‘Abigaíl’, de Magda Szabó
Abigaíl
Magda Szabó
Traducción de Mária Szijj y José Miguel González Trevejo
Xordica
Zaragoza, 2024
390 páginas
Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca
Sigue siendo la adolescencia la edad en que uno no cesa de preguntarse quién es, qué diablos hace en este mundo, para qué sirve la vida, ¡maldita sea!, y qué sentido tiene cada minuto que transcurre sin compañía, sin sentir que uno es querido, que uno tiene ese don, el de querer. Hablamos, claro está, de los momentos vitales en los que se centra el género de Bildungsroman, las novelas de crecimiento, de iniciación, de aprendizaje, de presentación de la vida y construcción de la personalidad. Pero en este caso, en esta extraordinaria novela de Magda Szabó (Debrecen, 1917 – Budapest, 2017) debemos añadir una situación extrema, de esas que convierten la mera existencia en una cárcel: nos encontramos en 1943, año en que Alemania invade Hungría, y será la guerra la que empuje al padre de la protagonista a tomar una decisión tan salvaje como es esconderla. El padre, viudo, que mantiene una relación con la niña que nos hace pensar en el complejo de Electra por parte de la muchacha, tan apegada a él, es militar y la interna, casi en secreto, en un centro escolar aislado del resto del planeta, en una especie de microcosmos con sus propias leyes, como solo puede suceder en las provincias medio remotas. Y estas leyes resulta ser de lo más agresivas para la muchacha. Comienza, entonces, una adaptación, una supervivencia en tiempos de guerra.
Szabó nos habla de qué es lo que sucede durante la guerra, fuera de las trincheras. Esta novela se centra en cómo puede padecerse un conflicto extremo sin que oigamos dispararse una sola bala. La atmósfera que consigue transmitir, y con un pulso narrativo brillante, es la de la melancolía y la de la tragedia, una mezcla sin duda difícil. Nuestra protagonista es un nudo de miedos, porque no sabe estar en un sitio nuevo, tan diferente y con tantas exigencias, y por esa imposibilidad de imaginar cómo va a ser el futuro, tan violento, tan diferente a lo que para ella ha sido el confort de saberse protegida por un padre. A la única figura de referencia la van sustituyendo los profesores y las compañeras, personajes construidos con pocas pinceladas, pero que necesitaríamos varios adjetivos para describirlos, por formar parte de un conflicto, el de construirse en la derrota, que nos impulsa constantemente a continuar con la lectura. El único apunte de intriga es una estatua, la que da nombre al libro, Abigaíl, en la que se entregan y reciben mensajes, una estatua que representa la complicidad, el apoyo, el medio de comunicación y hasta la proyección animista.
Abigaíl nos remite a las grandes novelas del siglo XIX, creando uno de esos grandes personajes que no querremos olvidar, como Emma o David Copperfield. Nos remite a humillados y ofendidos, recordándonos que no siempre provienen de los barrios desfavorecidos. Nos habla de la necesidad de mantenerse dignos a pesar de todo, y de no confundir la dignidad con el orgullo. Es una narración valiente en la que Szabó no se ha complicado a la hora de urdir una estructura que está en función de la entrega medida de información hacia el lector: descubrimos todo junto a la protagonista, la acompañamos como se acompaña a tu mejor amigo. No cabe mayor elogio hacia una novela que pensar que durante la lectura nos hemos implicado de esta manera, sintiendo a los personajes.