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Conspiranoia: la jodida moderación del silencio

Mariano Velasco.

“Entre la vergüenza de la mentira y el peligro de la verdad, existe la moderación del silencio”. A primera vista, el enunciado puede parecer rebuscadillo pero si se piensa, la frase define a la perfección cómo se desarrollan, en gran parte, las relaciones sociales entre seres humanos, sean estos terraplanistas o no.

Es, la mencionada, una frase que en un momento de tensión pronuncia uno de los personajes de Conspiranoia, y menciono lo de “terraplanistas o no” porque es precisamente este el dilema que va a desatar todo el batiburrillo de mentiras, verdades, silencios, golpes dialécticos y no tan dialécticos que se cruzan entre sí los cuarto personajes de esta comedia de enredo —comedia, sí, pero con mucha chicha— que se representa en el Teatro Alcázar de Madrid, creada por Jordi Casanovas y Marc Angelet.

Sorprende, de entrada, lo de la “intervención” —aquí somos más de quedar para tomar unas cañas y soltarnos las verdades a partir del cuarto botellín—, procedimiento más americano que español que consiste en la reunión de un grupo de amigos para plantearle a otro amigo que tiene un problema gordo, que tal vez no se haya dado cuenta el pobrecito, y ayudar al afectado a resolverlo. Una regla por encima de todo a la búsqueda de un poquito de orden, por favor: pasarse el cojín unos a otros y que solo hable quien lo tenga entre manos, Ah, y siempre todo con buenas intenciones… de partida.

En cualquier caso, situación ideal para teatralizar donde las haya. La excusa perfecta para juntar sobre un escenario a un marido desesperado y controlador (Luis Merlo), al que pese a ser el conductor de un exitoso programa de radio, su mujer “no lo sintoniza”; a un amigo escritor de toda la vida que cambia de convicciones como de amantes jovencitos (Juanan Lumbreras); a una geóloga cuya pareja, ya convertida en ex, no cae demasiado bien al grupito (Clara Sanchis); y a la esposa del primero (Natalia Millán), que sí, que será terraplanista y lo que tú quieras, pero a tener las ideas claras no le gana nadie. ¡Personajazo!

 

 

 

Podrá parecer un punto de partida de lo más surrealista y alocado, que uno dice venga hombre, no me irán a montar una obra de teatro sobre el terraplanismo, teorías de la conspiración y otras sandeces que se suponen —más o menos— superadas. Pero sí. Lo hacen con un texto muy ingenioso y con hábiles diálogos que te saben llevar de aquí para allá. Y con cuatro personajes que tienen sobre todo el acierto de que son de lo más variado, amigos de toda la vida pero cada uno de su padre y de su madre, cada cual con sus propios “terraplanismos” que se van a ir descubriendo gracias a la habilidad y el sentido común de quien se presumía al principio como la víctima del ataque en tromba de dialéctica que la “intervención” debería producir, y a base de pasarse los cojines y tocarse los… —la broma era inevitable— los unos a los otros.

Y así es como acabarán asumiendo, acabaremos asumiendo todos, que aquí cada cual tiene sus defectos, mentiras y conspiraciones ocultas bajo el manto del silencio, que nos sucede más a menudo de lo que parece aquello que decía el dicho de ver la paja en el ojo ajeno y no notar la viga en el propio, y que al final las verdaderas amistades no se sustentan a base de grupitos de wasap o de contarle al otro lo que quiere escuchar, sino gracias a quien acaba convirtiéndose en el verdadero protagonista de esta historia: la empatía, esto es, saber ponerse en el cojín del otro.

No está mal para tratarse de una obra sobre el terraplanismo.

 

 

Conspiranoia

Teatro Alcázar de Madrid

Reparto: Luis Merlo, Natalia Millán, Juanan Lumbreras y Clara Sanchis.

Autoría: Jordi Casanovas y Marc Angelet

Dirección: Marc Angelet

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