The Tallest Man on Earth

Por Abel Farre.    La última vez que vi a Kristian Matsson encima de un escenario fue en 2016, en la Sala Barts. En ese caso se presentó con banda. Pero hoy, a escasos metros de allí, en la Sala Apolo, venía con un formato diferente. Aparecía en solitario junto a su colección de guitarras, para mostrarnos su versión más intimista.


De ese 2016 recordaba un joven tímido de pocas palabras, que se escondía tras su cómplice, su guitarra. Hoy todo parecía empezar igual, se cerraban las luces y sonaba el Försent for Edelweiss de Häkan Hellström, pero esta vez Kristian Matsson saltaba con al escenario con más fuerza que nunca, y despojado de su timidez, se ponía al público rápidamente en el bolsillo con “King of Spain” y ese guiño a Barcelona.


La complicidad con su guitarra seguía igual que siempre, como dije en su día, “Tallest man on earth” es un ventrílocuo de su guitarra. Sí, esas dos almas se siguen juntando para expresar lo que siente, y hoy, con más teatralidad que nunca. Realmente es increíble como cambian las canciones de Matsson cuando son cantadas en directo de cuando las escuchamos enlatadas en casa.


Repasó cada una de aquellas canciones que todos estábamos esperando como Thrown Right at Me”, “Looking for Love”, “The Wild Hunt”, “The Gardener” o la preciosa “The Running Styles of New York”, donde acompañado de un piano hacia saltar más de una lágrima a los allí presentes, mientras nos explicaba como echaba de menos las calles de New York.


Y la verdad es que cada una de esas canciones fueron tocadas de una forma especial.  Como si de un dialogo se tratará, nos iba recitando cada una de esas frases con la entonación y fuerza necesarias para que fuesen entendidas. Sí, era como si nos hubiera
sentado a todos en círculo y nos estuviera compartiendo breves relatos de su vida.


Asimismo, tienes la percepción de que cada una de esas canciones nunca serán tocadas igual, pues las mismas vienen de muy adentro y realmente uno puede apreciar que son tocadas de la manera que él las siente ese día. Por algunos momentos, salvando las distancias, me vino a la cabeza Bob Dylan, la diferencia es que con Dylan a veces tienes que esperar unos segundos o minutos para descifrar la canción que está tocando. Pero la verdad es que ambos transmiten la idea de que cada canción es especial y diferente según
el día en que se toque.


Para los bises no hubo muchas sorpresas, “1904” y la que aún sigue siendo una de las favoritas por parte del público. Sí, “Dreamer”, sin lugar a duda una de las canciones que le sirvió parara darse a conocer internacionalmente. Lo bonito de “Dreamer” es que también sonó diferente, dejo de lado su guitarra y se sentó de nuevo frente del piano. Tras jugar un poco con las teclas, arrancó, y sin lugar a duda nadie quería que acabase ese momento, creo que incluso él, pero finalmente se levantó y con cara de agradecimiento y sin parecer poder soltar palabra, se fue del escenario lanzando besos.  Gran noche, Gracias Houston Party Music por hacerlo posible una vez más. Todos los allí  presentes lo vamos a recordar.

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