‘Presentes’, de Paco Cerdá
Antonio Jorge Meroño Campillo.
El debate sobre nuestra historia reciente sigue abierto, y pese al denuedo con el que embisten diversos negacionistas y revisionistas, hay mucha gente seria con ganas de contar. Y entre estos últimos podemos ya añadir al joven Paco Cerdá, que se adentra en la temporada otoñal con su magnífica obra “Presentes”.
Narra el autor con asombroso pulso los once días que duró la procesión de falangistas que, antorcha en mano en la mejor tradición de las temibles SS, trasladó los restos de José Antonio desde Alicante hasta el Escorial , a hombros, como los verdaderos monjes soldado.
Y durante esas casi dos semanas de noviembre de 1939, Año de la Victoria, desfilan por estas páginas todas las miserias y horrores que imaginarse puedan: los republicanos presos en las cárceles franquistas, los refugiados en Francia, igualmente presos en vergonzantes campos ad hoc, los fusilados en las sacas de ambos lados, los maestros represaliados que escriben cartas de descargo para evitar ser expulsados y condenados al hambre, o encarcelados o paseados. Nadie se libra en esta crònica del horror. Cerdá no es nada partidista, y aunque deteste particularmente todo lo que significa el Movimiento Nacional, Franco y su orden, la Falange y a su fundador, etc, no le duelen prendas al denunciar cómo gentes del PCE, CNT o PSOE pasean a sacerdotes, terratenientes o miembros de la CEDA. Y se agradece esta falta de partidismo en esta brutal crónica de la miseria de la inmediata posguerra, cuando los vencedores hicieron, sin piedad alguna, de España un gulag a la rumana (de Ceaucescu), donde el miedo, el frío, el hambre y los piojos eran los testigos mudos de una venganza que no tenía ningún tipo de justificación. Azaña, que tampoco estaba limpio, para qué nos vamos a engañar, pidió al final paz, piedad y perdón, pero ellos se ensañaron hasta con don Miguel de Unamuno, que al final de sus días les plantó cara en su querida Salamanca.
El bisabuelo de Cerdá fue fusilado por los nacionales y su abuelo, que cuenta ya con 99 años, no ha tenido nunca demasiadas ganas de contar, pese a las insistencias de su nieto. Yo sí tuve la oportunidad de hablar con mi abuelo y varios tíos abuelos que pasaron por las cárceles franquistas, los cuales eran excelentes personas que querían un país como el que tenemos hoy, un país europeo, moderno y avanzado en el que tan a disgusto se encuentran todos esos ultras que disfrutan como nadie de las ventajas de ser blanco, europeo y rico.
Presentes es un texto valiente y necesario que a muchos no va a gustar, pero que pasa ya, al menos eso creo, por derecho propio, a ser fundamental entre los que narran estos hechos que referenciamos.