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El escritor emergente de novela histórica Carlos Alonso Sainz y su novela ‘La bóveda de los recuerdos

Eva Fraile. (Reina Lectora).

Los recuerdos personales están, queramos o no, inscritos en un contexto espacio–temporal. Y esta es una de las cuestiones con las que abordamos al escritor emergente de novela histórica Carlos Alonso Sainz sobre su novela La bóveda de los recuerdos, una ficción sobre la guerra civil española que nos narra todo ese escenario que se dio después, el de la derrota particular que le tocó a vivir a todo un país y a sus habitantes y cuyas historias y sensaciones somos de las últimas generaciones a las que nos van a llegar de manera directa, sin mediadores.

  • Carlos, ¿te gustaría que te preguntase más sobre ti o sobre tu obra? ¿Y por qué?

Carlos Alonso Saínz no tiene, para los demás, otro interés si no es a través de la obra. En este caso, una única y primera novela. Preguntar por mí es preguntar por la novela.

Sin embargo, en alguna parte de La bóveda de los recuerdos uno de los personajes mantiene una conversación con otro en el que hablan de un concepto que se inventan: “una inmortalidad low cost”, como la manera de permanecer en las existencias de los demás cuando ellos hayan desaparecido. Así que, también, si despojamos de la parte de vanidad que lleva (no hay que negarlo) el hecho de publicar una obra literaria también queda, consciente o inconscientemente, la voluntad del escritor de permanecer en los demás.

  • La bóveda de los recuerdos nos llega de manos de un Carlos que ya ha cesado su actividad laboral, pero que sin embargo siempre ha estado escribiendo. ¿Crees que esta es la historia que hubieras escrito en cualquier etapa de tu vida o este era el verdadero momento para ella?

Efectivamente, repito a menudo lo de que, aunque lo parezca por la coincidencia en el tiempo, no soy alguien que se ha puesto a escribir cuando se ha jubilado tempranamente. Siempre lo he estado haciendo, casi obsesivamente.  Durante una etapa de mi vida incluso he hecho trabajos como “negro” para otros. Sí que es cierto que disponer de más tiempo ahora me ha permitido aventurarme en el terreno de la publicación.

En cuanto a la pregunta: ¿podría haber escrito esto en otra etapa de mi vida? Tengo que decir que va directamente a mi línea de flotación. La respuesta es rotundamente no. El momento era este. Creo que no tenía antes suficiente vida vivida para haber dibujado, con la profundidad que quería, a alguno o algunos de los personajes de la novela y hacerlo simplificando lo necesario para embutir todo en algo más de trescientas páginas.

  • La angustia de perder los recuerdos es una característica central en la creación de la obra. Sin embargo, ¿de qué tipo de recuerdos hablamos? ¿Colectivos o personales? A veces, la memoria personal difiere de la memoria familiar y colectiva, por ejemplo.

Sobre todo, hablamos de recuerdos personales, pero en determinadas circunstancias esos recuerdos no tienen mucho sentido o carecen de un interés determinado si no están inscritos en el contexto de otros recuerdos colectivos. Por ejemplo, el recuerdo de la vivencia de Daniel Matesanz en la novela, en la cola para ver por primera vez el Gernika. Sabemos, por la memoria colectiva, que el cuadro de Picasso, recién llegado de Nueva York tras su exilio, se instaló inicialmente en el Casón del Buen Retiro de Madrid, que era el edificio que constituía el llamado Salón de Reinos    del enorme y desaparecido palacio de los Austrias. Sabemos lo que el cuadro y su regreso a España tenía de simbólico, también por la memoria colectiva, pero es la memoria personal la que nos da detalles de lo que hablamos en aquella espera, si hacía frío, la actitud de la gente, los periódicos que llevaban en las manos, las miradas… un cúmulo de sensaciones que solo forman parte de la memoria personal.

En cuanto que la memoria personal difiere a veces de la familiar y colectiva, pues claro. Por eso es personal. Las cosas fueron como las recordamos, no necesariamente como fueron en realidad, por eso, a menudo, la memoria se constituye en la única verdad.

  • Has dedicado parte de tu vida a proyectos como la Recuperación de la Memoria Democrática. ¿Qué te ha aportado? Y ¿qué le ha aportado a la novela? Me parece que tienen mucho que ver.

