«Luz de la tarde «, de Lola Terol
La poesía como fotografía y rescate de un tiempo vivido.
Por Ana Isabel Alvea Sánchez.
El título se corresponde con el de un poema del libro y alude a una luz suave, la sutil huella que deja la tarde cuando ya ha transcurrido parte del día o de la vida, si entendemos el término tarde de modo simbólico; una luminosidad que nos alienta y reconforta, nos dice en este poema esperanzador y de despedida de un ser querido. Un poema sensible, tierno, dulce, como es este libro y su poesía. Esa luz, que acompaña en la madurez y en los golpes más duros a quien sepa verla, recorre estos versos.
Se inicia con dos citas no azarosas y muy relacionadas con la intención de la autora: la primera pertenece a Rilke y en ella nos aconseja valorar la naturaleza, lo sencillo, amar lo pequeño e invisible, la propia vida cotidiana. Un cariño bien reflejado en estos poemas con sus pequeños protagonistas y detalles del mundo ordinario; la segunda cita la encontramos en Ocnos, de nuestro admirado poeta Luis Cernuda. Resulta más ácida, pues retrata la burla a un profesor que intenta inculcar la poesía a sus alumnos y puede suponer un reconocimiento u homenaje a ese maestro especial.
En este poemario hallaremos lirismo con un lenguaje cercano, usando las palabras de la tribu, pero no falto de ingeniosas metáforas (concibe las grúas como dinosaurios, las palomas son actrices de terror en un parque, gárgolas hieráticas) y recursos bastante vanguardistas, como la elipsis y la fragmentación, con los que logra un estilo sugerente. No usa signos de puntuación, aunque sí escribe las mayúsculas cuando corresponde y de este modo va guiando al lector y va marcando las pausas y el ritmo, con versos en los que puede mezclar impares y pares, primordialmente verso blanco con cadencia endecasílaba, que en ocasiones considera conveniente romper. Hallaremos una sencillez poética, resulta difícil que un poema llegue y emociones sin juegos de malabares y Lola Terol lo logra, tal vez porque sus poemas destilan emoción.
Se estructura en tres partes, aunque prescindan estas de título. Siguiendo la recomendación de Rilke, en su primera parte destaca el entorno cotidiano: los paisajes, la casa, los pájaros, las plantas, los ruidos, las máquinas que nos rodean, animales y objetos que nos acompañan en nuestra soledad y la avivan, retazos de belleza, a veces, o de destrucción, como ese fuego que va devorando el mar en el primer poema, Fuego en la playa, estampa impresionante de una playa que el fuego contamina, ennegrece y arrasa, destrozo de la naturaleza y de su belleza, igual que ese fuego que es el tiempo, consumiendo nuestra vida. Parece que el sujeto poético siente la misma lucha que esa Naturaleza y alza la voz contra la aniquilación del planeta, una cuestión muy ecologista y necesaria.
A continuación, nos trasladará a un espacio privado, la casa, en cuyo discurrir habitual podemos hallar una chispa de asombro, de prodigio, pero también de tristeza, lamento, melancolía. Los ruidos de la casa que la llevan a recordar su infancia, una época siempre presente en la autora y que aparece a ráfagas en sus versos: “y el ruido de unas sábanas recién planchadas/ reconfortan tus miedos desde niña”. Hermoso el poema Intrusos, ese despertar por el trino de los pájaros, la compañía que le ofrecen, su canto mitigando el silencio imperante. También se congregan para ayudarnos las diferentes máquinas: secadores de pelo, máquina de escribir Olivetti, la máquina de coser Singer, el ordenador, un pasado que nos acompaña. En cuanto a los paisajes: el paseo por la ciudad y por el palacio de las Dueñas, impregnado del recuerdo de Antonio Machado y de recuerdos propios, en Huso está muy presente la permanencia o continuidad del pasado, hoy como siempre, con la anécdota del huso de tejer. Ese sentido del tiempo que tenía nuestro poeta y que ella igual siente. La llegada de la primavera anunciada por el pájaro que salta de rama en rama, las obras que abundan en la ciudad, construyendo ilusiones nuevas y sueños en la rutina del día. No podía faltar el reino vegetal: jacarandas, abetos, lentiscos, almendro. El poema Desde nuestra casa nos muestra el ciclo de la existencia, sus luces y sombras, contrastes, la propia vida que renace y nos interpela. El almendro en busca de sol y luz, de tan suave y delicado, deleitando nuestra mirada.
Entradas en el pasado la escritura, un modo de detener el tiempo, el poema, lugar de la emoción (poema Recado de escribir). Otro poema sobre la escritura, Novias y poesía, del que comentaré más adelante.
Su segunda parte se enfoca principalmente en el exterior, en la sociedad, tiene su punto de mira en los otros. Supone una denuncia y crítica, podemos afirmar que se trata de poesía social estos poemas inspirados en las noticias de actualidad de los periódicos y que nos producen una enorme tristeza y desazón. Refieren la crisis económica, la pobreza, indigencia, marginación, contaminación, burbuja inmobiliaria. Una lamentable situación que testimonia en retratos de escenas, así el indigente que busca en los cubos de basura, el pequeño migrante de tres años al que se refiere en el poema Alumno aventajado, cuya casa voló de un soplo, desgracias ante las que no se queda indiferente.
Encadena Dos se construye a base de poemas con la forma métrica de los haikus. Por un lado nos enumera medidas de austeridad ante la precariedad económica y en un segundo apartado todo aquello que da aliento en la vida y nos ayuda a resistir: lo amado, los amigos, la jardinería, la solidaridad, escribir poemas.
Su tercera y última parte resulta más personal, intimista, confesional, versos que beben de la memoria y nos hablará del sentir del paso del tiempo, de todo lo que hemos vivido y ha dejado una estela en nosotros, la niñez que regresa siempre. Aunque el tiempo engulla las vivencias, “queda esculpido en tu recuerdo / el vacío la nada el tiempo”, aboga por la eternidad de los recuerdos, como las dos siluetas que caminan con las manos enlazadas bajo la claridad y blancura del cielo, entonces ahora hoy, el abrigo de quien madura junto a uno.
Abordando la poesía Novias y poesía. El folio en blanco es un vestido de novia y la autora encuentra versos y palabras como la novia que el día de su boda se fotografía. Aparece con nostalgia y cariño la figura de la madre, las fotos de la madre vestida de novia, su blancura, su madre que tejía mientras sus hijos jugaban. Una época, la infancia, de ilusiones y sueños, la vejez llegará cuando dejemos de soñar, nos indica.
Ese transcurso del tiempo arrastra un tiempo helado, gris, parecido a un cuadro de Constable con fondo verde, cuadro que nos describe en este poema écfrasis. Tal vez ese fondo que destella alegría, a veces tristeza, sea la memoria, “se despliega ante tus ojos / los días de los días”.
Finaliza el libro con descripciones llenas de lirismos, así el poema “Naranjas”, en él expone una costumbre propia de nuestra ciudad, llena de naranjas y de azahar, cuando llegan los vareadores y hacen caer las naranjas, el olor a naranja amarga, los pájaros, una postal hermosa y un compendio de sensaciones: colores, olores, paisajes, el tacto.
Y termina como empezó, con el mar, su recuerdo, belleza, inmensidad y significación, como si contuviera el amor y su niñez: “El roce de tus manos en las mías / se perderá en la nada por la nada”.
“Trenes entre los árboles / traen asientos del tiempo”, al igual que estos poemas, asientos de un tiempo que deseamos eterno en nosotros.