Delicadeza en Miróbriga

ESPAÑA EN SORDINA

DELICADEZA EN MIRÓBRIGA

 

 

Pasaron tantas cosas en Ciudad Rodrigo. Los vetones tallaron los verracos que ahora están delante del Parador de Turismo. Los romanos levantaron sus teatros y sus templos con columnas corintias. En La Edad Media, después de echar a los musulmanes, un conde Rodrigo repobló la ciudad y por eso se llama así.

En la catedral un arrogante neoclásico, de esos que eliminaban todo lo anterior lleno de vida, puso al lado del gótico una torre neoclásica con su aburrido triángulo de siempre. Todo el entusiasmo gótico se mataba por un triángulo tan pobre. Lo mismo que hacen ahora los diseñadores pijos, que matan toda imaginación y vitalidad para poner sus rombos muertos y pobres.

Dicen que fue el terremoto de Lisboa el que destruyó muchos edificios y luego los neoclásicos lo reconstruyeron todo a su manera rígida y aburrida. Pero los neoclásicos con su fatuidad destruyeron más que el terremoto de Lisboa.

Ya en el siglo XX Fernando Arrabal nació en esta ciudad para clamar su anarquía desenfrenada y su sueño. Y prometió llegar como un caballo loco.

Pero en medio de esa épocas, en el Renacimiento, algún artista inspirado encontró tiempo para sugerir toda la delicadeza intensa de la vida.  E hizo con la piedra lo mismo que Rilke o Proust con las palabras.  Y nos recordó que la vida (y España en ella) puede ser más que guerras y conquistas, puede detenerse sensual y visionaria para sentir el latido de los instantes.

Y nos regaló la delicadeza para sentir que vivimos. En silencio, más allá de los clarines y los discursos presidenciales.

ANTONIO COSTA GÓMEZ                          FOTO: CONSUELO DE ARCO

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