Malditos Tacones para olvidar un fiero aroma de “sudor y semen”
Horacio Otheguy Riveira.
Sobre un texto de pobre estructura dramática se ha logrado una creación escénica que lo enriquece a través de sus actrices, del espacio, las luces y, desde luego, desde el corazón mismo del conflicto: dos mujeres que rápidamente entran en colisión. Si el texto parece apuntar a un melodrama muy manido, la puesta en escena cobra el dinamismo de una fuerza poética que trasciende la vulgaridad de un melodrama sin vuelo.
—¿Por qué una mujer tan ocupada como usted me dio con tanta rapidez esta cita?
A partir de esta pregunta por parte de la joven abogada María García a la poderosa empresaria Victoria Burton, se inicia un encuentro-desencuentro en el que enseguida se enciende un fuego inesperado por la “fría, sin corazón” señora Burton:
—¿Es usted mi madre?
Las dos mujeres, prolijamente vestidas —la joven muy sexi, la mayor con estricto toque de institutriz— permanecerán con movimientos muy limitados, acaso como si —ambas letradas— estuvieran en un tribunal donde el jurado está habitado por espectadores alelados.
Sobre una tarima cuadrada en escenario giratorio, limitaciones de los personajes son recreadas en un notable subtexto por Magüi Mira; con esa riqueza huye del folletín y profundiza en el horror al vacío de dos mujeres enfrentadas que tienen en común, cada una a su manera, el haber sufrido “el fiero aroma del alcohol, el sudor y el semen”, e inevitables golpes físicos que pudieron ser mortales.
Artificio profesional y dolorosas palpitaciones
Mujeres que también se comunican con el público en apartes clásicos, dentro del vibrante artificio que se vive en esa casa millonaria donde —gracias a la puesta en escena con sus escenógrafos e iluminador habituales— solo hay una butaca y una mesita ratona para un oporto en copitas de damas elegantes.
Ellas hablan, pelean; el discurso llega a ser atronador porque de pronto descubren de que no están en un tribunal que pudiera aliviarlas, imposible que sus trágicas experiencias vayan a culminar en un portazo… pues la pieza acaba de tal manera que da lugar a pensar y discutir, e incluso ir más allá del conflicto mismo, pensando en que seguramente la historia continuará con su dosis de rebelión y sumisión tan intensas que no podrán pronunciarse en escena, pues sucederán en la trama que cada espectador fabule tras estas figuras luminosas cuyo grado de oscuridad puede resultar difícil de soportar…
Dos vidas, dos éticas opuestas en una sociedad no diseñada para ellas. La gran Victoria Burton, matriarca de la saga de los Burton. Y María García, brillante abogada hecha a sí misma. Sobre ellas, la sombra de un gigante, un cruel Agamenón cualquiera. La herencia de un poder corrupto, con identidad de sexo, como arma de sometimiento. Dos grandes mujeres desnudando, despellejando o reinventando el poder de una clase privilegiada. Dos mujeres de altura que calzan sus tacones de forma diferente. Dos mujeres solas. Siempre han estado solas. Magüi Mira
Intérpretes: Luisa Martín, Olivia Molina
Autor: Ignacio Amestoy
Dramaturgia y dirección: Magüi Mira
Ayudante de dirección: Antonio Sansano
Escenografía: Curt Allen y Leticia Gañán (Estudio Dedos Aaee)
Iluminación: José Manuel Guerra
Música: Santiago Martínez
Productor: Jesús Cimarro
Jefe técnico: Ignacio Huerta
Jefe de producción: Juan Pedro Campoy
Ayudante de producción: Paloma Parejo
Gerente: Guillermo Delgado
Técnico de iluminación: Marc Jardí
Técnico de sonido: Félix Botana
Maquinista: José Herradón
Diseño de cartel: David Sueiro
Fotografía de cartel: Javier Nava