Feliz recuerdo de Julián Ortega, autor y actor junto a Gloria Muñoz

Horacio Otheguy Riveira.

La experiencia teatral más completa de Julián Ortega invitaba a pensar en muchas otras como hombre de teatro en constante evolución. Ha fallecido con 41 años, víctima de un infarto, en uno de los días placenteros que vivía junto a su novia.

Muchas páginas ya se han escrito por sus emocionados compañeros de profesión, admirando en él no solo su talento, sino el mismo don de gentes de su familia, gente que vive con las manos tendidas, la mirada franca, y el talento forjado en cine, teatro, televisión con el mismo tesón en pequeños que principales papeles.

Hijo del actor y director José Antonio Ortega, y de Gloria Muñoz, con quien mantuvo en escena momentos inolvidables en tres piezas muy distintas: Bodas de sangre (madre-hijo), Mestiza (en el papel de Tirso de Molina) y sobre todo, una última obra de arte tan completa que su mero recuerdo pinta de clásico el perfil de un creador que logra trabajar duro en la dramaturgia e interpretación, codo a codo con su madre, una vez más, una actriz imponente con tal variedad de registros que, en manos del británico Dan Hammett en la dirección hicieron de IRA, una pieza insólita en el panorama del teatro español contemporáneo.

Tras el dolor de su pérdida, el emocionado recuerdo de una personalidad fascinante en las artes escénicas españolas con la transcripción de la crítica publicada en CULTURAMAS.

 

Una comedia negra con Gloria Muñoz embargada por la «Ira»

 

A Dolores, la madre de Salvador le asiste la cólera hasta desbarrancar en una acción muy peligrosa. Una comedia muy negra, divertida y feroz. Gloria Muñoz en un gran personaje surgido de un cóctel de sainete popular con mitin justiciero… y mucho más con un partenaire que además escribe la obra, Julián Ortega. Madre e hijo en la ficción y en la realidad de las páginas de sucesos, y también en el vínculo de los intérpretes. Todo dirigido por un inglés que siempre enfila la protesta con afinado humor, gran conocimiento de la dinámica de los intérpretes… y mucha disciplina.

«Ira», de Julián Ortega, con dirección de Dan Jemmett es una divertida creación en manos de gente que atiende a quienes estallan embargados por justa rabia. La habilidad del autor radica en la unión de géneros y la fuga de única etiqueta. Fluyen los diálogos en cascada, a partir de una base muy tradicional en la farsa teatral con personajes arquetípicos que aquí acaban dando mucho más, rompiendo esquemas: madre e hijo no se entienden, barrios bajos, falta de dinero, ella que ansía un cambio después de años de limpiar para otros, viuda con escasa pensión, feliz entre anarquistas de una asociación y furiosa con el tipo que viene a notificarle el desahucio; y el hijo que es un poli día a día más reaccionario, ambos atravesados por una divinidad misteriosa. El delirio y el realismo, la felicidad de saber lo que se quiere y la rabia contra un sistema de vida demencial.

En una sociedad como la nuestra, muy fagocitada por la violencia económica y sangrienta en novelas, series y películas, millones de personas cabalgando la ansiedad de acabar con todo como cualquier asesino de mentirijilla… o de los que se cargan a cientos de una tacada… Ira se presenta como una mirada crítica muy divertida porque juega al naturalismo como si fuera un disparate. Y triunfa con unas interpretaciones formidables.

Gloria Muñoz y Julián Ortega se estrenan en papeles arquetípicos que se deslizan por el humor como por una montaña rusa, aprovechando las características de un texto que lo permite todo, desde el sainete popular, al absurdo existencial y el negro humor de los supervivientes.

[…] Dolores.- Bueno ¿Y? Ya está hecho. Lo que no tiene arreglo, arreglado está. Asúmelo. Y tranquilízate.
Salvador.- Y mañana a mi me ascienden.
Dolores.- ¡Ay, mi niño! Cálmate, cariño, yo me hago cargo, de esto me responsabilizo yo.
Salvador.- No te enteras de nada.
Dolores.- ¡No me hables con displiciencia, Salva, que no te lo consiento!
Salvador.- Si me lo hubieras dicho, yo podría haberte ayudado con la hipoteca.
Dolores.- ¡Anda ya!
Salvador.- He estado muy ocupado, estaba trabajando, haciendo… estudiando la oposición.
Dolores.- Pero si cuando hubo que hacerse cargo del funeral de tu padre… ni un Hola, mamá, yo me encargo de las flores, salió de tu rencorosa boca.
Salvador.-¿Qué es esto? ¿Una venganza?
Dolores.- ¡No seas grotesco! Es el destino, Salvador. Tu destino.
Salvador.- ¿Mi qué?
Dolores.- ¡Deja ya esa actitud derrotista y siéntate en el sofá!
Salvador.- ¡Estoy sentado!
Dolores.- ¡Pues escúchame por una vez en tu vida! Te voy a contar algo que tienes que saber ya por fin.
Salvador.- Más sorpresas no, ¿eh? Yo ahora necesito pensar, necesito reponerme y ver qué hacemos con…

Liándose a bofetones con el hijo.

