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Daniel Arana: «Me resulta imposible escribir de otra forma o con otra voz»

Daniel Arana (Zaragoza, 1988). Filólogo, docente y escritor, ha publicado los poemarios Abisal (2016), Materia del tiempo (2017), ambos en la editorial zaragozana Sindicato de Trabajos Imaginarios, y Cantos del desarraigo (XVII Premio Internacional Antonio Gala de Poesía, El Toro Celeste, 2024). Además de aparecer en antologías de poesía española como En la Estela del Haiku (2019), ha publicado numerosos artículos en revistas como Laberintos o El eco de los libres, traducciones de poesía norteamericana como Los otros aullidos (2014) y trabaja actualmente en varias traducciones del francés, entre las que se cuentan varios libros de Francis Jammes, Christian Bobin y Edmond Jabès. Como ensayista, destacan Es necesario hablar (Universidades de León y Valladolid, 2022) y El otro decir, la otra orilla (XXIV Premio Miguel de Unamuno de Ensayo, 2023, El Gallo de Oro). Coordina la sección de literatura de la revista Amanece Metrópolis y su último poemario publicado es Todo instante (El Gallo de Oro, 2024), que recibió el XVI Premio de Poesía Blas de Otero-Ángela Figuera.

 

Si escribo es porque existe ese tiempo del ahora y ese lugar del aquí.

Javier Gilabert: ¿Por qué este libro y por qué ahora?

Daniel Arana: Permíteme, para empezar, que te dé las gracias por la oportunidad de esta entrevista, que viene, además, de un gran poeta como tú. En realidad, Todo instante es una especie de aquí y ahora. Tiene, de alguna forma, esa vocación, esa propensión a inmortalizar los momentos que para mí importan. Tal vez me atrevería a decir que es un ahora para evitar que la memoria me traicione lo vivido (y lo vívido). Si escribo es porque existe ese tiempo del ahora y ese lugar del aquí.

 

La idea de Todo instante surge a partir de una imagen real.

¿Cómo y cuándo surge la idea del libro?

Antes que nada te diré que mi agradecimiento principal, pues no habría sido posible llegar hasta aquí sin ellos, es a Isabel y Julio, mis padres, que son quienes pusieron en mis manos algunos de los libros que cambiaron mi forma de pensar. Una vez establecido esto, te contaré, y lo hago aquí por vez primera, que la idea de Todo instante surge a partir de una imagen real: paseando por un pueblo extremeño, hace ya algún tiempo, observé a un hombre dibujando en su cuaderno el paisaje que tenía ante los ojos. Me di cuenta enseguida de que esa era la clave, para mí, de todo poema. Se trataba, pues, de plasmar el instante. Y ya que, te admito con una sonrisa, las nobles artes de la pintura no están entre los dones que Dios me ha dado, decidí escribir este libro e incluir ese poema que lo inició todo («Ya de tarde», p. 53).

 

¿Qué pistas o claves te gustaría dar a los posibles lectores?

La clave, pienso, está en esa idea del todo instante, en el fondo motivada por tres nombres importantes: La evolución creadora, de Henri Bergson, hace ya algún tiempo («nuestra duración no es un instante que reemplaza a un instante: entonces, no habría nunca otra cosa que el presente»), las ideas de Heidegger en 1942 sobre Der Ister, el himno de Hölderlin, donde se habla de la poesía como «una manifestación de otra cosa a través de algo, es decir, a través de algo que se experimenta y conoce sensorialmente», así como, también suyas, plasmadas, una década más tarde, en De camino al habla, y que resumiría como la percepción de que el lenguaje de un poeta no es más que una réplica al decir de la palabra, algo que sólo se origina en la escucha, pues los mortales hablan en la medida en que escuchan. Para acabar, y no menos importante, la idea de Celan, en su discurso El Meridiano: «Lo percibido y por percibir por única vez, siempre de nuevo por única vez y sólo ahora y sólo aquí. Y el poema sería, por lo tanto, el lugar en que todos los tropos y metáforas quieren ser conducidas ad absurdum». El todo instante es, pues, esa cosa que no es nunca nada más que un presente manifestado y réplica, a su vez, de una escucha percibida aquí y sólo aquí.

 

¿Qué efecto esperas que tenga en ellos?

Confío en que pueda transmitirse ese dejar(se) ser que, de alguna manera, le es tan propio a la mística, esa apertura de la vida a toda vida. Una pregunta, posiblemente la más importante de todas —¿de dónde viene todo esto?—, que se intenta responder siempre con poemas sencillos, desnudos de palabrería, despojados de adornos que creo innecesarios. Quisiera que disfrutaran estos poemas en su (aparente) simplicidad formal. Y, sobre todo, que a cada lectora o lector le suponga un despertar a algo que sólo tenga sentido para ella o él.

