“Conspiranoia”: un viaje amargo y divertido hacia la fraternidad

Horacio Otheguy Riveira.

Poco a poco, en patio y club se van poniendo de pie y el cuarteto de magníficos comediantes se ven obligados a salir, sonreír, emocionarse por el golpe de efecto imprevisto, el agradecimiento empático de un público entregado a casi un mes del estreno en pleno mediado de agosto.

El éxito les visita desde las primeras semanas, pero siempre es inesperada la reacción de los espectadores. ¿A qué se debe este abrazo tan largo e intenso, muy parecido al que se dan los personajes en un momento clave? Si se mira bien por aquí o acullá, todos los aplaudidores puestos en pie tienen la sonrisa encantadora de la plena empatía. Y es que por ahí va el impacto de la función que, con aires de comedia tradicional y dramaturgia de arranque clásico… sorprende con un aluvión de ondas de empatía fácilmente reconocibles a lo largo de su hora y media: amigos-amiguísimos y enemigos por wasap, bajo el mandato de uno de ellos, el periodista autoritario que se cree buena gente hasta que descubre que su éxito en un programa de radio lo tiene bastante harto…

Todos a una y por separado encuentran fallos orgánicos en el otro y la otra, son dos y dos, una pareja legendaria que se echa de menos desde que su único hijo se marchó a dar la vuelta al mundo…, madre interiorista, de hermosa elegancia; gran amiga, una geóloga que pena un antiguo romance y dolorosamente descubre que no era tal y como lo había vivido/soñado, y un escritor altamente divertido, macarra muy suyo, siempre listo para enamorar a jóvenes, lo más jóvenes posibles…

Temas de actualidad como el terraplanismo que abraza la bella dueña de casa, la homosexualidad, la libertad en el amor o el deseo, las razones bien expuestas que cuando se argumentan con soltura no hay ideología que se resista. De todo alcanza esta aparente comedia que guarda en su interior la dolorosa experiencia de ser imperfectos, de aparentar una cordura que no se tiene, y en el fondo, la plena conciencia de que nada importa cuando se tiene la certeza de que si no hay abrazos verdaderos, la vida entera se queda en nada, se nos escapa como agua entre las manos.

 

 

En los brillantes diálogos, la agilidad con que se expresan y la eficacia de sus puntuales gags están muy presentes los autores Jordi Casanovas (El caso Bárcenas, Gazoline), y Marc Angelet (también director), este último encontró el tono y la atmósfera precisa para que los cuatro intérpretes se entreguen al juego eterno de que nada es lo que parece, y lo hagan con su comprobado talento, de tal manera que cuanto se ve y escucha sorprende, agrada, irrita un poco y entusiasma porque todos ellos saben que en esto tan complejo del arte escénico: respirar, mirar al compañero, hablar lo que se hable siempre orgánicamente consigue llevarnos al misterioso lugar en el que todo es posible, más aún cuando detrás de las riñas y pesadumbres podemos conseguir una fraternidad a prueba de críticas y maldiciones.

 

De izquierda a derecha: Juan Antonio Lumbreras, Luis Merlo, Clara Sanchis, Natalia Millán.

 

Reparto y director: una hermandad en la que Natalia Millán impone un estilo que va del terraplanismo cuestionado a dar vuelta todos los conceptos; Clara Sanchis, impulsiva al borde de una histeria que maneja con notable humor; Luis Merlo, el caballero de éxito que podría tener demasiado que perder; Juan Antonio Lumbreras: descocado y muy afectuoso compañero de tantas idas y venidas. Y el director Marc Angelet: un singular coreógrafo de emociones teatrales.

Ayudante de Dirección: Beatriz Bonet
Diseño escenografía: Jose Novoa
Diseño iluminación: Sylvia Kuchinow
Diseño vestuario: Mario Pinillla
Diseño sonido: Ángel Puertas
Producción: Carlos Larrañaga
Ayudante de Producción: Beatriz Díaz
Dirección técnica: David González
Construcción escenografía: Jorba-Miró
Fotografía de cartel: Juan Carlos Arévalo
Vídeo y fotografía de escena: Nacho Peña
Diseño gráfico: Hawork Studio. Alberto Valle, Raquel Lobo y Sara Ruiz
Gerencia y regiduría: Sabela Alvarado

TEATRO ALCÁZAR

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