El cómico y feroz machismo de los 80 en «Pareja abierta», de Dario Fo y Franca Rame
Horacio Otheguy Riveira.
Dario Fo (fallecido en 2016 con 90 años) y su cónyuge Franca Rame (1929-2013) fueron compañeros y amantes, gente de teatro y de muchas otras aventuras culturales, nada les era ajeno, ambos ganaron aplausos, premios (él llegó a ser el primer comediógrafo que ganó el Nobel de Literatura)… y una gran sabiduría para revolucionarlo todo entre risas. De allí que el patriarcado feroz de los maridos adúlteros que humillan a su esposa —a quien consideran un objeto que pierde brillo con el tiempo—, resulte cómico: un modelo de filosofía cultural en el que reír no solo sienta bien, sino que trasciende la epidermis (siempre despreciada por la intelectualidad al uso) para convertirse en mensaje radical.
Con una gran producción de farsas, comedias, dramas y novelas ejemplares, en Pareja abierta, quienes militaban a la izquierda del Partido Comunista, y también en el muy surrealista Partido de la Patafísica, demostraron en 1983 que, en plena guerra de sexos, la libertad o es cosas de dos o no es más que una patraña en las lides amorosas… inventadas a diario por hombres moralmente enclenques, tragicómicos y a la vez muy peligrosos si sus víctimas no se arman de valor y, por supuesto, de un sentido del humor a prueba de manipulaciones.
En la actualidad, un trío superlativo, con mucha experiencia en las lides teatrales se han unido para crear una versión muy eficaz, fiel al eje de la obra original y su radical mensaje, pero con un ritmo humorístico peculiar con buenos aportes de hoy. Felipe Andrés, productor, protagonista y codirector junto a Susana Harnáiz, y Carmen Gutiérrez en escena conforman el triángulo para una búsqueda de Pareja Abierta que es puro cuento machista, pero hay que descubrir sus aristas en un juego muy divertido en el que un matrimonio en crisis alterna los «noviazgos» con jovencitas del «muchacho» y los intentos de suicidio de su esposa… hasta que todo se pone boca abajo.
Los intérpretes conjugan a muy buen ritmo sus estilos en la línea clásica de Fo y Rame, los autores que también la interpretaron y dirigieron. Es decir, componen acciones que se desarrollan en buen «crescendo», pero a su vez se dirigen a los espectadores convencidos de que han venido a escuchar sus dilemas y enrevesadas confesiones hasta lograr uno de los más hilarantes, a la vez que punsantes, finales de este género de la sátira social en el que se ponen a tiro las frustraciones de la vida conyugal.
Felipe Andrés con sus manos que dicen mucho, acompañando la brillantez del texto, como una coreografía imprescindible para seguir de cerca las lágrimas, sinceras o falsas, según toque y las espectaculares risotadas de Carmen Gutiérrez; ambos tienen la soltura necesaria para cambiar de registro sobre la marcha, ir y venir, acercarse al público y distanciarse, creando una plasticidad contemporánea que homenajea a los autores ya fallecidos, y crean nuevos puentes de comunicación con una comicidad que no exime de actualidad el mismo drama que se planteaba en los 80, aunque muchas leyes hayan cambiado y algunas miradas resulten más lúcidas. Siguen en pie las ancestrales prisiones de hombres y mujeres que aún han de aprender a convivir, entre risas liberadoras que un teatro como este ofrece de manera espléndida.