 

El poemario, de alguna forma, crece hacia su oriente.

¿Qué importancia tiene la estructura o la disposición de los poemas en el volumen? ¿Fue algo deliberado o más intuitivo durante el proceso de creación?

Siempre fue intuitivo, hasta que descubrí que lo que había dispuesto, y también cómo lo había hecho, tenía sentido. Julio García Caparrós ha escrito, en el prólogo del libro, que el poemario, de alguna forma, crece hacia su oriente. Y yo estoy de acuerdo. Esas tres partes —Obertura, Intermedio y Cierre— tienen una materialidad definida, de manera tal que comienza por lo que ahora despunta y termina con un se nos hace tarde. Una forma de mirar hasta cierto punto husserliana, pues esa conciencia íntima del tiempo es una forma subjetiva del ahora y del antes, de los que nada puedo cambiar. Así nacen los  poemas y la estructura del libro.

 

Todos mis libros […] son el resultado de un habitar ese espacio donde se crea y tiene origen todo.

¿En qué medida veremos en él —o no— al Daniel Arana de tus anteriores obras?

Naturalmente, eso será el lector el que mejor lo aprecie, pero me atrevería a decirte que no hay otro Daniel Arana. Tal vez porque me resulta imposible escribir de otra forma o con otra voz. Mira, una de las personas más inteligentes que conozco me escribía, hace ya ocho años, que encontraba en mis versos una indagación hacia lo más recóndito y secreto a través de la precisión de los sentidos y el contraste entre los paisajes y escenarios de mis propios poemas. No puedo alterar una sola palabra de lo dicho por ella y lo cierto es que, si bien con ligeras variaciones formales, sigo siendo ese poeta que trataba de encontrar el todo instante ya en un poemario como Abisal (Zaragoza, STI) que fue mi primer libro, en entregada edición de Javier Cinca. Todos mis libros, en la medida en que siguen el todo instante, son el resultado de un habitar ese espacio donde se crea y tiene origen todo. Encontrarán pues, así lo espero, la misma voz.

 

Te pongo en un aprieto: si tuvieras que quedarte solo con tres poemas de Todo instante, ¿cuáles serían?

No me preocupa tanto la pregunta como sí la respuesta [ríe], como ocurre siempre sucede a la hora de acotar o listar preferencias. Pero hay tres, por ejemplo, que creo concentran muy bien la esencia del libro. A falta de títulos —pues te confieso que soy incapaz, desde siempre, de ponérselos a mis poemas—, los nombraré por su inicio y página: Junto al secano (p. 30), La lluvia (p. 70) y Hemos vivido (p. 95). En esos tres están las claves, pienso que de forma incluso espontánea, de mi propia poética.

 

Pese a la fama de algunos concursos, otros son, en su mayoría, limpios de cualquier irregularidad.

El libro viene con el prestigioso premio internacional Blas de Otero-Ángela Figuera de Bilbao, pero se da la circunstancia de que en la misma edición te alzaste también con el Miguel de Unamuno con el ensayo El otro decir, la otra orilla, siendo —si no me equivoco— el primero en conseguir semejante logro. Y por si fuera poco, te has llevado también este año el premio Internacional de Poesía Antonio Gala de Alhaurín el Grande con tu poemario Cantos del desarraigo. Cuéntanos tu secreto [risas] y háblanos un poco de estos otros dos libros.

Mi secreto es que ni yo mismo me lo termino de creer, te lo aseguro. Fue la constatación de que, pese a la fama de algunos concursos, otros son, en su mayoría, limpios de cualquier irregularidad. Ni en Bilbao ni en Alhaurín el Grande puedo decir que me conociera nadie, y menos aún para batir un récord como ese doblete que mencionas. Cantos del desarraigo, también poemario, sigue un poco en la estela de lo que te comentaba antes: plasmar ese todo instante. Recuerdo que uno de los miembros del jurado me dijo, en la entrega del premio, que había encontrado en mis versos una mezcla de toque juanramoniano y orientalista. Probablemente tenga razón, pues ambos estilos, al final, convergen en lo intimista y en la contemplación. Yo creo, de todas formas, que si tuviese que elegir una expresión para los Cantos, diría, a lo Meister Eckhart, que en él «los sentidos saltan sobre los pensamientos». En cuanto al ensayo… reconozco que la ilusión fue inmensa. Suponía, a su manera, la continuación del primero, Es necesario hablar, que publicaron las universidades de León y Valladolid hace dos años, y es la segunda incursión —más allá de mis propios artículos habituales en la revista digital “Amanece Metrópolis”— en los terrenos de lo filosófico y lo literario, aunando dos de mis pasiones, un poco en la medida en que la salida de la orilla inicial es siempre hacia lo inconcluso, hacia la idea mallarmeana del Libro imposible. Pensar es, pues, un diálogo inacabado, aplazado o en souffrance, como dice Derrida.

