Tres creaciones de Kulunka en el Teatro Español
Horacio Otheguy Riveira.
La gran aventura de un teatro gestual y de máscaras, cargado de significados y bien nutrido de situaciones dramáticas, empezó con audacia por sus creadores que supieron afrontar el miedo al rechazo. A cambio tuvieron un paulatino éxito internacional que ahora, al inicio de la nueva temporada del Teatro Español con nuevo director artístico, Eduardo Vasco (el mismo que elevó a indudable gloria el paupérrimo estado de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, luego enriquecido más aún por Helena Pimenta), se les rinde justo homenaje entregándoles su sala Principal en una Antología magistral.
A continuación, extractos de las entusiastas críticas realizadas en estas páginas en su momento:
André y Dorine, un gran abrazo teatral sin palabras
La vida cotidiana en una familia, el tiempo que avanza, la memoria que se pierde y la memoria que reconstruye la felicidad del pasado: el dolor y la felicidad en un escenario sin palabras por un trío de excelentes actores que parecen muchos más, a través de un espectáculo muy completo, afinado como una sinfónica de sentimientos universales. Por algo ya han recorrido más de 20 países…
Cuando al final agradecen los aplausos, el entusiasmo del público es un poco tímido, todavía agazapados bajo el emotivo final abierto, el círculo de la vida retomando la energía de quienes aguardan nuevas enseñanzas del pasado… Pero en cuanto reaparecen los tres actores con las máscaras quitadas, y queda en evidencia que el “gran elenco” que creíamos haber visto se reduce a tres que con enorme talento asumen todos los personajes, y además muy jóvenes, entonces la ovación es absoluta: con un nudo en la garganta y lágrimas de quienes no temen expresar su emoción sin límites.
Una emoción que genera la propia historia de amor y diversión, de angustia e inquietud de personajes cuya trayectoria vital se desliza como por un encantador lago de sensaciones cuyas palabras sólo circulan por la mente de cada espectador: en escena sólo movimientos, acciones ricas en matices, siempre claras, sin lugar a oscuridades ni dobleces, hombres y mujeres con máscaras que conviene ver a cierta distancia (así está establecida la relación butacas-escenario) para comunicar mejor con la sucesión de cuadros, bien acompasados por la música de Yayo Cáceres (un hombre de teatro muy completo, también en Trágala, trágala… y Ojos de agua, en la actualidad en Madrid).
Pero en la ovación final se añade otra emoción: la de constatar que todo lo visto y aplaudido es el resultado de un minucioso trabajo de equipo que ha logrado hacer de lo muy difícil una exhibición aparentemente “natural”, sencillamente fascinante y a la vez reflexiva.
Detrás de esta creación tan fluida y compleja, hay nada menos que 5 autores en la fabulación del guión; una actriz y dos actores que también participan en la elaboración de un texto riguroso para describir las escenas, que a su vez se reparten otras tareas en diferentes apartados. Todo para lograr una gran armonía capaz de consagrar un Teatro de Máscaras que en Madrid sólo conocimos en 2011, paso fugaz de la Compañía alemana Familie Flöz, y que bien pueden ser los padres de esta Compañía Kulunka Teatro que ya ha adquirido su propia personalidad con este primer montaje que ha sido visto en más de 20 países.
Solitudes: las soledades urbanas en una función extraordinaria
Lograr lo imposible y hacernos sentir cómplices de la aventura es uno de los rasgos fantásticos de la Compañía Kulunka Teatro: máscaras de expresión fija que, sin embargo, evolucionan con una expresividad asombrosa, guiadas por una técnica de teatro gestual que no pierde detalle y que de cada movimiento, por pequeño que parezca brota un sentimiento, una broma, una tragedia.
Desde el microclima social en que se mueve el tradicional teatro de ensueños para impulsar la esperanza costumbrista, Solitudes, a partir de tres personajes con intérpretes que se desdoblan en muchos otros, se convierte en una exposición de dolorosas taras propias de nuestra existencia urbanita, las atraviesa con brotes de buen humor, y abandona a sus criaturas en un juego de tragicomedia intenso.
