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Fruto amargo en Zamora

ESPAÑA EN SORDINA

FRUTO AMARGO EN ZAMORA

 

 

Me quitaron el restaurante España en la plaza Mayor. Era un restaurante popular y barato, tradicional y sin pedanterías. Con la cocina sabrosa y abundante de la abuela. Con un local enorme, y mesas con mantel. Me sentía tan a gusto allí dentro saboreando la comida, o una copita después. Era mi refugio legendario en Zamora. Era algo tan sencillo y a la vez tan prodigioso. Porque ahora ya lo más sencillo se vuelve prodigioso.

Ahora en esa plaza todo son restaurantes pijos de diseño, locales impersonales de cualquier parte, pedanterías caras. Sin intimidad y sin sombras. Y asquerosamente famosos. Incluso si le preguntas a un taxista por un sitio tradicional y popular, de toda la vida, te dice uno de esos sitios. Ya nadie entiende nada. Normalizan la pedantería y se esfuma la vida.

Las tabernas de tapas auténticas ya van cerrando. En la calle Herreros, junto a la plaza, estaban las tabernas auténticas en piedra. Pero ya van venciendo los locales impersonales de cualquier parte, atendidos por gente de cualquier parte. Y algunos solo abren la noche. Cuando pueden los pijos.

Todo se pierde y Zamora también se pierde. Claudio Rodríguez cantó allí la embriaguez de vivir y las azumbres de vino. El Cid tuvo amores allí con Doña Urraca, según los fascinantes romances. En la calle Balborraz un hombre que tiene unas antigüedades nos invitó a una cocina taberna todavía mágica para los amigos.

Pero lo más inolvidable de Zamora es ese cimborrio, una especie de fruto de piedra, con los gajos apetitosos y amargos, una alucinación frutal de piedra.  Algo carnal y al mismo tiempo de piedra. No como los diseñadores que dicen que manejan “conceptos” y no alimentos. Que coman ellos sus conceptos.

ANTONIO COSTA GÓMEZ       FOTO: CONSUELO DE ARCO

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