Víctor Bayona: “Los poemas te alcanzan cuando quieren”
Nacido en Barcelona, reside en Granada, donde cursó estudios en Física y Matemáticas. Como autor, ha publicado el poemario A Ciencia Cierta, (Sr. Scott, 2021) y ha aparecido en las antologías Piel Fina (Maremágnum, 2019) y Todos los dioses (Ultramarina, 2022). También ha sido finalista del premio Adonáis en la edición de 2022, libro que, ampliado, ve la luz en Isla Elefante con el título El año del renacuajo y del que le hemos pedido que nos dé su Primera Impresión.
No creo que la literatura esté sujeta a un tiempo externo.
Javier Gilabert: ¿Por qué este libro y por qué ahora?
Víctor Bayona: Bueno, no creo que la literatura esté sujeta a un tiempo externo, pero sí tiene un tiempo interno. Los poemas te alcanzan cuando quieren, y de alguna manera ese ritmo propio que también tiene la poesía dicta cuándo y cómo van a ir sucediendo las cosas. Sí creo, en cambio, que es uno mismo el que acude al qué del poema. Este libro es un entrenamiento para intentar entender el mundo con más calma, de una forma más agradecida. En ese proceso aparecen certezas e incertidumbres que hay que sembrar y labrar para luego recoger. Supongo que El año del renacuajo es el tiempo en el que se disponen esos frutos.
¿Cómo y cuándo surge la idea del libro?
Cuando empecé el tercer curso de la carrera, mis padres se mudaron a Granada y yo viví solo unos meses en un apartamento en el Albaicín. Siempre había soñado con vivir solo, pero las primeras semanas despertaron en mí un enfrentamiento sobre qué quería. No sé si tal vez esta cita se remonte a tiempos anteriores, pero el rapero Cruz Cafuné dice en una de sus letras «A veces Dios castiga dándote lo que deseas». En virtud de transformar ese primer castigo, por llamarlo de alguna forma, en lo que deseaba, empecé este libro que es un proceso de agradecer, en realidad, lo difícil o lo sencillo que pueda ser lo que quieres. Y eso pasa por abrazar esa incertidumbre y aceptar esa batalla. Parafraseando, de nuevo, a Cruz Cafuné en esa misma canción «necesito un enfoque nuevo para un sueño viejo». Para mí, la mejor manera de superar ese reto era explotar una idea que venía teniendo algunos años atrás. La familia, en su extensión tanto pasada como futura, nos define de muchas maneras y todas ellas aportan y explican lo que somos.
¿Qué pistas o claves te gustaría dar a l@s posibles lector@s?
Hay muchas referencias a situaciones concretas que a lo mejor pueden difuminar el hilo del libro. Pero la historia que hay detrás es la de una vida que se va dibujando de muchas maneras, desde muchas ópticas y en muchos lugares y tiempos.
¿Qué efecto esperas que tenga en ell@s?
Tal vez reconocer precisamente que esa identidad que se describe en el libro sólo puede existir, a mi parecer, como una escena móvil que hay que seguir para poder capturar.
¿Qué importancia tiene la estructura o la disposición de los poemas en este libro? ¿Fue algo deliberado o más intuitivo durante el proceso de creación?
Es completamente deliberada y fue un trabajo junto con Ben Clark, editor del libro. Me propuso la estructura y me pareció una muy buena forma de añadir otra capa de valor a esa idea del tiempo circular que se cierra sobre nosotros. O se abre. Supongo que depende desde dónde se mire.
¿En qué medida veremos en él —o no— al Víctor Bayona de A ciencia cierta?
En A ciencia cierta me siento un poco más un científico loco. Juego más con el lenguaje. Pruebo a reconvertir en poemas asuntos que pienso en otros términos. Hacia el final de este primer poemario hay una tendencia ya, creo yo, a las figuras que he usado en este El año del renacuajo. Supongo que en realidad, de nuevo, son la misma persona el Víctor que escribe A ciencia cierta y El año del renacuajo. Pero, si lo pienso, son los dos condiciones necesarias el uno del otro, pero no suficientes. Hay una distancia mínima pero insalvable. Tal vez, como en matemáticas, haga falta una sucesión infinita de libros, de poemas o de palabras para responder. Tal vez, también, cuanto más lejos vayamos en esa sucesión nos acerquemos a algo común o, al contrario, no parezca nunca haber final.