Todo es antiguo, clásico, y a la vez atemporal y revolucionario, porque las constantes cotidianas en las que un anciano viudo se mueve, aislado, doliente, en busca de compañía, como un niño que se niega a jugar solo, transcurre entre otras soledades que no saben que existen con similar angustia (el hijo, la nieta…), y juntos se desenvuelven empujados por un aliento de supervivientes en un mar de confusión.
Sería un drama previsible, de factura realista con momentos divertidos y su toque de magia bien planteado, si no fuera que detrás de toda la producción hay un equipo. Tras los tres actores, despliegue de facultades en vestuario, creación de máscaras, fabulosos música original y sonido… al servicio de una creación escénica sin palabras que, en su magnitud prodigiosa, nos habla de sentimientos muy cercanos, dejándonos con voces preclaras, a través de un viaje por los sentidos.
El protagonista de Solitudes se siente incomprendido porque, como casi todos los ancianos para los que su vida es prácticamente una espera, ya sólo desea cosas sencillas. Cosas tan simples que los demás no llegan a valorar su verdadera importancia. Lo sobresaliente de esta historia es que el anciano —contra lo que podría esperarse de alguien con una vida ya casi sin alicientes— no se resigna, no renuncia a sus pequeños deseos y pelea por ellos con determinación y dignidad. En su trayecto, el bien y el mal, el desamor y la indiferencia, la obsesión por los teléfonos móviles, la ansiedad por seguir adelante caiga quien caiga, y allí enfrente la vejez que molesta porque también recuerda que pronto nos alcanzará… y entre tanto una dulce prostituta, un proxeneta desalmado, un novio embelesado… entre varios personajes que se cruzan con su propia historia o con deseos de tener una, entre ensueños para impulsar la esperanza. La aparición de un insecto imaginario logra forjar un territorio donde la imaginación adquiere una dimensión poética de gran belleza.
Forever: Crisis de familia en un fecundo teatro sin palabras
Hora y media sin palabras con intérpretes que aplaudimos muchas veces. Llevan máscaras que se tornan muy expresivas por su minucioso lenguaje corporal. Con envolvente música de Luis Miguel Cobo, la histórica sala del María Guerrero es habitada por una historia minada de sensaciones, poblada de palabras no dichas, que sin embargo creemos escuchar, y el conjunto ofrece un emocionante espectáculo de conflictos familiares clásicos, costumbristas.
Con el desarrollo de un teatro sin palabras tan bien articulado, lo que sucede se presenta como nuevo, tan nuevo como que las cosas que nos pasan consideramos que sucede por primera vez en la historia. Comunidad y soledad, sentimientos a flor de piel, alguna brisa humorística… consolidan el talento excepcional de esta compañía con trece años de experiencia, siempre investigando nuevas posibilidades escénicas; en esta ocasión, el hallazgo de un escenario giratorio que aporta una delicada visión de conjunto, al tiempo que un abanico de sorpresas visuales por las que circulan constantes de la vida diaria de una familia: la fascinación del amor y la sexualidad, la construcción tan emocionante como angustiosa de una familia con la llegada de un hijo, choques generacionales, y la difícil comunicación de la soledad de cada uno.
DESDE 17 SEPTIEMBRE EN TEATRO ESPAÑOL. ABONO TRES ESPECTÁCULOS
How does Kulunka Teatro’s use of masks and gestural theatre contribute to the Wordle Unlimited emotional depth and storytelling in their performances?
The adventures of Kulunka at the Spanish Theatre highlight the remarkable artistry of gesture and mask, allowing for deep emotional connections without words. The international success they’ve achieved is a testament to their innovative storytelling. Speaking of innovation, if you enjoy strategic gameplay, Retro bowl offers a fun experience where you manage a football team, blending nostalgia with engaging tactics.