Fundamentalmente me ha aportado la satisfacción de ofrecer tiempo y dedicación a una causa que considero justa, como cualquier trabajo de voluntariado, en realidad. Siempre me he sentido muy motivado por hacer todo lo posible por reparar una injusticia que tiene mucho de indecente y deliberada: La falta de reconocimiento a unos hombres y mujeres que dieron lo mejor de sí mismos en defensa de las libertades y de lo que consideraban justo. Seguimos teniendo una deuda como país y como sociedad en este sentido, es más, mucho más que una deuda, soportamos la vergüenza de tener hoy, en 2024 todavía a miles de personas sin identificar enterradas en cunetas. Es indigno.

Vinculado a todo esto, La bóveda de los recuerdos, entre otras cosas, pretende aportar un minúsculo granito de arena y llamar la atención sobre la importancia de llenar vacíos y recuperar hechos y vivencias personales que fuercen también al lector a hacer un ejercicio de memoria. Pero me interesa mucho hacerlo sin maniqueísmo, sin recurrir demasiado a un escenario de buenos y malos. Es mucho más complejo que eso. Héroes y villanos, grandezas y miserias las hubo y las hay en todos los bandos. Lógicamente yo no me sitúo en una posición neutral. No creo en la neutralidad. La neutralidad no es más que una forma ruin de tomar partido. Por origen y por afinidad ideológica me encuentro en uno de los bandos. Además, creo que en este caso ser neutral es también moralmente indecente.

  • También has conseguido transmitirme muy sinceramente la pasión por la escritura. Según te leo, me creo de verdad que ocupes gran parte de tu día inventando historias. ¿Serán todas contadas, sin embargo?

Es algo que no sé todavía. Una cosa es inventar historias y otra conseguir que tengan la forma y calidad adecuadas para poder ser leídas por los demás. Para hacer esto es sabido que se necesita constancia, oficio y dedicación. En cada momento me motiva más avanzar o trabajar en una cosa o en otra. Pero sí, mi intención es que sean contadas la mayoría. De eso se trata.    

  • ¿Cuál es el hilo conductor de La bóveda de los recuerdos?

La bóveda de los recuerdos es la suma de varias historias, armadas en una estructura circular y en varios escenarios geográficos y temporales, donde he tratado de cuidar hasta el más pequeño detalle en la ambientación.  Las vivencias de un niño del tardofranquismo, un adolescente de la Transición democrática, un héroe anónimo de la Guerra Civil, o una mujer actual tratándose de encontrar a sí misma. Todas conviven en la misma trama convergiendo en las últimas páginas, cerrando un círculo.

Como elemento omnipresente y, de hecho, lo que me dio la idea de toda la novela, está el escenario congelado del archipiélago de Svalbard, en Noruega. Allí se encuentra el Almacén Mundial de Semillas. Una bóveda subterránea donde se guardan muestras de semillas de todo el mundo y de todas las especies conocidas, para que puedan ser recuperadas en caso de un cataclismo o catástrofe global.  Era una metáfora perfecta de lo que pretendía: conservar recuerdos, conservar memoria.  Podríamos decir que este es el hilo conductor.    

  • ¿Qué crees que es lo que más le va a gustar al lector de la novela?

Aunque no lo escribí con esa intención concreta, creo que la historia que se cuenta en La bóveda de los recuerdos le a gustar a todos aquellos que hoy llamamos “boomers”, entre los que me encuentro, es decir a aquellos que, en el caso de España, nacieron en las décadas de los 60 y 70.  Se van a ver bastante identificados con alguno de los personajes y se van a ver a ellos mismos inmersos en la historia.

Por otra parte, el feedback que estoy teniendo por parte de lectores es que se quedan enganchados con la parte de novela negra que contiene, con lo cual me he convencido que fue buena idea imprimir buen ritmo a la narración y que, a pesar de los cambios constantes de época y de escenario, todo transcurriera con fluidez.

  • Carlos, una pregunta más para finalizar: ¿Es fácil preservar los recuerdos?

No tengo respuesta. Es siempre un ejercicio personal, pero lo que está claro es que nuestra existencia presente tiene sentido porque hemos tenido una existencia pasada. En la medida que perdemos recuerdos vamos perdiendo, en un goteo constante, partes de nuestra esencia. 

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