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Carmen Palomo Pinel: «No creo que la poesía sea una carrera, sino más bien un camino»

Carmen Palomo Pinel (Madrid, 1980) es doctora en Derecho Romano, materia de la que es profesora en la universidad CEU San Pablo de Madrid. Actualmente es IP del proyecto “DEFINITIO: Las definiciones de los juristas romanos en el Digesto: una revisión crítica” (https://www.proyectodefinitio.com). Compagina su dedicación académica con la escritura poética. Ha publicado Glosas al fuego (Hebel, 2016, edición bilingüe español-italiano, I Premio Internacional de Poesía «Francisco de Aldana»); Las costuras del hambre (Esdrújula Ediciones, 2019, II premio Esdrújula); Un silencio habitado (Diputación de Salamanca, 2021, accésit del VIII Premio Internacional de «Poesía Pilar Fernández Labrador»), DIDO (Universidad Popular José Hierro, 2021, XXXII Premio Nacional de poesía José Hierro), Madre de cenizas (Gravitaciones, 2022, I Premio de poesía («Gravitaciones»), En tu espalda el desierto, (Diputación de Soria, 2023, XLI Premio Leonor de Poesía) y Ser mirada (Pre-Textos, 2024), Premio Ciutat de València – Juan Gil-Albert. Además, gracias a su libro Ramas de mirto en la ciudad eterna (Visor, 2024), ha obtenido el accésit del premio Jaime Gil de Biedma. Hoy nos acompaña para darnos su primera impresión sobre Ser mirada.

 

Javier Gilabert: ¿Por qué este libro y por qué ahora?

Carmen Palomo Pinel: No hay una razón particular. Supongo que simplemente se dieron las circunstancias necesarias para que esos temas, que están siempre dentro de mí, afloraran en forma de poemas, pero no hay un desencadenante exterior particular para este libro.

 

La mirada de los otros nos configura y se nos otorga como don que nos ayuda a ser.

¿Cómo y cuándo surge la idea del libro?

Me es difícil identificar un cómo y un cuándo, ya que, como he dicho, los temas y motivos que aparecen en Ser mirada están siempre en mí. Son, digamos, algunas de mis preocupaciones constantes: cómo aprender a mirar bien, cómo adquirir una mirada penetrante y reveladora sobre las cosas; cómo la mirada de los otros nos configura y se nos otorga como don que nos ayuda a ser; las preguntas por el dolor y la belleza: por el dolor en medio de la belleza y por la belleza en medio del dolor; el amor como la raíz última de nuestra mirada, como aquello que nos permite descubrir la verdad y la bondad última de lo mirado. Y también el misterio, lo inescrutable, que, sin dejarse jamás cercar y reducir por nuestra mirada, la atrae, la posibilita, la orienta y la ilumina.

 

¿Qué pistas o claves te gustaría dar a l@s posibles lector@s?

Prefiero que se acerquen a mi libro con total libertad: las pistas están en los propios poemas y las claves las ponen ellos.

 

Lo importante es lo mirado mismo, aquello hacia lo que nuestra mirada se dirige.

¿Qué efecto esperas que tenga en ell@s?

Creo que es un libro que tiene un carácter reflexivo, meditativo y, en este sentido, me gustaría que cumpliera con lo que se anuncia en su título: que, ofreciéndose a la mirada del lector, pudiera hacer de él mirada. Ojalá quien lo lea pueda introducirse en sus páginas y salir de ellas habiendo enriquecido, aunque sea solo un poquito, su forma de mirar el mundo, porque, al final –y creo que eso está muy presente en este libro– lo importante es lo mirado mismo, aquello hacia lo que nuestra mirada se dirige. Desearía, pues, que fuera un libro que estrechara el lazo entre el lector y el mundo que este mira.

 

El órgano último de nuestra visión, de nuestro conocimiento, no es el ojo sino el amor

¿Qué importancia tiene la estructura o la disposición de los poemas en el volumen? ¿Fue algo deliberado o más intuitivo durante el proceso de creación?

Creo que los poemas de este libro guardan, la mayoría de ellos, un cierto tono común, pero que la estructura no es excesivamente importante. La distribución en los cuatro bloques de los que consta es temática, pero también muy sutil (quiero decir que hay poemas que perfectamente podrían estar en otro bloque). El primer bloque se llama Párpado abierto al mundo y de algún modo tiene que ver con la exterioridad, con el reconocimiento de lo real (y las dificultades y contradicciones que a veces esto nos presenta). El segundo bloque se llama De lo invisible y trata precisamente de todo aquello que no podemos o no sabemos ver, de cosas inaccesibles a nuestra mirada por misteriosas o pequeñísimas. En el tercer bloque, La pupila interior, hablo principalmente de la retorsión de la mirada hacia los propios adentros. Finalmente, en Un amor que es visión hablo de la conexión entre estas dos realidades, el amor y la mirada, de cómo se alimentan mutuamente. De cómo el órgano último de nuestra visión, de nuestro conocimiento, no es el ojo sino el amor. Pero creo que el libro podría leerse sin prestar demasiada atención a esta distribución en cuatro partes y la lectura no sería muy diferente.