 

Digo yo que con este triplete te habrás resarcido de lo de ser doble finalista del Adonáis…

Es curioso, porque los dos poemarios de los que hablamos aquí fueron en su día —2017 y 2020—, aunque con grandes variaciones internas y formales desde entonces, finalistas de dicho premio. Naturalmente, la alegría es insustituible, pues era la primera vez que un libro mío llegaba tan lejos en un certamen. Pero ahora, hablando ex post facto, no puedo negar que celebro y celebraré siempre esta segunda oportunidad, tan decisiva, para ambos libros. Haber llamado la atención del jurado hasta el punto de resultar premiados ha hecho que ahora estén en marcha, publicados y dispuestos a ser leídos por cualquier amante de la poesía o persona curiosa, en fin, que a ellos quiera acercarse.

 

Hay un cierto toque poético cuando escribo ensayos.

¿En qué género te encuentras más cómodo, en el ensayo o en la poesía?

La pregunta más peliaguda, pues, en mi caso, son como dos hermanos, distintos a su manera, pero hijos, igualmente, del mismo padre. De hecho, me atrevería a decir que hay un cierto toque poético cuando escribo ensayos. Las dos variables me hacen sentir cómodo: la sencillez formal del poema y el viaje vertiginoso, hacia la otra orilla, del pensamiento, del ensayo. Mi querido Carlos Calvo llama a mis ensayos, y creo que con acierto, «máquinas de reflexión y ensueño». No creo que diste mucho de lo que alguien podría encontrar en mis propios poemas.

 

He sido amablemente acusado, por quienes me quieren, de ser un hombre del Renacimiento.

Además de escritor, poeta, profesor, traductor y crítico literario y musical no le haces ascos a la filosofía. ¿Cómo es posible sacar todo esto adelante en una sola vida [muchas risas]? ¿Y qué influencia tienen estas otras disciplinas en tu producción literaria?

Esta es la mejor pregunta de todas. ¿Tú sabes que he sido amablemente acusado, por quienes me quieren, de ser un hombre del Renacimiento [más risas]? En fin, lo cierto es que no es (tan) posible como quisiera, aunque tengo la suerte de encontrar en la escritura no ya un vehículo que se desplaza a gran velocidad, sino uno que se toma su tiempo. De tal forma que intento exprimirlo incluso de donde no lo hay. Probablemente escribiría mucho más, de tener más tiempo —que consagro, sobre todo, a la lectura y a la reflexión—, así que todo va a fuego lento, pero el pan de lo pensable sigue cociendo sin parar, como en el célebre horno heracliteano citado por Heidegger. En este momento hay una traducción del francés en ciernes, dos artículos que sólo requieren ya de pequeñas correcciones, etcétera. Así que, aunque no he logrado encontrar la clave para compatibilizarlo todo como quisiera, sí es verdad que todas esas variables confluyen en una sola: no hay un Daniel Arana sin la enseñanza, la filosofía, la poesía, la música o el cine y, claro, sin la traducción, que no es más que otra forma de acercarme al divino misterio de la lectura, del Libro.

 

Por último, como lector, ¿de quién te gustaría conocer su “Primera impresión”?

Compleja pregunta… pero creo que te daría, entre los nombres posibles que no han aparecido todavía en Culturamas, los de dos mujeres —Ani Galván y Beatriz Miralles— y dos hombres —Julio García Caparrós y Miguel Velayos—, en mi opinión cuatro de los mejores poetas españoles vivos.

 

***

Tres poemas de Todo instante

(El Gallo de Oro, 2024)

 

EL PAISAJE, con su
canto en calma, se pliega
siempre cuando amaina
la luz.

 

Ese frágil reflejo, entregado
sobre la teja de pizarra,
redime todo instante.

 

Dime, entonces, quién sabe
por nosotros las cuitas del
tiempo.

 

 

 

DESHECHO el invierno, lo
que nos dice, en su sed de día.

 

Es la espera posible.

 

El aliento fresco de las cosas
que aún duermen.

 

 

 

 

CABE SIEMPRE la
costumbre de la rosa
abierta en el ir y venir
de las estaciones.

 

El eucalipto alto, con
toda hoja por tierra.

 

Pero cuando la escucha
aspire a lo más hondo
del mundo, ¿de quién
será única la presencia?

 

¿Qué sitio habrá, así,
para lo hablado?

 

ENTREVISTA REALIZADA POR JAVIER GILABERT
Granada, 1973. Maestro avemariano, es autor de PoeAmario (2017), En los Estantes (2019), Sonetos para el fin del mundo conocido (2021) junto con Diego Medina Poveda, Bajo el signo del Cazador (2021) junto con Fernando Jaén, Todavía el asombro (2023). Copromotor, antólogo, coeditor y periodista cultural.

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