‘Un inmenso azul’: la noche eterna del fondo del mar

Antonio Támez.

Hace ya varios años, pero no tantos, me pasó por la cabeza la idea de hacer de la apnea mi actividad física preferida. En aquel entonces no tenía idea de cuál era la ciencia y la técnica detrás del buceo simple y llano, mucho menos de cuáles eran los requisitos físicos y mentales para llevar con éxito una variación tan específica como la apnea, que me pareció cargada del peligro y exotismo suficientes para hacer de mi vida un asunto un poco menos trillado. Desde luego, mi empeño no me llevó más allá de buscar en internet a profesores y centros de entrenamiento, por lo que preferí mejor dedicarme a nadar en alguna piscina de gimnasio, lo que no puso fin a mi fascinación por el tema. Tiempo después escribí un cuentito con el que gané un concurso celebrado por un negocio de mi barrio.

Para quienes lo ignoran, la apnea es el buceo de profundidad que se hace sin tanque de oxígeno. Salvo por un par de aletas, gafas protectoras y quizás unas pinzas con cuales mantener selladas las fosas nasales, no hay más equipo con que sumergirse. El aventurero (pues no hay otra manera de llamar a quienes lo practican) toma aire y se sumerge hasta lo más profundo que su condición física pueda llevarlo. Ahí donde nadie más puede encontrarse, en las tinieblas inferiores del mar. El actual récord lo tiene Alexey Molchanov, de Rusia, quien el año pasado se sumergió 136 metros en el Caribe.

¿Por qué alguien haría algo como eso? ¿Qué se gana en arriesgar la vida de esa y otras maneras cuando uno se deja vencer por el atractivo del mar?

Entre las páginas de su libro más reciente, “Un inmenso azul”, Patrick Svensson sugiere algunas respuestas, pero la más satisfactoria, me parece, es la más nebulosa. El mar seduce y hechiza con sus abismos, ya que estos también reflejan nuestros misteriosos abismos. O al menos así es como él lo ha escrito en un librito que está lleno de otras tantas frases y observaciones subrayables, publicado hace ya unos meses por Libros del Asteroide, y con traducción de Carolina Moreno Tena.

Svensson, que ha hecho carrera escribiendo sobre ciencia, arte y cultura para distintos periódicos y revistas en Suecia, no es un inédito en nuestro hemisferio lingüístico. Su primer libro, “El evangelio de las anguilas”, fue publicado en 2020 por el mismo sello editorial. Gozó del suficiente éxito entre los lectores como para ameritar la presencia del autor en la primera edición de Liternatura, el pequeño festival de literatura sobre la naturaleza que desde 2022 se celebra en la Biblioteca Collserola Josep Miracle, en Barcelona. Pero mientras que la lectura de aquel primer libro se encuentra a medio rumbo entre el ensayo y la memoria personal, la lectura del segundo está firme en los terrenos del ensayo histórico y científico puro. O casi puro, pues la vida de su autor se asoma un poco en un par de ocasiones.

Esto no es más que una elección entre formatos narrativos que puede o no agradar a quien lea, según lo que espere encontrar aquí. Parte de lo que hizo a “El evangelio de las anguilas” un libro tan entrañable, al menos para mí, fueron los datos científicos e históricos entremezclados con las anécdotas personales de Svensson; todas esas historias de pesca en compañía de su padre que fueron un deleite para ese pescador desaprovechado en que me he convertido. A partida contraria, la figura filial que aparece en “Un inmenso azul” es la de la madre del autor. Pero solo en contadas ocasiones, por lo que, en lugar de encontrarse bien integrada en la narrativa —como lo fue el padre con anterioridad—, su presencia aquí se siente más bien como un el justificante para la existencia de este libro.

No es una crítica, sino una observación. Común es entre los autores del nature writing el asomarse una y otra vez entre las páginas de lo que escriben, ya que la experiencia propia es necesaria para personificar lo que, por mera ontología, es impersonificable: la Naturaleza misma. Comparado con su primer libro, Svensson está presente aquí solo en virtud de ser el autor. Muy de vez en cuando como un personaje. Como en aquel momento magnífico al inicio, donde describe la coincidencia de haber nacido el mismo día en que partió rumbo a la Luna la última expedición Apolo, en el momento justo en que el sol comenzaba a ocultarse bajo el horizonte, lo que hizo de él un niño crepuscular.

