“Vértigo”, de Miguel Veyrat
Por Bernardo Santos.
Se acaba de publicar la última batalla contra el tiempo de Miguel Veyrat en forma de libro de poesía, titulado esta vez Vértigo, en la editorial Bartleby que ha cuidado, al menos, las dos últimas entregas de su obra.
Empieza el libro con el manzano de Halevi y el del Génesis como excusa para repasar los escalones que nos llevan al fin de la inocencia, ese momento clave que nos persigue durante toda la vida. Hay a lo largo del texto más manzanas, mordiscos, pérdidas y memorias, como un armazón que Veyrat construye también con materiales de la literatura y la filosofía, acarreados de forma ecléctica y eficaz, hermosa y profunda.
Casi al mismo tiempo de la presentación del libro de Veyrat, se presentaba La herencia de Eva, de la sevillana de Conil, y de tantos sitios, Carmen Estrada, en el que nos cuenta como la famosa escena bíblica de la manzana representa exactamente las tres etapas del quehacer científico, la curiosidad, la adquisición del conocimiento y su transmisión a otros. Quizás sea esa curiosidad la que ha movido a Veyrat toda su vida, porque no hace falta gran cosa para escribir un magnífico libro de poesía, basta la curiosidad. La de quien se ve desnudo, quien sabe que no hay nada predeterminado, ni un cielo que nos maneje, ni un azar absoluto.
Sí, porque para escribir un magnífico libro de poesía como este, basta haber vivido y leído, basta haberse abierto en canal a los placeres y saberes del mundo, basta haber buscado la verdad debajo de todas las piedras, también en el esoterismo para, finalmente, descreer de todo. Basta haber surcado el planeta como periodista y viajero para, de nuevo finalmente, habitar la Judería de Sevilla y los acantilados de Roche, (porque, probablemente, Veyrat sabe, con Fernando Villalón, que “el mundo se divide en dos: Sevilla y Cádiz”) y basta haber escrito previamente al menos otros cincuenta libros de poemas sin repetirse demasiado ni en el fondo ni en la forma, hablando de la perplejidad del estar vivo, para desahogar el grito existencial mientras ofreces a los lectores textos donde pensar y gozar, subrayar y gritar por la ventana. Si, porque Miguel escribe desde la costa de Conil poemas universales. Desde la desnudez de las arenas convoca temas complejos, desde su mirada nos invita a lanzar la nuestra.
Ha dicho Miguel en alguna entrevista que el libro habla de las mujeres desde la visión del hombre, a lo que habría que añadir que desde la posición de un arquetipo de hombre heterosexual occidental que cada vez está más difuminado (y espero que me perdone si algún día lee esto). Y es cierto, aparecen, además de Eva, Ofelia, Beatrice, Lilith, y otras grandes mujeres arquetipo y proliferan los poemas de amor, sobre todo en la primera mitad, lo cual es de mucho valor puesto que Miguel ha sido siempre un gran enamorado de grandes mujeres especiales, y su poesía está enteramente impregnada de ello. Sin embargo, yo diría que, esta vez al menos, eso no es más que una excusa puesto que se habla del amor dentro de un gran vértigo, no el de mirar a la mujer, sino el de mirar a la vida misma, de mirar al borde del acantilado al que él ha llegado y hemos llegado como especie, de intuir el final del camino, pero también el vértigo de mirar atrás y ver todo lo vivido, esa gran construcción que cada cual hacemos con los otros en la más inmensa soledad, porque haber vivido son nuestras Obras Completas, esa suma de voluntad y esfuerzo pero también de azar y circunstancias. El vértigo que da el hecho de ignorar realmente de dónde hemos surgido, qué hacemos aquí bailando en el cosmos, como desvela muy bien la sección que se titula partícula del todo, o la idea repetida de que vivir es como nadar a crawl alejado de la playa, alejado de las seguridades pequeño-burguesas que nos da la orilla. Así, en uno de los poemas que considero más centrales, escrito en una prosa un tanto automática, dice:
entre los pecios de vacío nadando hacia la recomposición de la nada hasta aquí llegaron polvo estelar estos restos…. esta mañana he estado a punto de desaparecer para siempre…se me llevó la mar de fondo muy lejos mientras nadaba…por un instante pensé en el suicidio ennoblecido y encubierto por una honesta muerte en la mar causal y limpia Pero llamé a grandes voces y acudieron nadando con una tabla sobre las olas enormes Pensé en ti mientras recuperaba la respiración ya a salvo Y en tu abrazo que me aguarda No quería morir aún te quiero…. Tú eres yo y yo quiero Cantar y bailar para arrojar de mi garganta aquel bocado tuyo que se quedó atrapado cuando el empujón brutal sobre el manzano Y yo canto entre la desesperación y el aislamiento…. Te quiero a ti en lo plural Te quiero ahora….
Miguel Veyrat es un poeta intenso, profundo, complejo, difícil (sí, difícil, porque tienes que dedicarle un tiempo, un esfuerzo y una actitud lectora muy exigentes), un poeta que no tiene nada que ver con la poesía de fácil consumo que tanto se publica, pero que devuelve mucho más de lo que pide, un tesoro de la Isla para cada uno, un Grial personalizado. Por eso, ahora que sabes que ha publicado un nuevo libro, no puedes evitar la pulsión de salir corriendo a la librería de tu barrio a recogerlo.
Vértigo
Miguel Veyrat
Madrid, Bartleby, 2024
Una excelente reseña muy bien fundamentada tras una lectura profunda del libro, por parte de Bernardo Sntos. Agradezco a “Culturamas” su publicación.
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