El castillo surrealista de Elsinore

Por Antonio Costa Gómez.

Siempre soñé con ir con Mario Cesariny al castillo de Elsinore, en Dinamarca. Donde se desarrolla “Hamlet”. En la puerta del Báltico, vigilando el paso de los barcos que entran.

Allí Hamlet se preguntó: ser o no ser, y quiso ser infinitamente. Y se mostró complejo y por eso dijeron que representaba la duda y la inacción. La gente quiere el simplismo. Pero él quería la verdad. Y saber qué decían los expertos. Y saber cómo gesticulaba su padre cuando le ponían delante su crimen. Y usar el teatro para manifestar la vida.

Fue un apasionado, fue la pasión de vivir. Y le dijo a Horacio: “Hay más cosas en el cielo y en la tierra, amigo Horacio, que las que dice tu filosofía”. Y le podríamos decir con él a los pasmones actuales: Hay más cosas en la vida de las que caben en los programas de tus máquinas.

Hamlet fue alguien inmenso. Y también lo fue el gran poeta portugués Mario Cesariny.

En su poema “You are welcome to Elsinore” Cesariny nos invita al castillo de Shakespeare.

Es el castillo de las palabras que queman, que sacan lo más hondo de nuestras vidas.

Donde las palabras se vuelven mágicas : “Entre nosotros y las palabras hay metal fundido/ Entre nosotros y las palabras hay hélices que andan/ Y que pueden matarnos violarnos sacar / De lo más hondo de nosotros lo más útil sagrado”.

En el Elsinore de Cesariny las palabras trastornan, se ponen de espaldas enigmáticamente.

Nos llenan de vivo veneno: “Entre nosotros y las palabras hay perfiles ardientes /Espacios llenos de gente de espaldas/ Altas flores venenosas puertas por abrir/ Y escaleras y manecillas y niños sentados / En espera de su tiempo y de su precipicio”.

En sus murallas nos asomamos al abismo de la inmensidad y la muerte: “A lo largo de la muralla que habitamos/ Hay palabras de vida hay palabras de muerte / Hay palabras inmensas que esperan por nosotros / Y otras frágiles que dejaron de esperar/ Hay palabras orden palabras que guardan /El secreto y su posición”.

Es el castillo de la literatura y el surrealismo.

Las palabras desatadas y nocturnas. Donde se pasean locas y hombres atormentados. Y espectros del pasado y hombres que dudan sin fin para saber. Y actores de teatro que asustan a los vivos.

Las palabras se asoman a lo innombrable : “Y hay palabras nocturnas palabras gemidos / Palabras que nos suben ilegibles a la boca/ Palabras diamantes palabras nunca escritas / Palabras imposibles de escribir”.

Mario Cesariny nació en Lisboa en 1923. En París en los años 40 conoció a André Breton. Helena Vieira da Silva dijo de él que era un pájaro o un gato. Los títulos de sus libros son tan sugerentes: “Algunos mitos mayores”, “Nobilísima visión”, “El castillo surrealista”. También es un pintor fascinante. Pintó arañas que parecen flores y alfombras raras sobre desiertos. Es uno de los mejores del surrealismo. La policía salazarista lo detuvo por vagabundo y homosexual. Son dos crímenes terribles. Deberían detenerlo también por ser surrealista. O simplemente por ser poeta. ¿Se dan cuenta de lo que hacen los poetas con las palabras? Qué peligro.

Levantan hogueras interiores, nos llevan a castillos surreales en el borde del Báltico. Nos hacen pensar en Hamlet y en que se fingió loco para saber la verdad. Pero estaba realmente loco en otro sentido.

Porque en un mundo de sensatez tan miserable, hablaba con espectros y hacía confesar a la gente con obras de teatro.

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