“Beatrix Cenci”, triunfo en México de la española Marta Eguilior
Horacio Otheguy Riveira.
En el espectacular teatro del Palacio de las Bellas Artes, ayer, domingo 20 de octubre, fue la última función a sala llena de la tercera y última ópera de Alberto Ginastera (1916-1983): Beatrix Cenci. La sala llena vibró y sus 1400 espectadores no dudaron en ovacionar la dirección musical de Julia Cruz, la puesta en escena y dirección de Marta Eguilior, y a todo el gran elenco de una obra de trama escalofriante y gran dificultad de montaje.
La colorida imaginación de Marta Eguilior se vio enriquecida por un equipo de extraordinario talento.
Hay que tener en cuenta que, tanto por las dificultades musicales que propone Ginastera -gran maestro de la música contemporánea universal, nacido en Argentina y fallecido en Suiza-, como por la violencia de su argumento, se trata de una de las óperas menos representadas, a menudo prohibida por censuras de turno, lo que en el Palacio mexicano no sucedió en absoluto, por el contrario, se contó con absoluta libertad.
Una historia antigua con referencias de gran actualidad
En el siglo XVI, una tremenda atmósfera de perversa familia aristocrática gira en torno de una joven que acabaría muerta con solo 22 años (1577-1599). Su historia ha inspirado novelas, una película, obras teatrales y otras óperas.
Curiosamente, Ginastera fue un creador prolífico en toda clase de composiciones, pero autor musical solo de tres óperas: Don Rodrigo, con libro de Alejandro Casona (1963-1964); Bomarzo, con autoría de Mujica Láinez, autor a su vez de la novela homónima; y esta Beatrix Cenci, con texto del poeta Alberto Girri y el dramaturgo William Shand: las tres tienen en común un clima alucinante de violencia patriarcal.
Sinopsis: El Conde Francesco Cenci ha organizado un baile de máscaras para celebrar la muerte de sus dos hijos. En el baile, los invitados son repelidos por la idea del Conde celebrando la muerte de sus propios hijos. Se van y al quedar solos, el Conde viola a Beatrix. Giacomo, el hermano mayor de Beatrix, después de enterarse de lo ocurrido en la fiesta, la convence de matar a su padre. Decidida, Beatrix induce a Olimpio y Marzio para que la ayuden en su difícil misión. Al fin le da a Cenci una poción para dormir, gracias a la cual no despertará jamás.
Meses más tarde, Orsino anuncia que el cuerpo del Conde ha sido descubierto, instando a Beatrix a huir con él, quien se niega a tal propuesta, decidida a dejarse arrestar y ser atada y torturada, con el consuelo de que Cenci no vive más. Finalmente, es decapitada.
Espléndido debut de Marta Eguilior en América
Del 13 al 20 de octubre se sucedieron funciones con localidades agotadas. El terrible drama se ha visto con una concepción escénica muy atractiva, que fusiona realidad histórica con leyendas, siglo a siglo más actualizadas por la dura realidad de la violencia en el seno de núcleos familiares. Y un aporte muy personal, la creación de un personaje nuevo: el alter ego de la Beatrix protagonista, quien nos deja ver los secretos y sentimientos más escondidos del trágico personaje.
El universo tan peculiar de Eguilior viene precedido de sobresaliente trayectoria. Sus últimas producciones fueron dos apasionantes óperas de pequeño formato (presentadas en Madrid): Borderland, texto de la propia directora y música de Igor escudero, y Medea, versión de Georg Anton Benda; meses después realizó una versión de Carmen, de Bizet, que impactó al público belga.
Fue estrenada en 1971 por la Opera Society de Washington, y tras ello ha sido representada en contadas ocasiones: en 2016 en el Teatro Colón de Buenos Aires, durante el año 2019 en la Opera National du Rhin y este mismo año en la Opera Narodowa de Varsovia.
En el caso de esta nueva producción la directora de escena Marta Eguilior se ha inspirado en el teatro de la crueldad, el mundo de la tragedia, la ofrenda de sangre de los antiguos mexicanos, y la obra de la escultora Louise Bourgeois.
Para Eguilior, Beatrix Cenci habla de heridas, de conflictos familiares y abusos. La puesta en escena muestra la ablación del corazón como metáfora de la pérdida del alma tras la violación de Beatrix pero a su vez pretende reparar el daño -como hacía la artista francesa en varias de sus esculturas- mediante la presencia de la aguja, del hilo y el ovillo.
Une la plástica de las celdas de Bourgeois para dar paso a un final en el que “la sangre brota hacia arriba”, el alma rota aún se ve, el corazón arrancado es encerrado y decenas de ojos- conciencia social entonan letanías a la hora de la muerte. Estos ojos “que todo lo ven” como imagen del coro hacen un guiño a su vez tanto a la esculturas “Eye Benches” como al telón repleto de ojos diseñado para estreno de la ópera en 1971.
“En las celdas vivimos y también nos escondemos eventualmente, nos apartamos, nos apartan. Las celdas describen la soledad, hablan de los dolores” cuenta un día Bourgeois, y susurran las argucias del miedo, que es otra forma de dolor poderosa, invisible, resumen de todos los dolores que se mezclan y acechan, incluso en el desván de la casa del padre.
De este modo, las celdas de Bourgeois -espacio que ha elegido la bilbaína para el transcurso de la historia- se convierten en el elemento esteticista. “Me gusta imaginar el espacio escénico como una bellísima fealdad creando la mímesis de un lugar reconocible por el espectador, pero a su vez, enfrentándolo al propio mundo del dolor pasado. Considero mi elección de estos cubículos, seis, como celdas de la mente, los recuerdos encapsulados de Beatrix. Una suerte de retablo inefable que siempre está ahí”.
¿No hay orquesta y dirección musical? No se menciona
Eso no le importa a la “versada crítica operística” solo el escenario, no el foso.