor, igual de altanero que sus progenitores.
No sale bien parado el político israelita en este documental que constantemente apela a su temor de que se cierre a sus espaldas la puerta de una celda (habrá que ver si será de Tel Avid o de La Haya) por sus corruptelas en su país y por los numerosos crímenes de guerra perpetrados en Gaza y Cisjordania. De Bibi hablan mal hasta sus más íntimos colaboradores, como Nir Hefetz, responsable de imagen durante sus exitosas campañas electorales, que se han ido apartando de él como de la peste, o las críticas feroces que recibe del ex primer ministro Ehud Olmert, juzgado y condenado por corrupción política.
Hace el documental especial hincapié en cómo, para mantenerse en el poder, su tabla de salvación para eludir sus numerosos problemas con la justicia, se alió con los extremistas del Partido Sionista Religioso, ofreciendo a Bezamel Smotrich, su líder, la cartera de Finanzas, y el Poder Judío de Itaman Ben-Gvir, al que nombró ministro de Seguridad Nacional, un líder que aplaudió el asesinato de Isaac Rabin en su momento.
El documental empieza y acaba con la masacre del 7 de octubre, atentado que se produce cuando Benjamín Netanyahu quería controlar el poder judicial para provecho propio y debía enfrentarse a las manifestaciones más masivas en su contra, y con la desproporcionada venganza del ejército israelí que lleva más de un año arrasando la franja de Gaza y asesinando a miles de civiles.
Con el retrato siniestro de este personaje que ofrece la documentalista sudafricana, el espectador puede sospechar que el atentado de Hamás — organización a la que siempre favoreció Israel, incluso económicamente a través de Qatar, como se dice en el documental, para fragmentar la resistencia palestina— y la masacre orquestada en respuesta al acto terrorista pueda ser la cortina de humo sangrienta —la que insinúa el cartel oficial de la película que funde el humo del cigarro de Netanyahu con el de las ruinas de Gaza— tras la que se refugia un político delincuente que practica el terrorismo al que dice combatir. Que el Mossad, el mejor servicio de inteligencia del mundo, que descubre las guaridas de todos los jefes militares de Hamás y Hezbolá para, a continuación, asesinarlos, no estuviera al corriente de los preparativos del 7 de octubre, y que Israel, un estado militarizado de norte a sur, dejara que los miembros de Hamás masacraran a la población de los kibutz fronterizos sin intervenir sino muy tarde, no deja de resultar altamente sospechoso, pero eso es mera especulación, jamás lo sabremos a ciencia cierta.
Netanyau, Bibi, y su estirpe, porque estamos hablando de un clan, acabarán en el basurero de la historia, el de los desalmados, tras haber provocado el caos y la destrucción a su alrededor y generado un dolor inmenso que difícilmente podrá sanarse, y en el banquillo de los acusados si es que en la tierra existe algún tipo de justicia. Para personajes así uno querría creer en la existencia del infierno.
En medio de tanta barbarie y desolación, el testimonio de una joven superviviente de uno de los kibutz atacados el 7 de octubre y que ha perdido a 90 personas conocidas, abogando por el entendimiento entre comunidades, algo ilusorio e imposible hoy, y el fin de esa matanza sin sentido en cuya charca de sangre Netanyahu se revuelca.