“El diván de Sofía”: crisis y redención en hipnótica intriga

Horacio Otheguy Riveira.

El argumento se desliza como un coche en nocturna carretera, dentro y fuera de las emociones de la protagonista, una joven enfrentada a un padre que teme y admira, nada menos que un afamado psiquiatra. Ambos son cara y cruz de un modo de vida de pasiones que necesitan afirmarse en espíritus que se quieren insumisos, indomables.

Además hay un inesperado amante; una madre que lucha por superar los dones de una belleza superior, y alguien que misteriosamente llega de la calle, un desconocido que se siente perdido y anhela buena compañía. Con él empieza esta obra de singular narrativa, tan original en su planteamiento a modo de puzle que se va armando, como profundamente emotiva, pese a su frialdad aparente:

«Enrique se detuvo bajo el portal donde resplandecía un rótulo luminoso en el que se podía leer El diván de Sofía. Aquella tarde lluviosa había vagado por la ciudad sin rumbo por las calles del centro. Últimamente notaba que su existencia era un cúmulo de malas noticias: nada le salía bien, había perdido las ganas de vivir.
Mientras miraba hipnotizado el cartel luminoso, esperando que cesara el aguacero que había comenzado a caer, se preguntó qué sería lo que se anunciaba de aquella forma tan llamativa. Seguía prendado del cartel, con su diseño tan sugerente en formas y colores, cuando un hombre de edad media se plantó delante de él y le preguntó, como si le conociera de hace tiempo: «¿Me dejas pasar?». En medio de sus pensamientos, no se había dado cuenta de que impedía la entrada al edificio. Tapaba la puerta, y el hombre, con gafas redondas empañadas por la lluvia, le hizo un gesto con su mano derecha.
Un tanto avergonzado se apartó de la puerta para que pudiera entrar y subir por unas angostas escaleras que se perdían en la oscuridad de la primera planta. Se detuvo en los primeros peldaños para hablarle:
—Parece que hay lluvia para rato. Si quieres, te invito a un café.
Sorprendido por la invitación del extraño, en un primer momento se quedó sin palabras, pero le  convenció el tono amable de voz y la actitud, casi cinematográfica, con una mano en la barandilla, más aún con la expectativa de seguir andando bajo la lluvia. Así que le pareció una oferta interesante, y subió tras él por la escalera.
En la segunda planta, el rótulo se repetía en la puerta a menor tamaño. Apagado, resultaba igualmente formidable. Entró en una sala pequeña ocupada por seis sillas negras, de apariencia cómoda, con brazos gruesos que invitaban a sentarse. A la derecha se encontraba otra sala más grande con un diván de
color azulado que mostraba surcos típicos de un uso constante; ahora permanecía vacío en espera de que alguien se tumbara en él. Completaba el escenario una mesa rectangular y una librería llena de libros, irregularmente ordenados, que conferían el último detalle de refinamiento que necesitaba la habitación. Tras un vistazo general, Enrique se sintió más tranquilo. Por un momento se había inquietado al aceptar la invitación de un desconocido. No era su estilo. Apenas le gustaba hablar con la gente, pero en
los últimos días solía sorprenderse de sus propias decisiones. —Siéntate donde quieras. No soporto días así —dijo el extraño, mirando por una ventana que se perdía en la oscuridad de lo que parecía un patio interior.
—¿Es usted psicoanalista o algo así?
—Yo diría que soy un explorador incauto y atrevido.

La respuesta despertó en Enrique bastante inquietud y mucho desconcierto. En un gesto impulsivo, tomó su gabardina, que había abandonado sobre el brazo de una de las sillas, dispuesto a marcharse.
—Pensándolo bien, le agradezco el ofrecimiento, pero debo continuar. Solo una pregunta, ¿qué explora usted? —Al mismo tiempo que formulaba esta pregunta, miró por la ventana para asegurarse de que ya no lloviera con tanta fuerza.

Como si de un escenario de magia se tratara, el desconocido retiró un volumen de la biblioteca y de inmediato, una parte de ella se convirtió en un bar, de donde cogió dos copas de cristal grueso labrado.
—¿Qué prefieres: güisqui o vino? —No pareció escuchar la pregunta de Enrique, y menos aún tuvo en cuenta su intención de marcharse.
El gesto de su cara le pareció tan firme que se sintió incómodo ante la posibilidad de reconocer que no quería tomar nada y que solo deseaba irse de allí cuanto antes187.

 

«Con trabajo estable y el apartamento moldeado a su manera, Sofía había conseguido rehacer por completo su rumbo. No salía mucho, casi nunca quedaba con gente, no mantenía contacto con su familia y amigos a bastantes kilómetros de distancia. Aún no había vuelto a dibujar.
El día de la llamada no había sido diferente a cualquier otro.
Recogió dos trajes de la tintorería tras salir del trabajo y condujo su coche para regresar a casa. Los pocos kilómetros del recorrido los aprovechó para pensar, de fondo su música favorita en la radio; escogió un camino que se le antojó entrañable. Después, el ritual establecido hasta que se acomodaba a leer. El libro se quedó abierto entre sus manos al escuchar la voz al otro lado del teléfono. Inicialmente pensó que no era tan grave. Ahora se sentía fuerte. Pero una pregunta en su interior comenzaba a emerger: era demasiado joven para pasar otra vez por algo así. En el fondo, conocía la respuesta…».

 

 

Una novela inquietante que insinúa y seduce, alejada de artificios

 

«El diván de Sofía» es también un gozoso encuentro con una narrativa pausada, sin estridencias, como si las más profundas experiencias de vida sucedieran con el don poético de una normalidad sobrenatural, valga la paradoja.

En este libro, las vidas de los personajes se entrelazan en un diván que no solo representa un lugar físico, sino un espacio de revelación y transformación personal.

La autora, Elisa Pérez Pérez, nos invita a sumergirnos en un relato profundamente humano y misterioso, donde cada página promete desentrañar secretos y explorar los confines más oscuros de la psique. Ideal para quienes aman los dramas psicológicos con un toque de suspense.

 

Escribir me encanta; fue así desde niña. Lo hacía a solas, sin testigos indiscretos de mi disfrute. Tomé los rumbos y seguí las señales que la vida me iba mostrando, todos ellos encaminados a ser feliz y a transmitirlo así a los que me acompañaban o se han ido incorporando en las sucesivas paradas por las que ha transitado mi vida…

Participo en el blog de un taller de escritura con publicaciones digitales de cuentos. Incluso he conseguido algún reconocimiento que ha supuesto hitos inolvidables para mí: fui finalista en el Concurso de Relato Corto en la localidad de Navacerrada (Madrid) en 2005, obtuve mención especial en el II Concurso Clara Campoamor de Relato Corto convocado por el Ayuntamiento de Madrid en 2021 y participé en el recopilatorio de relatos organizado por la Biblioteca Rafael Alberti de Madrid. El diván de Sofía es mi primera novela. Elisa Pérez Pérez.

 

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Con la colaboración especial de las escritoras: Ana Riera y Paula Alfonso.

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