«Cabaña Mínima / Cabañas Escrita», de Lola Irún
Por Pablo Llanos.
Esta es una reseña escrita sobre Cabaña Mínima y una reseña mínima sobre Cabañas Escritas. Siendo ambas la misma reseña sobre el libro de Lola Irún, Cabaña Mínima / Cabañas Escritas (La Garua, 2024). Y es que, se mire por donde se mire, estes es un libro doble. Un libro con un doble género, poesía y ensayo. Un libro alrededor de una sola construcción: la cabaña. Un libro que se puede empezar por un lado o por el otro, siendo un libro distinto por cada uno de ellos, pero siendo uno solo. Un libro sin contraportada.
La sinopsis del libro en la web de la editorial da a entender que ha de empezarse a leer por el poemario, “Tras los poemas, unos breves apuntes en prosa”. Porque eso es lo que hay al otro lado del libro, un ensayo sobre el acto de la creación por el que, he de decir, empecé a leer esta obra. Así que en este orden la voy a reseñar.
Cabañas escritas
Este es el cuarto libro de la poeta y filóloga barcelonesa Lola Irún y hasta el momento, su obra más completa. Un libro con el propósito de abarcar mucho y la sensación de llegar a conseguirlo. Por uno de los lados nos encontramos con “Cabañas escritas”, un ensayo alrededor de la cabaña y del recogimiento, de la interioridad, como refugio de filósofos, poetas, escritores, y artistas, que eligieron alejarse del ruido social y retirarse a la naturaleza, en soledad, buscando una forma distinta de habitar, pensar y crear. De ser.
Porque de eso se trata, de una indagación en la creación y en el ser. Como si esto fuera algo indisoluble.
El arte y la poesía construyen realidades. Ya escribió Oscar Wilde algo que podría haber sido una sinopsis de este libro: «la gente ve nieblas, no porque haya nieblas, sino porque poetas y pintores han enseñado la belleza misteriosa de tales efectos. Podrá haber habido nieblas en Londres desde hace siglos. Seguramente las hubo. Pero nadie las veía, y por lo tanto nada sabemos de ellas. No existieron hasta que el Arte las inventó.»
Y Lola Irún lo constata en cuarenta y cinco textos en forma de ensayo lírico. Cada una de esas cabañas es también una poética, una reflexión sobre el acto creador.
Cabe desatacar que, aunque el punto de partida son las cabañas y en el libro leemos ejemplos reales como los de Goethe, Thoreau, Heidegger, Roald Dahl, Dylan Thomas, hay un punto de inflexión en la cabaña de Virginia Woolf. Es de sobra conocida su habitación propia, un habitáculo de uso exclusivo para desarrollar en él a solas la libre actividad intelectual. Un lugar para poder concentrarse en la lectura y la escritura, para emanciparse de lo doméstico y desarrollar la individualidad, la conciencia de sí. El ser. Porque dentro de la habitación propia, hay otra habitación propia. Lola Irún explora esos otros lugares propios en la obra de otros creadores que no tuvieron una cabaña física pero sí un refugio. En escritoras que relacionaron su creatividad con el espacio de su hogar. Estamos ante un recorrido que nos lleva por varias artes, en varias épocas y con un ramillete de escritoras entre las que vamos a encontrar con novelistas actuales como Sara Mesa, e incluso con poetas en ciernes como Eva Muñoz o Elia Quiñones. Lola es el ejemplo perfecto de que escribir es un acto de generosidad consigo misma y con los demás.
Cabaña Mínima: Poemas.
Toda creación se sustenta en las anteriores. Lo escribió en una carta Isaac Newton “si he logrado ver más lejos ha sido porque he subido a hombros de gigantes” citando a Bernardo de Chartres, que la pensó en siglo XIII. Todo creador sabe que hay que escalar los montes de la tradición para allí construir tu propia cabaña. A Lola Irún le quedan fuerzas para, después salvar el desnivel del ensayo lírico, lanzarse ella misma a la creación de un poemario en torno al ser, la creación, las cabañas.
Nos encontramos con 55 poemas, divididos en cuatro apartados. Algunos de los poemas están claramente ligados a los ensayos (incluso se titulan igual). Ejemplos de esta idea antes citada de Newton son aquellos en los que a través de las casa quedan relacionados dos creadores. Si en la parte ensayística habíamos averiguado que Buster Keaton en “Una Semana” se sube a lomos del cuadro “Casa giratoria” de Paul Klee, la autora se encarama a ambos como una niña pequeña que goza mientras crea “Casas de cine, pintadas”.
Va más allá en la dupla de poemas “Roble centenario” y “La cabaña de Goethe”, poemas de los que un sendero conduce del pensador germano a Jorge Semprún. La guinda la pone “La cabaña de Todtnauberg” ensayo y poema hablan del encuentro entre Heidegger y Paul Celan. Dos gigantes a cuyos hombros también se sube Lola Irún para crear varios poemas en cuya cima construye “El encuentro”:
En la existencia, la escritura,
retirar
las ramas sobrantes.Descubrir en la poda
el vínculo, el fulgor,
la estética vivencia.Avivar el fuego y esperar
el encuentro,
la lectura secreta
Aunque hay una resonancia entre los poemas y los ensayos líricos la estructura del poemario es un plano secuencia en el que el vuelo de un pájaro entra nos lleva a colarnos por la ventana de un hogar en el que una niña ve como su cuerpo va desarrollándose hasta ser el de una mujer que recorre la casa convirtiéndola en un espacio propio para la creación. Como si cuerpo, ser y creación fueran algo indisoluble.
Lola Irún va sobrada de poesía. La dedicatoria es un poema a sus maestros. El primer poema, un agradecimiento a sus lectores, a la par que un manual de bienvenida a su “Cabaña Mínima”.
El libro lo competa
un nidal de lectores
el vuelo del azar nos reserva una cita
En estos poemas encontramos el sendero de retorno al hogar, del regreso al aula sabia, al lienzo, a la palabra, al pensamiento, a un nosotros mismos que, como las cabañas, es víctima de la especulación constructora de egos.
Hallar em la tensión
de la experiencia y el lenguaje
la intuida oquedad
Desde la cabaña del bosque llega un olor a comida de olla, a literatura reducida a fuego lento, harina existencial, tropezones históricos, presas poéticas. Un hornillo. Una marmita. Lola Irún tiene mano de poeta.