‘Escrito en la tierra’, de Francesc Miralles
Héctor Peña Manterola.
Ha sido mi primera vez con Francesc Miralles. No me avergüenza decirlo. A fin de cuentas, se dice que siempre hay una primera vez para todo. Pues esta ha sido la mía. El libro en cuestión ha resultado ser Escrito en la Tierra, que terminé hace semanas, pero he estado bastante atareado y he ido posponiendo la reseña hasta ahora. Lo cogí en un momento de incertidumbre vital. Recuperado de unos problemas de salud que podrían haberlo sido todo y se quedaron en nada, el cuerpo me la jugó en una de esas peripecias tan graciosas que tiene la biología, sustituyendo unas molestias por otras. Leer a Francesc, imbuirme de los múltiples temas y registros que aborda en la obra, me posiciono en un equipo que rara vez participa en la literatura: el de los optimistas.
Escrito en la Tierra contiene tres secciones «temáticas», por denominarlas de forma que nos entendemos todos: la cocina de los libros de éxito, los mejores artículos de su blog semanal y sus experiencias en un retiro espiritual (de las cuales, en la línea de mis reseñas, no desvelaré nada, ni siquiera el tipo de retiro; lo que si diré es que a priori, cuando el autor desglosa la estructura de la obra, era la parte que menos llamaba mi atención, y, al llegar a ella, «entró sola»).
Como autor, abordé la lectura de la primera sección (o parte) con entusiasmo. El estilo de Francesc es sencillo y fluido. Salta de la página para obligarte a seguir leyendo. Cuando cierras el libro porque, por desgracia, la vida trata de interponerse en la lectura, las letras sacan esos apéndices negritos que aprendí a odiar en Paleografía y se niegan a volver al territorio de los párrafos abandonados.
Partiendo de que la totalidad de la obra refleja experiencias biográficas de la emocionante vida de Francesc, sus experiencias literarias parten del humilde origen del autor que lucha contra los elementos y sus vaivenes (económicos, románticos, etc) y consigue triunfar, construirse una carrera, labrarse un nombre. Disfruto mucho de la literatura de la esperanza. La triste realidad, en España y en muchos otros países, es que la mayoría de los escritores se ven obligados a serlo a tiempo parcial. Cambian de máscara en el trabajo, le roban tiempo a la familia. Lo que en psicología se denomina «una huida hacia delante».
La segunda parte (o sección) me resultó de lo más llamativa. Entiendo que a un seguidor de su blog tal vez no le sorprendiese, pero ya fuera debido a la forma de narrar o al contenido del texto, que en ocasiones me pareció moralizante (aunque tal vez no fuese la intención), deseaba saber qué me encontraría en el siguiente capítulo. Lo que me gusta de los libros de relatos es la variedad. Que cada uno sea único a su manera y tú, querido lector, no sepas qué acecha a la vuelta de la página. Así me sentí yo.
Respecto a la tercera ya os he dicho que mutis, que no, que aunque me torturéis, mis labios están sellados.
Concluyo diciendo que lo primero que pensé al terminar el libro fue en ir derechito a la librería a comprar Ikigai. Coescrito con Héctor García (de quien podéis leer la reseña de La Era de la Eternidad y la entrevista que le hicimos el año pasado), es posible que lo conozcáis. En ese caso, creo que cualquier otro título de Francesc es una opción igual de viable.