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«La quimera»: Cuando el pasado es el presente.

Por Paco Martínez-Abarca.

A través de la búsqueda de formas más tradicionales de contar los relatos, tales como el cine mudo o el slapstick, pero también a través de un poderoso espíritu de innovación y descubrimiento, La quimera, película de Alice Rohrwacher, apela a lo popular, a lo que desaparece poco a poco, a la vida arraigada en los pueblos que comienzan a erosionar, pero también a la vitalidad y a lo colectivo. Busca, también, formas de representación incluso impropias del lenguaje cinematográfico: los interludios musicales que visten a su protagonista (de la misma forma que un coro griego comentaba las tragedias) nos transportan a la cultura más popular, a un lenguaje que trata de formar un relato antinaturalista, y que por consecuencia evoca las fábulas, la leyenda, el mito y las tradiciones carnavalescas, rurales y del pasado. Ya en su enigmática secuencia inicial, a bordo de un tren, incorpora una frase que nos acompaña a lo largo de la película: “¿Estaba soñando? Lo lamento, pero no conocerá jamás el final”.

Arthur (Josh O’Connor) , el protagonista de La quimera, se dedica a profanar tumbas de los etruscos, la antigua civilización de origen desconocido que pobló parte de Italia, y cuyo arte es muy cotizado en las subastas. La conexión de su protagonista con este “pasado”, que además trasciende los parámetros del realismo, es más que evidente. Arthur, con ayuda de una varita zahorí, elemento claramente dentro de los tropos de lo fantástico, lidera su grupo de amigos cazatesoros, en busca de esa quimera que da nombre a la película. Pero Arthur no ha vuelto a este pueblo de La Toscana para encontrar tesoros. En realidad vuelve en busca de algo que le recuerde a Beniamina (Yle Vianello), su gran amor, ya fallecida. La quimera navega entre esta historia de cazatesoros, los recuerdos de Arthur, sus sueños, los intervalos musicales y algunos acercamientos, como pausas, hacia diversos elementos del entorno en busca de momentos líricos. En definitiva, el relato de Alice Rohrwacher está lleno de poros, con una forma voluntariamente imperfecta (mezclando atrevidamente los formatos del 16mm con el acabado casero y desdibujado del super 8), lleno de vitalidad y un anhelo de magia con la que finalmente Arthur, en una situación límite, será capaz de ver de nuevo a su querida Beniamina. 

La unión entre el mundo de los subsuelos, donde trabaja y prácticamente vive Arthur, y esa superficie, que deja de ser el mundo real para convertirse en el de los sueños y los deseos, tiene su nexo en un fino hilo rojo. Quizás esta continua búsqueda de alegorías en el entorno, de significados ocultos, hace perder un poco la dirección esencial que lleva la película, que no es sino la de formar un relato que haga espejo a las tradiciones más arraigadas, no solo en la cultura de La Toscana, sino en cualquier civilización. Divulgar historias en las plazas de los pueblos, o realizar una representación dramática, forman parte de aquello que Alice Rohrwacher y La quimera quieren apelar. Una cotidianidad rural, no exenta de picardía, juego sucio y decadencia. Solo hay que fijarse en el personaje encarnado por Isabella Rossellini, suegra de Arthur, y matriarca en una casa prácticamente en ruinas. Quizás su persona, conscientes del peso simbólico que puede tener (es la hija de Roberto Rossellini e Ingrid Bergmann), es el gesto que quiere tener Alice Rohrwacher con el neorrealismo italiano, de donde toma sin duda rasgos característicos.

El arte etrusco, sobre el que también pone el foco Alice Rohrwacher, es objeto de una crítica al propio oficio de Arthur y sus amigos. En un determinado momento, cuando están a punto de saquear una de las tumbas etruscas, la luz comienza a entrar en la cámara, que llevaba siglos oculta. Conforme se ilumina la estancia, se secan las paredes, y el aura que impregnaba el arte, tal y como estaba cuando sus creadores la cerraron para no abrirse jamás, se esfuma y desaparece, incapaz de ser visto por los cazatesoros que las descubren. Es como si Rohrwacher nos quisiera decir que no podemos llegar a apreciar las obras en toda su integridad, puesto que si queremos verlas tenemos que perder irremediablemente parte de su pureza, al abrir las cámaras donde se encuentran y exponerlas al aire de la superficie.

7 thoughts on “«La quimera»: Cuando el pasado es el presente.

  • Así es, tan actual como eterna la historia que describe La Quimera.
    La codicia de algunos individuos de los niveles altos de la sociedad unida a la ignorancia de los parias y necesitados.
    La salvación está siempre en un instante en el que la reflexión deslumbra lo cotidiano y lo esperado.
    Gracias Paco.

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    • Fenomenal la crítica. Me apunto la película para verla en cuanto pueda.
      Muchas gracias!

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  • Me ha encantado la crítica de la película. Dónde puedo encontrarla?. Mil gracias.

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  • Agradezco tu artículo sobre la película. La trama es muy atractiva. ¿Dónde puedo ver esta película? geometry dash lite

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  • Una de mis películas favoritas de este año.
    Magnífico estímulo este artículo que nos acerca a esta obra y nos deja pensando en el fondo mientras nos hipnotiza con la superficie de personajes y fanfarrias y así, las obras desenterradas de la película que se esconden a los ojos mundanos, nos muestran una belleza que no todos pueden o saben ver.
    Reminiscencias Fellinianas para debatir sobre a quién o quiénes pertenece el arte.
    Y también una reflexión sobre la esencia misma del capitalismo y sus víctimas.
    Excelente artículo!!

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  • Interesante una película que hace un buen ataque a los cazatesoros, y valora el arte, la belleza, las tradiciones, los antiguos enterramientos, lo rural… Y muy motivadora la presencia en la película de Isabella Rosellini. Iré a ver esta película.

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  • Thanks for the practical tips! They are super helpful.

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