Tumbas que se convierten en estrellas
ESPAÑA EN SORDINA
TUMBAS QUE SE CONVIERTEN EN ESTRELLAS
Fuimos a la cartuja de Miraflores, en las afueras de Burgos. Y nos maravillaron las tumbas de Juan II y su esposa, los padres de Isabel la Católica. Ella le encargó ese monumento a Gil de Siloé. Y el artista les dio forma de estrella, algo insólito, único en el mundo, que yo sepa.
Parecía que las tumbas fueran a levantarse en el aire, que flotaran espléndidas. Los muertos acostados estaban muertos pero estaban llenos de vida. También sus rostros eran muy expresivos y sus ropajes. Y había un montón de detalles vivos y significativos, Consuelo los detallaba con sus fotografías que luego agrandábamos en casa.
Nos fascinó el San Bruno de Manuel Pereira, callado e intenso. Nos fascinó el claustro y todos los rincones de la iglesia. Nos fascinaron los alrededores, el jardín solitario y las construcciones más allá del jardín. Pero sobre todo nos fascinaron esas tumbas en forma de estrella.
Las estrellas son la irradiación máxima, la magia del cosmos. En Laponia nos parecía palpar las estrellas, porque la atmósfera está más despejada que en otras partes del planeta. Nos fascinan las estrellas de van Gogh que bailan y se retuercen en medio de los azules. Nos fascinó aquella estrella que se escondía en aquella iglesia de Ayllón, que habían comprado unos amantes particulares, y que ostentaba significados esotéricos de liberación y de plenitud.
Pero aquellas tumbas como estrellas irradiaban ante nosotros, se extendían ante nuestra mirada en todas direcciones, se salían de cánones y normas. Parecía una locura silenciosa y temporal de Gil de Siloé. Enloqueció en algún momento para mejor dar vida a los padres de Isabel la Católica, para exalta a unos seres sobre la tierra. Puso estrella durmiendo pero velando (como en el Cantar de los Cantares) sobre la Tierra. El cielo en la tierra, la tierra hecha cielo de manera callada y secreta.
Era como las tumbas que son héroes de Ernesto Sábato, como esos héroes muertos que están todavía llenos de vida y nos hacen visionarios. El arte a menudo nos vuelve visionarios. Y en aquel rincón de Castilla admirábamos tumbas que se convertían en estrellas.
ANTONIO COSTA GÓMEZ
FOTO: CONSUELO DE ARCO