“Senryuu de Edo. Haifuu Yanagidaru”, VV.AA.

Por Jorge de Arco.

 

En su empeño por acercar la literatura japonesa a nuestra lengua, la editorial Hiperión da a la luz Senryuu de Edo, una atractiva compilación seleccionada, anotada y traducida con esmero por Masateru Ito y Elena Gallego.

En su jugoso prólogo, ambos traductores dan cuenta de la realidad e historia de esta estrofa: “Los poemas llamados senryuu (川柳) forman parte de la literatura popular japonesa que se inició en la ciudad de Edo, actual Tokio (desde 1868), con la aparición de la primera antología, Haifuu Yanagidaru (誹風柳多留), publicada en 1765 (mediados de la era Edo) y desde esa época quedó establecido este nombre “senryuu” para este género de poesía japonesa (…).

El senryuu es similar al haiku en su estructura: en japonés ambos se escriben en una línea vertical dividida en tres hemistiquios de 5-7-5 sílabas (…) Aunque el haiku y el senryuu presentan estas semejanzas, también tienen algunas diferencias: una de las principales es que el haiku es la “poesía de la naturaleza”, la tierra, los fenómenos naturales, flora y fauna, paisajes y el universo en general. Y como característica distintiva, lleva una palabra llamada kigo 1 (季語) que identifica la estación del año en que ha sido escrito el haiku.

El senryuu, en cambio, canta siempre sobre los seres humanos: sus sentimientos y sus vidas, su subsistencia diaria y los sucesos, acontecimientos, problemas y chascarillos de su entorno cotidiano. Se compone observando el transcurrir de la vida y las características humanas desde todos los puntos de vista y su máxima”.

Con estos aclaratorios mimbres, la lectura de la antología queda enriquecida y orilla sus márgenes en un tiempo y en un espacio bien determinados. Mas sorprende, leídos tanto después, la vigencia que reescriben sus mensajes y la semejanza con ese tono satírico y burlesco tan hispánico y propio de nuestras letras pretéritas.

     Fue el escritor y jurado de concursos de poemas Hachiemon Karai (1718-1790) -de pseudónimo Senryuu Karai- quien popularizara esta forma de haiku (俳句). De ahí, que se adoptase el sobrenombre de senryuusauce de río en japonés-.

Inciden los antólogos en que son tres los principales elementos que caracterizan al senryuu: la agudeza o ingenio, el humor o gracia y la libertad o facilidad. Todo ello, queda bien reflejado al par de estas páginas que se dividen en cinco apartados.

El primero de ellos, “Familia”, airea algunas de las reglas y costumbres de la sociedad nipona de entonces. Las notas incluidas por los traductores ayudan a comprender mejor la identidad de muchos de los textos aquí reunidos. Tal es el caso de los que tratan los “Casamientos y compromisos matrimoniales”:

Su anciana madre
`No te cortes el cabello´

murmura.

(“La madre aconseja a su hija, que ha enviudado, para que no se apresure a ser monja. Una viuda tan guapa podrá encontrar un nuevo esposo. En el corazón de la madre conviven el sentimiento de desear la felicidad de su hija y un cierto interés”).

En su segunda sección, se recogen poemas bajo el título  de “Yosiwara: El barrio del placer”, un lugar lujurioso y prohibido, sobre el cual una madre se muestra permisiva, pues culpa al barrio y no a su hijo de lo acontecido:

Yosiwara

destruida
en los sueños de la madre.

En su siguiente parte, la “Agudeza del Senryuu”, conviven elementos muy variados que van de lo legendario a lo mítico, o de lo irónico a la comunión del ser humano con la naturaleza:

Un perro negro

como linterna

en el camino nevado.

El capítulo IV, “Oficios”, remite a las vicisitudes laborales que los diferentes vendedores, funcionarios, artesanos, médicos… de aquella época, y de sus habituales actividades cotidianas:

EL vendedor de sardinas

da una al gato,

servilmente.

“Supersticiones, celebraciones y costumbres”, sirve como coda, y resulta ampliamente ilustrativa en sus significativas y múltiples estampas:

En el baile de verano,

quien lleva al bebé a cuestas

es quien lo dirige.

-.-

Hasta la primavera
se dejan aplazados
los encantos de las mujeres.

(“Debido al ajetreo del fin de año, las amas de casa postergan el maquillaje y el acicalamiento hasta la primavera, trabajando por la familia y sin prestarse atención a sí mismas”).

En suma, un sugestivo florilegio que conjuga brevedad y universalidad, trascendencia y humanismo, y permite conocer más y mejor una cultura y una sociedad tan trascendentes como la japonesa:

Mientras se recoge el cabello

            los ojos fijos

           de una mujer

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