Fragmentos volanderos

Las sogas con que (no) ahorcarse

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El bien y el mal tienen unos grados indefinibles y variables, e incluso constituyen unas actitudes personales, a las que se llama” valores”. Incauto es aquel que pretenda recibir o proporcionar una formación en ellos sin percatarse de que son puestos y propuestos a su vez según la formación y experiencia de personas ajenas a él y según los vaivenes incontrolables de la mentalidad social.

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Con esos valores tú eres muchos y puedes ser muchos. Elige el mejor.

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La educación que me inculcaron me instaba a ser el mejor en la lucha por la vida. Desgraciadamente, el otro término de la comparación que yo me hacía no estaba instalado en esa lucha por la vida (contra los demás).

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Todo el mundo va trenzando a lo largo de su vida la soga con la que terminará ahorcándose. La obligación de la educación, y sobre todo de los padres, es evitar que los jóvenes elijan la primera soga que encuentran, sin esperar a saber qué tipos de sogas hay.

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A muy poca distancia del asesinato, el mayor crimen cometido contra el hombre es el abandono de su educación cuando niño. Así que fijaos el peligro que corren padres y educadores de convertirse en criminales.

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Los pedagogos suponen que en el niño no hay identidad individual propia, y así estandarizan su conducta para dar reglas generales sobre ella. Pues bien, en el niño hay vida personal propia, y vida que se manifiesta con una diversidad tal que puede llegar incluso hasta los comportamientos psicopatológicos. Por ello, en Pedagogía nada es verdad ni es mentira: todo es según el tipo de niño de que se trate. Una bofetada a algunos puede resbalarle como si tuviera un impermeable puesto –y yo los he conocido como compañeros de clase cuando se pegaba en la escuela-, para otros podría resultar el mejor tratado sobre la vida, y a otros traumatizarles y hacerles un desgraciado para siempre… Sólo por esto último hay que evitar la bofetada.

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Si no todos los niños reaccionan igual antes los razonamientos, ¿por qué iban a reaccionar igual ante los correctivos, traumatizándose todos de igual manera, según pretende la pedagogía moderna?

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Se educa a las personas no en tanto que individuos diferenciados, cuanto como miembros de una totalidad social; por eso se educa en la lengua de esa totalidad, en sus costumbres, sus leyes y sus técnicas. El primer tipo de educación difícilmente puede llevarse a cabo por parte de las instituciones públicas (que están constituidas para lo segundo): es tarea sobre todo de la familia.

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Para cambiar una persona tiene que cambiar su temperamento y su inteligencia. Así, pues, ¿cómo alguien va a cambiar a alguien? ¿Cómo unas palabras dichas por un profesor van a cambiar a alguien? ¿Cómo podría cambiar la inteligencia, el pensamiento y, por tanto, incluso el ADN, con unas palabras, con unos consejos? Sólo podrían cambiar los conocimientos que esa persona pudiera tener sobre el mundo y la personalidad individual y social que se derivaría de ello. Esos conocimientos y su implicación en todos los órdenes son los que hacen que un cultivador de tomates y ese mismo individuo devenido médico, por ejemplo, pudieran parecer distintos. Pero invertida su educación, el individuo seguiría siendo el mismo (con apariencias distintas).

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En esto, algunas personas nos censuran y aconsejan para ─según dicen─ hacernos un favor corrigiendo nuestros actos y nuestra conducta. Sin embargo, cuando rebatimos su censura y consejos, ellas se enfadan. Luego no era por hacernos un favor por lo que querían corregirnos, sino para someternos a sus propias opiniones.

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Un mal consejo requiere una desgracia inmediata.

 

 

 

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