Te pongo en un aprieto: si tuvieras que quedarte solo con tres poemas de El año del renacuajo, ¿cuáles serían?
Me quedo con “Si existe el tiempo” y con “Alpujarra I y II”. Escojo estos tres poemas porque son, en cierto modo, soluciones que en su momento recibí con mucha felicidad. Creo que no resuelven nada, pero a lo mejor eso indica que la cuestión de la que nacían, en realidad, ya no estaba.
Me pesa pensar en mí como poeta.
¿Supone este poemario un punto de inflexión en tu producción como poeta? ¿Y a partir de ahora, qué?
Me pesa pensar en mí como poeta. Imagino que será algo compartido con más compañeros. Siempre he admirado a los poetas y a las poetas que leía porque en su lenguaje había algo inalcanzable. Y por mucho que leyera o que escribiera, era imposible decir como ellos. No eran las palabras en sí. Era algo con más fondo y eso, precisamente, hacía de su idioma un sueño para mí. Estos dos poemarios han sido un sueño. Una alegría inmensa que además he podido compartir con gente a la que admiro y quiero mucho. Mi profesora de lengua de la ESO, Censi, a la que dediqué el primer libro, me mataría si supiese que he dejado de escribir. Cada libro, en ese sentido, abre la puerta al siguiente. No a un libro mejor, tal vez, ni puede que tampoco a un libro. Solo abre la puerta para que el siguiente pueda existir. Así que ahora quiero disfrutar de que he acabado la carrera, de que entro en el temido mundo laboral y de que el mundo sigue funcionado y sigue habiendo libros, y música, y amigos y familia, y bondades. El resto es historia y un deber colectivo por mejorarlo, intuyo.
Por último, como lector, ¿de quién te gustaría conocer su “Primera impresión”?
Me gustaría invitar a pasarse por aquí a Carmen Rotger, que ha sido galardonada recientemente con el premio Ciudad de Estepona, que es donde crecí, y que avala que su próximo poemario será estupendo, sin duda.
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Tres poemas de El año del renacuajo
SI EXISTE EL TIEMPO
Esta tarde me has dicho
que hay una hora precisa del día
en el que las cosas se dejan ver.
Y mirando por mi ventana me has señalado
aquel edificio al fondo como ejemplo.
Es la primera vez que lo veo de verdad.
Hemos pensado que tal vez sea la luz,
una respuesta sencilla al incómodo problema
de no saber bien dónde vivimos, qué nos rodea.
Llevo tantos días pensando en tus palabras.
Quiero consolarme con que a tu lado el mundo
se desvela apaciguadamente.
Con que tu mirada me sostiene
y sostiene mi mirada.
Cuando volvía la otra mañana borracho a casa,
me quedé esperando en el portal.
No quería entrar a casa.
Tenía y tengo la certeza de que ahora, si la necesito,
vendrá a mi la luz precisa para poder ver de verdad,
para poder recoger lo que nos brinda el destino.
ALPUJARRA
I
En lo alto de la montaña, escondido en el paisaje
nos aguarda este tiempo.
Una posada, una cama entre cuatro paredes,
una venta a la que le da la luz del sol
y es un milagro.
Nos tumbamos.
No quiero grandes éxitos:
quiero hacer el amor sereno, tumbarme sobre tu cuerpo
y acariciar esta forma sencilla de vencernos el uno al otro,
de sujetarnos y cuidarnos con delicadeza.
Cae la noche y el silencio es absoluto.
Paseamos de la mano por las calles vacías
que se han rendido a nosotros.
Nos sentamos en una terraza,
dueños ahora sí de nosotros mismos.
Hemos venido a salvar el mundo.
II
Hemos parado a comer frente al río.
Unas mesas abandonadas en forma de merendero,
la carretera que cruza por encima de nosotros.
Parece que la naturaleza haya sucumbido,
pero desde aquí podemos ver que es la que organiza los espacios,
la que permite nuestro curso.
El camino no es camino si no es este margen.
Hemos conseguido empezar y acabar siguiendo el murmullo del agua.
ENTREVISTA REALIZADA POR JAVIER GILABERT
Granada, 1973. Maestro avemariano, es autor de PoeAmario (2017), En los Estantes (2019), Sonetos para el fin del mundo conocido (2021) junto con Diego Medina Poveda, Bajo el signo del Cazador (2021) junto con Fernando Jaén, Todavía el asombro (2023). Copromotor, antólogo, coeditor y periodista cultural.