Más que un ensayo monolítico sobre la relación del mar con la curiosidad humana, “Un inmenso azul” está construido por diez micro ensayos, independientes el uno del otro, que exponen diversos aspectos de esta relación, nacida de la necesidad de nuestra especie por conocerlo y controlarlo todo. Algunos de estos ensayos son de corte puramente científico. Otros son narraciones de hechos históricos, mientras que también los hay de tintes biográficos. La ventaja de esto es que se presentan una serie de datos complejos e interesantes de manera fácil de digerir, gracias a lo pequeña de las porciones, además de la maestría de Svensson por ponerlo todo en palabras sencillas. Lo malo, es que el libro se asemeja más a una colección de anécdotas y hechos sueltos, vinculados tan solo por la figura del mar, en lugar de un ensayo único enriquecido por las historias en su interior.

Aunque es verdad que el formato puede llegar a sentirse un poco descosido, eso no resta calidad o interés a lo que aquí se encuentra. Desde la historia de Magallanes y su esclavo, quien quizás pudo venderlo a sus asesinos, hasta la biografía de Robert Dick, el humilde panadero escocés que pasó a la historia tras el descubrimiento de un fósil de exagerada importancia, pasando también por el descubrimiento de los ritmos circadianos, el origen marino de la vida, y los inicios de la cacería organizada de ballenas por parte de marinos vascos en el siglo VIII. La línea argumental que cruza la mayoría de estos textos es clara: lo desconocido no deja de atraernos, y es esa atracción la que ha llevado a miles de personas a interesarse por los misterios que esconde toda esta agua que nos rodea. Esto último es más que patente en ensayos como “El gran abismo”, sobre la historia humana y tecnológica detrás de la exploración de los fondos marinos.

Otros ensayos comienzan siguiendo el mismo argumento mencionado antes, para luego dar un giro de relevancia a nuestro tiempo presente. Como ocurre con “El mayor depredador”, que inicia como una historia natural del cachalote y demás cetáceos, y concluye con una reflexión de nuestro papel en su explotación. También en su posible extinción, como la que podría llegar a sufrir en cualquier momento la vaquita marina (Phocoena sinus), una especie de marsopa pigmea que durante un millón de años ha hecho su casa en las costas de Baja California, pero que hoy día se encuentra reducida a una población de poco menos de una docena. Hemos querido matarlo porque podíamos, escribe Svensson, no porque lo necesitáramos realmente. El provecho que los humanos han podido sacar al cachalote es más bien una construcción posterior, como si el objetivo hubiera precedido al sentido. Primero se caza y se mata, y luego se reflexiona sobre el porqué.

Los hay aquí textos muy cortos, como “La canica azul”, que es de los pocos personales. Luego los hay largos, casi como una novela corta, como “La biógrafa del mar”, sobre la vida y obra de la siempre fascinante Rachel Carson. Incluso si en ocasiones el libro da la sensación de ser una recopilación de escritos levemente vinculados, no hay uno solo que sea aburrido o que parezca estar de sobra. La lectura es fácil, en ningún momento peca de pedanterías y está llena de muchas imágenes maravillosas. Algunos de los ensayos, como “El navegante portugués que dio la vuelta al mundo y el esclavo malayo”, recuerdan un poco al estilo de Stephan Zweig en “Momentos estelares de la humanidad”. En gran parte, desde luego, por la habilidad de su autor. Por otra parte, también, por el trabajo de su traductora, quien supo trasladar al castellano las sutilezas norteñas del sueco.

Entonces, ¿por qué alguien querría arriesgarse a perder la vida en un deporte extremo como la apnea? Tal vez porque ahí abajo se encuentran verdades que no podemos encontrar aquí arriba.

Barcelona, octubre, 2024.

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