‘El llanto de los pájaros’, de Isabel Álvarez
Manuela Vicente Fernández (@ManuelaVicenteF)
Vivimos en la cultura de la falsa felicidad. En una sociedad que trata de mirar hacia delante sin detenerse demasiado a analizar el pasado; sobre todo si ese pasado no nos habla de héroes conocidos, de madres coraje y demás arquetipos inspiradores; rara vez reparamos en aquellos que lo han perdido todo y por puro afán de supervivencia tuvieron que aferrarse a lo poco que les quedaba y a su propia voluntad para imponerse a las circunstancias.
De este tipo de personajes, de los desheredados, los que han perdido la tierra, la familia y casi la esperanza, nos habla la novela de Isabel Álvarez ya desde su mismo título metafórico: El llanto de los pájaros.
De Isabel Álvarez, autora gaditana licenciada en derecho, teníamos conocimiento por su anterior novela Vidas prestadas, en la que se adentraba con acierto en el difícil tema de los cuidados familiares y por la que obtuvo el I Premio Ángeles Martín de Novela Corta. Con El llanto de los pájaros la autora ganó el XXIX Premio de novela Letras Hispánicas Rafael de Cózar, sorprendiéndonos de nuevo con una novela de corte realista, que nos recuerda en su limpieza narrativa a grandes de nuestra literatura.
Reconocemos en la obra la fijación de la autora por los personajes más indefensos y vulnerables. También en esta se repite la figura del cuidador, representada en el personaje de Matías, que vela por su hermano Julio, víctima de enanismo e hidrocefalia; el elenco de personajes marginales se completa con la figura de la madre, una joven carente de apoyo familiar y social, abocada a ejercer la prostitución para mantener a sus hijos.
La estructura de la novela gira en torno a la comunidad en la que viven los protagonistas, una comunidad que reniega de cara a la galería de ciertos hábitos que, sin embargo, se encarga de fomentar a expensas de la vulnerabilidad de sus miembros más débiles.
El ambiente de post guerra, el temor, la incertidumbre y la extrema pobreza de los protagonistas se refleja en la conducta de Matías cuando admite: «Desarrollé la habilidad de pasar inadvertido, haciéndome notar lo menos posible, y convertí esa destreza en hábito. El mérito en el pobre es un pecado difícil de perdonar».
Muchas son las motivaciones para leer El llanto de los pájaros, una novela conmovedora, con una narrativa impecable, que retrata una época no demasiado lejana que conviene tener presente para no caer en el error de la repetición histórica; pero, de entre estas y otras muchas razones, me quedo con el profundo análisis que hace la autora sobre la condición humana, condición que apenas ha variado con el transcurrir de los tiempos. Ya que, si observamos con atención las pasiones e instintos primarios que mueven a los personajes que habitan entre sus páginas, llegamos a la conclusión de que el pueblo al que se refiere el protagonista podría ser, aún en nuestros días y pese a las reticencias que tengamos para admitirlo, cualquiera de los que nos rodean.