 

Todos mis libros son muy diferentes

¿En qué medida veremos en él —o no— a la Carmen Palomo Pinel de tus anteriores obras?

Creo que todos mis libros son muy diferentes. A la vez, dentro de cada libro hay poemas muy diferentes entre sí: unos brevísimos, a modo de aforismos, otros de gran longitud. Hay libros que son poemarios, en el sentido de conjunto de poemas variados y otros, como Madre de cenizas o DIDO tienen un hilo conductor. Algunos son sencillos, transparentes, y en otros hay más juegos con el lenguaje… Pero quiero creer que hay algo que unifica toda esta heterogeneidad, que en el fondo de todos ellos discurre una voz propia.

 

Te pongo en un aprieto: si tuvieras que quedarte solo con tres poemas de ‘Ser mirada’, ¿cuáles serían?

Ay, qué difícil. El que abre el libro, otro que se llama “Nocturno nevado”, y uno muy breve, Hijo mío.

 

En relación con la poesía tengo siempre la impresión de que en cualquier momento podría irse.

Podemos hablar en tu caso de una “meteórica carrera” en lo poético, pues desde que en 2019 te alzaras con el I Premio Esdrújula de Poesía hasta este libro que ha sido galardonado con el Juan Gil-Albert, son muchos y muy prestigiosos los premios que la adornan. ¿Hay algún secreto para ello?

Bueno, no creo que la poesía sea una carrera, sino más bien un camino hermoso para recorrer despacito y hacia dentro… Es cierto que, en mi caso, los premios han sido la vía para poder publicar. Me siento muy afortunada por esto, ya que yo provengo de un entorno profesional diferente al literario. Soy profesora de Derecho Romano y escribía poesía solo para mí. Los premios me dieron una confirmación objetiva de que eso que escribía podría ser interesante para alguien más. Permitieron también que gente que no me conocía de nada pudiera acercarse a mi poesía. Dicho esto, soy consciente de que he tenido una enorme suerte…, y no, no conozco ningún secreto ni fórmula. De hecho, en relación con la poesía tengo siempre la impresión de que en cualquier momento podría irse. Todo esto de las publicaciones, los premios y, sobre todo, la escritura misma lo estoy viviendo como un don, como algo que no me es debido, como algo que no puedo dominar ni asir, que no depende de mi esfuerzo y que podría dejar de estar en cualquier momento.

 

¿Hacia dónde va tu poesía?

Hacia donde ella quiera, que para eso es libre [risas].

 

Por último, como lectora, ¿de quién te gustaría conocer su “Primera impresión”?

Cualquier poeta que tú elijas estará fenomenal, seguro.

 

 

***

Tres poemas de Ser mirada

 

Permíteme tener los ojos grandes.

Tener los ojos grandes es un acto​​

de voluntad, básicamente​​

aceptar ser pieza de caza del asombro.

 

Yo consiento:

cómeme el corazón

en el rito ancestral de la belleza,

deja hueco a lo atávico salvaje

en la pupila absorta.

Hospeda una revelación que la dilate,

la haga pura o antártica,

que haga del ojo​​

devoración de oscuras autopistas.

 

Pupila

qué alta pupila

pupila cuántas águilas

pupila el cuarto de los evangelios

pupila crece​​

desmesurada estrella​​

incertidumbre y fuego

ascuas en ascuas.

 

Déjame tener​​

los ojos grandes y una fuente en mi centro,

una fuente que duela y que refulja.

 

Quizá eso es la poesía:

un trepar de mí misma por mis ojos,

una herida que piensa.

 

 

 

Nocturno nevado

 

La nieve es la hermana pequeña de la muerte:

toda pureza, albura,

toda sosiego y posibilidad.

 

Caen los copos. Ninguno igual a otro, dicen.

 

Los observo en silencio.

A veces, contemplar es rebelarse,

estarse quieto

la forma de revolución más pura.

 

Se deshacen: apenas percibidos,

a la par ya perdidos y amados para siempre.

 

Las estrellas titilan como signos interrogativos.

 

No sé cómo habitar mis propios ojos.

 

 

 

Hijo mío.

Tu puño apretado cuando recién nacido.

Mi vida dentro.

 

ENTREVISTA REALIZADA POR JAVIER GILABERT
Granada, 1973. Maestro avemariano, es autor de PoeAmario (2017), En los Estantes (2019), Sonetos para el fin del mundo conocido (2021) junto con Diego Medina Poveda, Bajo el signo del Cazador (2021) junto con Fernando Jaén, Todavía el asombro (2023). Copromotor, antólogo, coeditor y periodista cultural.

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