Mario Pérez Antolín, galardonado con el Premio Internacional Juan Gil-Albert de Escritura Aforística y del Yo
Redacción.- El escritor Mario Pérez Antolín ha sido galardonado con el Premio Internacional Juan Gil-Albert de Escritura Aforística y del Yo en su primera edición, convocado por el Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert en homenaje al insigne poeta alcoyano. El autor ha sido reconocido por su obra Idear lo insólito, que le ha valido un premio de 5.000 euros, tras ser seleccionada entre las 48 obras presentadas en este certamen.
El anuncio de la resolución fue realizado por el diputado de Cultura, Juan de Dios Navarro, quien destacó que el objetivo del galardón es tanto potenciar la literatura aforística, género cultivado por Gil-Albert, como dar visibilidad al autor que forma parte esencial del patrimonio literario de la región. Según Navarro, la participación en esta primera convocatoria, con 48 originales recibidos, es un gran éxito y un tributo a la figura de Gil-Albert, según narra Juan Fernández en su crónica para el diario La Información.
Pérez Antolín es uno de los escritores más firmemente comprometidos con el género más breve, en el cual ha publicado varios libros en los últimos años y que ha reunido recientemente los más breves en Mínima esencia. Respecto a esta última obra, Ignacio Gómez de Liaño afirmaba en el prólogo que «el lector que se anime a leer este libro encontrará, antes que ejercicios de ingenio, ocurrencias varias o frases lucidas, un catálogo de pensamientos intensos que no dan la espalda, cuando procede, a la emotividad poética. Agudeza, lirismo, cognición y síntesis son los cuatro componentes fundamentales de todo buen aforismo que se precie».
En opinión de Jaime Siles, «Mario Pérez Antolín se mueve en un territorio filosófico-literario de no siempre fácil clasificación por lo amplio y complejo de los temas tratados en el mismo. Y no es que al género por el que opta le falte tradición. No, nada de eso: el suyo parte de la gnomé griega, se impregna de la sententia latina, disfruta con la geografía del aforismo, se divierte con el apotegma y alcanza esa porción de rápida y enigmática certidumbre que produce la frase encontrada, más que por la marmórea frialdad del razonamiento, por el ágil capricho que generan las misteriosas acrobacias del azar».