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NAVIDAD Y POESÍA

Por Antonio Costa Gómez.

Ahora no nace nada, todo se fabrica. Y no quieren misterio, todo lo quieren controlado y explicado. Vigilado por la policía de la razón.

Pero la poesía sí se abre al misterio. Y a menudo lo refleja. Gerardo Diego en “Versos divinos” dice en una “Canción al niño Jesús”: “Si la palmera pudiera /volverse tan niña, niña, / como cuando era una niña/ con cintura de pulsera / para que el Niño la viera”. Diego celebra la gracia y la vitalidad originales.

Juan José Domenchina en “La sombra desterrada” incluye un poema que se titula “Mañana será Dios”, que insinúa una Navidad. La cama rutinaria que todos los días lo recibe no es cauce para el sueño sino para la angustia. Pero un día de pronto se hará un prodigio y verá un nacer: “Mañana será Dios y su porfía/ sacudirá, violenta, al mal dormido / con su irrupción de polvo o nuevo día”.

En “La visita de Dios”, de Luis Cernuda (en el libro “Las nubes”) está implícita una Navidad: “Si el amor no eras tú ¿quién lo será en este mundo? / Compadécete al fin, escucha este murmullo / que ascendiendo llega como una ola / al pie de tu divina indiferencia”.

En “Navidad en el Hudson”  (de “Poeta en Nueva York”) García Lorca se lamenta de la desolación del mundo del mundo de dinero y fabricación sin misterio: “No importa que cada minuto / un niño agite sus ramitos de venas”. No importa el misterio del nacer y todo es desembocadura en lugar de río que nace.

Pero en “Romancero gitano” Lorca ofrece toda su gracia a la gracia de la Navidad. El arcángel San Gabriel está orgulloso de ser anunciador. “El Niño canta en el seno / de Anunciación sorprendida./ Tres balas de almendra verde / tiemblan en su vocecita”.

En la tierra hay un Nacer que rompe los muros (qué escándalo, que la Policía de la Razón encarcele a todos los implicados) pero el ángel sube tan contento : “Ya San Gabriel en el aire / por una escala subía./ Las estrellas de la noche / se volvieron siemprevivas”.

Celebramos un nacimiento extraordinario. Pero ahora no nace nada, todo se fabrica. Hay un histerismo de lo artificial. Se habla de “inteligencia artificial”, como si se pudiera fabricar la inteligencia.

También harán un Dios artificial, y un universo entero artificial. Y todo será fabricado, un producto. La arrogancia del Homo Mecanicus no tiene límites, lo empobrece todo, lo despoja todo.  Y pretende controlarlo todo.

Pienso en el concepto de nacer. Un prodigio, un encanto. Venir a la luz algo desde las entrañas, desde el secreto. Yo plantaba patatas en mi aldea en Galicia a los seis años y quería observar como nacían, me fascinaba. Pero en Navidad es un nacimiento extraordinario, y ahora solo admitimos lo ordinario. Lo sujeto a fórmulas y algoritmos, sin espíritu.

Ojalá naciera algo en nosotros. Naciera Alguien al que no podemos meter en fórmulas, domesticar, dominar. Alguien que nos ayude y no esté a nuestras órdenes. Que naciera algo en alguna esquina del mundo no sujeta a fórmulas y algoritmos, todavía preparada para la sorpresa y el prodigio.

Según Simone Weil la gracia no anula a la naturaleza. Solo la completa y la ahonda. La gracia nos libera de la pesadez. Los mecanicistas a partir de Descartes concibieron la Naturaleza como una jaula estrecha de leyes y eso es bastante discutible.

Autores como Emile Boutroux discutieron pronto la vigencia de las leyes de la naturaleza (que los propios científicos desdicen continuamente). Pero la gracia da vida y encanto a la naturaleza. Abre la libertad, como decía Novalis de la noche.

En cambio los que reducen todo a fórmulas y algoritmos desprecian la naturaleza. La pisotean y la manipulan sin fin.  La encierran en algoritmos sin vida y la desvirtúan. Le quitan el aura, como decía Walter Benjamin.

Y ya no hay nada natural en nuestro mundo, todo es un montón de chatarra tecnológica que nos complica la vida. Y que enriquece a los que ya son ricos y esclaviza a todos los demás. Y nos hace jadear en un agobio sin fin, nos tienen a todos acorralados.

Pero yo espero aún un Nacimiento. Espero como en todas las Navidades que nazca algo en nosotros. Y que venga Alguien secretamente no sujeto a algoritmos. Y que nos dé por un momento un poco de gracia y de ilusión. Y de aura y de prodigio. En la Naturaleza de verdad y más allá de ella.

Espero que nazca algo y nos deslumbre. Y nosotros mismos nazcamos sin que nos fabriquen ni nos diseñen. Como nace en las obras de Fra Angélico o de Leonardo da Vinci. O de Edward Hopper, cuando esa mujer solitaria espera que nazca algo en su cuarto de hotel. O de Emil Nolde con su Niño expresionista que viene como un viento encantado.

Ahora no nace nada, todo se fabrica.  Pero la poesía (que pese a todo es inspiración, o sea, recibir aire, y no fabricación) es una Navidad permanente.

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