Verano en diciembre, de Carolina África: estupendo teatro en el cine

Horacio Otheguy Riveira.

Cuando en un momento clave de la película se escucha la canción Lejana tierra mía, se produce el máximo estado de bienestar melodramático, ese lugar misterioso que suele despreciarse por lacrimógeno, o por mero prejuicio anti-sentimental. Para entonces, ya hubo suma triunfal de situaciones y personajes delineados con precisión quirúrgica y emotiva carga amorosa.

El cantante del célebre tema lo hace con un estilazo que recuerda la garra de Carlos Gardel cuando la cantó en su última película, Tango Bar, 1935, meses antes de su trágico final. No se cita expresamente tema ni cantante (no más que en la letra pequeña de los llamados créditos finales), pero la calidad vocal e interpretativa de Asier Etxeandia es reconocible, y sin duda aporta más color, fuerza, emoción grande, en una película muy madrileña con una referencia sentida a Buenos Aires, lugar de peregrinación muy activa de algunas personalidades del teatro nacional, entre las que destaca la autora-directora Carolina África.

Asier, indudable gran actor, eventual gran cantante, hace propio el sentimiento profundo de una trascendente nostalgia. Como Gardel cuando viajaba con enorme éxito y se mezclaba con emigrantes de todas partes, como hoy tantos millones en el exilio político, económico, social, emocional… Aquel galán de galanes murió en un accidente a los 44 años, no padeció forzosa emigración, pero dejó una estela que no cesa de dolor y pérdida, de amor y ausencia…