ESPAÑA EN SORDINA

GALEÓN EN LA PLAZA DE SALAMANCA

Un sol irrepetible creaba matices en las velas de un galeón. Con su trasluz sugería infinidad de travesías, infinidad de aventuras por los mares. Del tiempo y del espacio. Y todo lo que ocurrió con España. Y todo lo que soñó España. España, sueño y verdad, como decía María Zambrano.

Ese sol irrepetible caía de manera única sobre unos libros de Historia de España, los subrayaba. Señalaba los lomos, creaba sombras para meditar sobre España, los hacía flotar un poco sobre una mesa en una Feria del Libro. Los recogía tendidos y ofrecidos para que leyéramos sobre España.

Era un rincón del tiempo, un rincón del espacio. De esos rincones que podría palpar Azorín con su impresionismo, con su percepción sutil.

Las velas entusiasmadas por el sol se encendían para navegar por la plaza, para navegar por el mundo.  Para insinuarnos viajes y toda la densidad de lo que pasó con España.

Ese sol irrepetible también caía leve sobre las sillas leves de la plaza, sobre las líneas musicales de la arquitectura de la plaza. Esa plaza que es como una sinfonía, como un concierto, como todo el dinamismo, como toda la serenidad entusiasta. Como la sabiduría exaltada en Salamanca que tuvo Fray Luis.

Ese sol se hacia misterioso en los azules de las ventanas casi irreales, en los balaustres casi flotantes, en las buhardillas casi soñadas. En las balconadas que se lanzan dinámicas como un impulso callado hacia la distancia.

Era un rincón en  España en sordina, era un momento de España que deslumbraba y casi pasaba desapercibido. Fue un sol y un trozo de España que dijo tanto y que nadie recogió.  Salvo yo con mis ojos asombrados.

El galeón era España y los libros eran España. Y la plaza era intensamente España. Los libros, el galeón, la plaza, tenían una animación tan secreta como nunca más se repetiría.

ANTONIO COSTA GÓMEZ

FOTO:  CONSUELO DE ARCO