«DIEGO VASALLO, TRAYECTORIA DE UNA OLA», DE PABLO CEREZAL: UNA ACROBACIA LITERARIA

 

Es inevitable, cuando el autor A se cubre con la piel del autor B se provoca una caída en el colapso. Casi inevitable, porque éste es un ejercicio funámbulo que debe mantener el equilibrio de la «línea del horizonte» de cada autoría, y por lo tanto, también es el momento agrio de resistirse a los «cantos de toxina» como la vampiria, la autofagocitación, la hagiofagia o la simple dilatación de un artículo.
En cuanto se atraviesa el primer limbo del libro de Pablo Cerezal, brota la duda de que Diego Vasallo se haya convertido en un personaje, una coartada o un simple mcguffing de todo aquello que el escritor tenía o quería decir sobre su propio universo, de ese estadio en el que el autor que habla del autor convierte en «su obra» la «su obra» del otro. Bien, resulta que no. Y no es así porque aquí surge el PULSO, funcionando mejor que nunca, la «mano de artista» de la que hablan los pintores, el pulso de un conductor de la inmensa e inacabable orquesta de su propio cosmos, reflejado y restituido por y en el otro. El OTRO en mayúsculas, para no confundir con estos tiempos de «otrismo» cultural tan feo. Y tampoco confundir pulso con mesura. La mesura es ineficaz, capciosa y castrante; el pulso es el alma regulada del desorden desde lo invisible. Los dos mundos confluyen en este imprescindible road-ensayo de la melancolía, una melancolía placentera en el tan necesario alejamiento del mundo sistematizado y una melancolía en que la emoción no está en el acto o la acción sino, como toda poesía, en el «concreto» de una evocación que estremezca. Nada fácil. Pero ocurre, y entonces se aprecia el esplendor del tándem como un grand crú: el prisma Cerezal-Vasallo converge en tono y matices en una imagen que se va fundiendo, pero -claro- no confundiendo. Todo es un universo bi-verso y tri-verso tan infernal, tan invernal, tan intenso en lo quietísimo, y tan (sobre)acogedor que parece largamente prestidigitado. Lo que lleva de reflexión es toda la carga de la poesía tomada como el sentimiento puro de la creatividad, aún más: de la creación, un homenaje dionisíaco a todo lo que puede contener la contemplación del plasma de la existencia propia. Y todo eso está magníficamente recogido y expuesto. El oscuro mundo blanco-negro-ocre de Vasallo se ilumina como un oasis, pero nunca pierde esos mismos colores, un Rovaniemi en la tundra, tan lejos del mar(keting) de los sargazos, pletórico.

JOSÉ RAMÓN DA CRUZ

«Diego Vasallo, trayectoria de una ola», de Pablo Cerezal.
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