La ciencia ficción crítica a debate

La ciencia ficción crítica a debate con Teresa López Pellisa y Manel Barriere: a propósito de la segunda edición de la novela de Matías Escalera, Un sollozo del fin del mundo

 

El pasado miércoles, por la tarde, en la librería Estudio en Escarlata, tuvo lugar una mesa coloquio sobre la ciencia ficción crítica actual, sus precedentes, sus fundamentos y sus posibilidades, a propósito de la salida de la segunda edición de la novela de Matías Escalera, Un sollozo del fin del mundo (Kaótica Libros 2023, 2024), con la presencia, junto al autor, de Teresa López Pellisa, profesora de la UAH, especialista en literatura fantástica y ciencia ficción, y Manel Barriere, escritor y crítico.

Manel Barriere comenzó situando la novela de Matías Escalera en el ámbito de la ciencia ficción crítica contemporánea, en la estela de autores como Cory Doctorow, Margaret Atwood, Kim Stanley Robinson o Ursula K Le Guin, y planteó la primera cuestión sobre la mesa, ¿cómo podría definirse esta tendencia o corriente crítica dentro de la ciencia ficción?, ¿cuál es la pulsión literaria que la alimenta?

Para Matías Escalera, la ciencia ficción crítica es un auténtico ‘signo de los tiempos’, opinión que comparte con el poeta Enrique Falcón, autor de Sílithus, una obra de alto calado poético que sigue la misma veta de la ficción especulativa.

Teresa López Pellisa y el autor de Un sollozo del fin del mundo hicieron hincapié, también, en que una ciencia ficción así concebida es un modo muy eficaz de llevar al lector a un espacio/tiempo del futuro para volver, de nuevo, a su presente histórico de una forma más lúcida, distanciada y crítica; además de que sus protocolos y estrategias narrativas permiten una ‘apertura imaginativa’ hacia posibilidades alternativas de desarrollo humano y social que el actual Capitalismo terminal ha bloqueado en la capacidad imaginativa de la inmensa mayoría, como analizó, en su momento, Fredric Jameson.

Manel Barriere señaló, a continuación, que Matías Escalera, igual que hace Ursula K Le Guin, además de situar la peripecia de su novela en un espacio/tiempo futuro próximo, 2056, da una importancia crucial a la dimensión social de ese espacio/tiempo futuro, más que, incluso, a la dimensión tecnológica.

El autor reconoció que, desde el principio, le interesó, sobre todo, que los lectores percibieran como una evolución, lo más coherente posible, de su propio presente, el futuro propuesto por en el relato, lo que hace aún más interesante y vivo el debate acerca de la relación que pueda establecerse, dentro de él, entre utopía y distopía: una cuestión clave que atraviesa toda la producción contemporánea, así como algunas obras clásicas, del tipo de las de Ballard, Philip K. Dick y, por supuesto, Un sollozo del fin del mundo.

En este sentido, se barajó el concepto de ‘utopía ambigua’ que la propia Le Guin usa para referirse a su novela Los desposeídos (1974), de modo que, para el autor de Un sollozo del fin del mundo, su novela podría entrar en la categoría de la ‘distopía ambigua’, dando una vuelta de tuerca a la categoría de la autora norteamericana, apreciación con la que Teresa López Pellisa se mostró de acuerdo; haciendo, a su vez, hincapié en las estrategias realistas utilizadas, lo que supone un gran trabajo de investigación previo para la fundamentación verosímil de cada uno de los elementos narrativos que componen la obra. Y ante la pregunta de Manel Barriere de si hay que renunciar a la fantasía para abrazar la crítica, el autor respondió que en absoluto, que las estrategias realistas y de verosimilización (‘cervantina’) utilizadas en la novela se deben a una opción escritural que atraviesa toda su obra, pues es su modo de entender la novela, en general, y una forma de marcar la ‘diferencia’ contra lo ‘idéntico repetido’ que predomina en el arte y la literatura industrial contemporánea, en los términos que analizó Th. Adorno y la Escuela de Frankfurt.

Antes de pasar al papel de la tecnología y de la ciencia, Teresa López Pellisa y Manel Barriere se detuvieron en el papel fundamental de la memoria en la novela de Matías Escalera y, en concreto, en el papel vertebrador que juega uno de los personajes de la misma, Rebeca Heinz, la anciana intelectual que, en al borde de la muerte, transmite su experiencia y sus conocimientos acerca del tiempo pasado (el futuro próximo del lector) a su nieto Saúl Bochum, uno de los dos protagonistas. Respecto del papel de la tecnología en la ciencia ficción, Teresa López Pellisa, contestando a la pregunta de Manel Barriere, señaló que, por lo general, la ciencia ficción crítica, no ha sido ni es demasiado tecnófila, contra lo que pueda parecer.

Finalmente, para tanto para Manel Barriere, como para Teresa López Pellisa, un elemento importante de la obra de Matías Escalera es esa cierta ‘apertura a la esperanza’ que juegan en la trama de la novela los espacios liberados Rojava/Detroit, aunque lo verdaderamente importante, según Manel Barriere, son, también, las decisiones que toman los dos personajes principales, Viktor Klein y Saúl Bochum, ante los dilemas morales a los que se enfrentan, cuando la decisión y la libre determinación de los ‘cuerpos’ (entendido ‘cuerpo’ en los términos que Deleuze lo categoriza) es tan problemática.

¿Qué papel debería, pues, jugar la literatura, en general, y la novela de ficción especulativa, en particular, respecto de la toma de nuestras decisiones morales y respecto al cultivo del ‘principio esperanza’ en nuestro mundo presente? Es la pregunta que quedó en el aire, al final, cuando el público asistente entraba en el coloquio.

Para Matías Escalera, si –como sostiene Fredric Jameson– el campo de batalla es el ‘inconsciente político’ y la era postmoderna padece una ‘crisis de la historicidad’, el abordaje crítico, hoy, de una narrativa crítica del mundo, cualquiera que sea el modo genérico de esta, se convierte en un acto social y materialmente simbólico que disputa el dominio de la imaginación al Capital; o, dicho de otro modo, desde la posición que Adorno adopta en su Dialéctica Negativa, el autor de Un sollozo del fin del mundo renuncia a una síntesis imposible, el tercer paso hegeliano, y se queda en la negación de lo dado y en la paradoja, centrado en lo concreto y lo particular ‘ambiguo’, como alternativa abierta, no resuelta nunca, al concepto/síntesis resolutoria del conflicto, en manos, por lo general, de los totalitarismos, incluido el de este capitalismo tardío.

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