«El 47», de Marcel Barrena
JOSÉ LUIS MUÑOZ
Cuando se unen talento cinematográfico para contar una historia, emotividad del director porque lo que cuenta le llega a nivel personal y es capaz de trasladarlo al espectador, y consigue que todos sus intérpretes, hasta los más secundarios, leviten en estado de gracia absoluta en su historia cinematográfica, se produce el milagro, y eso es lo que sucede con esta película tan pequeña como luminosa, El 47, que habla de la historia real de esa línea de autobús que, por la cabezonería de su conductor que vivía en Torre Baró, consiguió que llegara a su barrio encaramado en la montaña.
Manolo Vital (un Eduard Fernández sencillamente extraordinario que va a por un Goya) es un albañil extremeño que llega a Torre Baró, una zona montañosa de Barcelona, con su hija de meses con la ilusión de hacerse su casa en un terreno que compró. Él, como sus otros vecinos, transforman sus primitivas barracas en modestas viviendas. Consiguen que les llegue la luz, que les construyan el alcantarillado, a duras penas que tengan agua corriente pero no tienen transporte público por lo empinadas y estrechas que son las calles de esa barriada pobre, lo que les supone andar kilómetros para bajar a Barcelona a trabajar y lo mismo para regresar, hasta que ese luchador nato que es Manolo Vital, conductor de la línea 47, harto de reclamar ante las autoridades locales la necesidad de que esa línea llegue al barrio y no le hagan caso, secuestra un autobús y demuestra que es posible.
El 47 es una muestra dignísima de cine social y el joven director Marcel Barrena (Barcelona, 1981), habitual de los Gaudí (tiene dos premios) y los Goya (ha sido nominado por todas sus películas) que ya dirigió a Eduard Fernández en Mediterráneo en donde interpretaba a Oscar Camps, el fundador de Opem Arms, puede que sea nuestro Ken Loach. La película cuenta la historia de un barrio luchador de gente humilde que se pasó la vida batallando por su dignidad y construyó sus viviendas con sus propias manos frente a la represión del franquismo, que las derribaba una y otra vez porque no conseguían techarlas antes de que amaneciera incumpliendo una absurda ley de la vivienda vigente en aquella época, y la indiferencia de las autoridades locales cuando murió Franco que apenas sabían de la existencia de ese barrio periférico.
Marcel Barrena retrata con precisión el entorno familiar de su protagonista, la relación con la hermana Carmen (Clara Segura), la monja social que cuelga los hábitos para casarse con él y dar clases a los niños del barrio, su hija Juana (Zoe Bonafonte), aspirante a cantante que canta la canción Gallo negro, gallo rojo en el auditorio de su colegio que pone los vellos de punta, y con Pasqual Maragall (Carlos Cuevas), cuando el alcalde de Barcelona era funcionario del ayuntamiento y pasajero del 47 que traba una sólida amistad con tan insólito luchador. Emotivo film social que es un recuerdo a esos luchadores anónimos que batallaron toda su vida para mejorar la vida de los suyos y la de sus vecinos. Film que debería proyectarse en todas las escuelas como ejemplo de la dignidad de la clase trabajadora.