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«Cowboy de Copenhague»: Solo envoltorio.

Por Gerardo Gonzalo.

Acabo de concluir el visionado de la miniserie danesa Cowboy de Copenhague (Copenhaguen Cowboy, 2023) de Nicolas Winding Refn. La serie trata de… bueno, la verdad es que no sé muy bien de qué va, así que voy a echar mano de la definición que de su argumento hace el propio creador, que dice que trata de una joven, que a lo largo de la serie se transforma en superheroína. También en algunas reseñas se dice que es una especie de cuento de hadas, que se enmarca en los suburbios de Copenhague y que hay terror y fantasía. Yo la verdad, no alcanzo a atisbar algunos de estos elementos. En cualquier caso, hasta aquí la información, ahora pasemos a la opinión.

Creo que, como la mayoría, tuve conocimiento del creador y director de esta serie, Nicolas Winding Refn, en 2011 con el estreno de la extraordinaria Drive. Me gustó mucho, su pulso, sus personajes, su atmósfera perturbadora, el uso de la música … No había visto su filmografía previa, donde destacaba una trilogía, Pusher, pero sí que a partir de ahí seguí sus siguientes películas, Solo Dios perdona de 2013 y The Neon Demon de 2016 que aunque reconocibles en su estilo, me interesaron mucho menos que Drive.

Así, tras unos cuantos años, me reencuentro con Nicolas Winding Refn, en una miniserie, que va a acentuar mi pérdida de interés en la obra de su autor. Aunque me alegro de que a pesar de valoraciones como la mía, Nicolas no ande desprovisto de autoestima, de hecho, presenta su trabajo como una obra de NWR, sus iniciales, y es que quizás él entienda que todo cinéfilo posmoderno, las debe identificar de forma automática. No sé, quizás se trata de una querencia por la grandilocuencia lo que hay en la industria de cine danesa, ya que también se cuenta la leyenda de que Lars Von Trier se puso el “Von” para dotar a su nombre de mayor peso y rimbombancia. El problema es que al gigante cinematográfico que es Lars, se lo perdonamos, al tener en su haber varias obras maestras, pero este no es el caso del pequeño Nicolas.

Esta miniserie, como ya he dicho, no tengo muy claro de qué va. Hay una chica misteriosa, algo mágica, primero está con unos proxenetas, luego se sumerge en mafias chinas y locales, hay una familia misteriosa que tiene un palacio en un bosque, una niña secuestrada (o no?), luchas de artes marciales y una especie de final que parece invitar a una continuación, que ya adelanto que si la hacen, yo no veré. Todo esta amalgama de circunstancias, se muestran algo deslavazadas en un relato confuso, donde aparecen y desaparecen personajes y situaciones y en el que acabas perdido y desconcertado. Parece que el director danés ha querido hacer su particular Twin Peaks, fallando irrevocablemente en el intento.

No obstante, también podemos reconocerle algún mérito a esta ficción. Es indiscutible reconocerle cierto poderío visual a su creador, que es capaz de componer imágenes y secuencias de fuerte impacto, muy originales y que combinadas con el uso de la música electrónica, producen resultados a veces fascinantes. También, por otro lado, me parece interesante la protagonista, Miu, interpretada por la actriz Angela Bundalovic, con una presencia y mirada muy especiales y sobre la que recae casi todo el peso de la historia.

Es una pena, que teniendo un interesante personaje protagonista, algún elemento de la trama muy potente y una fuerza y poderío visual indudables, el argumento sea tan endeble en su conjunto y los resultados finales tan decepcionantes, acentuados además por una lentitud tan exasperante en su desarrollo, marcado por unos diálogos artificialmente alargados, con una pausas eternas y sin sentido, capaces de acabar con la paciencia del fan más entregado de MWR.

Así, la inicial fascinación, va dando paso a un desconcierto que finalmente desemboca en aburrimiento y exasperación, para concluir en un delirio que podría llevarnos a pensar si ver esta serie quizás haya sido una lamentable pérdida de tiempo. Creo que sí.

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