Dolores.- ¡Te sientes, coñe!
Salvador.- ¡Que ya estoy sentado, mamá! ¡¿Pero qué te pasa?!
Dolores.- ¡Que estoy muy nerviosa! ¡Escúchame y hazte cargo de tu destino de una vez!
Salvador.- Está bien, vale. Vale. Te escucho.

Pausa. Dolores se sienta también.

Con tono evocador.
Dolores.- Era una noche de Junio, una noche calurosa…
Salvador.- ¿Qué?
Dolores.- La ventana de mi habitación estaba abierta de par en par. Cuando de pronto, algo me despertó.
Salvador.- ¿De qué hablas? ¡Tienes un muerto en el baño!

Dolores.- ¡Te calles ya y atiendas!
Salvador.- Vale. Vale.

Silencio

Recuperando el tono evocador
Dolores.- Normalmente tu abuelo estaba muy atento a todos los ruidos que hubiera en la noche, era un primer piso y resultaba fácil para cualquier ladrón entrar a la casa a robar por la ventana, pues no había
barrotes. Pero esta vez, a tu abuelo el ruido no le despertó. Salí de mi sueño nocturno, abrí los ojos y ahí estaba, justo en medio de mi dormitorio. A pocos pasos de mi cama. Un hombre, hermoso. […]

En el amplio escenario no se distingue el interior del exterior, pero lo importante queda claro con detalles como esta cocina ínfima con sillas como para niños. Allí se encuentran la rabia de quien mató al mensajero del desahucio y la perplejidad del hijo en vísperas de un ascenso en la Policía.

Tres obras ha montado el londinense Dan Jemmett en Madrid: El café, de Goldoni-Fassbinder; El burlador de Sevilla, de Tirso de Molina/Dan Jemmett, y Nekrassov, de Jean Paul Sartre. Entre todas prevalece la ruptura con todo convencionalismo de tiempo y espacio y absoluto protagonismo de actrices y actores con pleno dominio de cuerpo y voz “como” si cantaran, bailaran e hicieran mimo: todo en uno, porque el impresionismo coreográfico no es otra cosa que la voluntad de expresarlo todo sin necesidad de esgrimir esas otras disciplinas, aunque en realidad todo gran intérprete teatral logra esa extraña dimensión de moverse en un ámbito insólito creado para cada ocasión, como las palabras que pronuncia y los conflictos en los que se sumerge. Al frente, Dan Jemmett es el director de orquesta que genera una empatía excepcional con su equipo y los espectadores. En este caso, tras los variados clásicos que montó entre nosotros, tiene un interés extra por dar realce a una realidad muy ligada al costumbrismo madrileño. Así las cosas, Jemmett hace propio un mundo ajeno y consigue sacar adelante un sobresaliente sainete revulsivo.

La iluminación destaca con notable precisión los intereses del director y la escenógrafa, potenciando el realismo de ciertas emociones, así como el ritmo de todo lo que resulta grotesco. Firma este diseño Felipe Ramos (Agosto, Las criadas, Tribus), también hijo de Gloria Muñoz, así con su hermano Julián, menudo trío gozosamente escénico, seriamente comprometido con un teatro-denuncia de largo alcance. Todo el pack producido por LAZONA, la misma empresa de Miguel Molina al desnudo, El tiempo todo locura y Rita, por mencionar solo tres de sus últimos trabajos, en similar línea de combate de los Muñoz-Ortega.

TEXTO: JULIÁN ORTEGA
DIRECCIÓN: DAN JEMMETT
REPARTO: GLORIA MUÑOZ Y JULIÁN ORTEGA
DISEÑO DE ILUMINACIÓN: FELIPE RAMOS
ESCENOGRAFÍA Y VESTUARIO: VANESSA ACTIF
AYUDANTE DE DIRECCIÓN: CHRISTOPHER KNIGHTON
FOTOGRAFÍA: JAVIER NAVAL
Una producción de LAZONA

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